Felizmente recuperada en una
filmoteca holandesa a finales de los años 80, Estrellas dichosas (Lucky
star, 1929) es un soberbio melodrama, dirigido por Frank Borzage e interpretado
por Janet Gaynor y Charles Farrell. Una película tan
fronteriza entre el mudo y sonoro que parece también tuvo una versión hablada
hoy perdida.
La
película empieza con dos compañeros (Martin y Timothy), que trabajan en instalaciones
eléctricas, y conocen, en un medio rural, a una asilvestrada chica llamada Mary. Mientras
están reparando una instalación, interceptan la comunicación telefónica que da
cuenta del estallido de la I Guerra Mundial y los dos se alistan para ir hacia
Europa. Estando en el frente francés, reciben una carta de Mary que es
despreciada por Martin pero no por Timothty y es que mientras el primero es un
personaje negativo, broncas y chulesco, el otro es un buen chico, sensible e
íntegro.
Pero
la suerte condena a los más inocentes en esta vida y resulta que, en una escena
bélica muy bien filmada por Borzage, Timothy sufre heridas en las piernas y
vuelve a Estados Unidos en silla de ruedas mientras Martin vuelve indemne.
Timothy
vuelve a tener contacto con Mary, primero moldeándola, eliminando su rusticidad
y luego enamorándose de ella. Pero la relación tiene dos obstáculos, el primero
es la madre de Mary que no quiere que su hija acabe con un lisiado; y el
segundo porque Martin se entromete, hace cosas con Mary que Timothy no puede
hacer como ir al baile y también tiene planes de boda con ella.
Los
planes están a punto de culminar favorecidos por la buena relación que
establecen Martin y su futura suegra, pero Timothy, cuyo deseo hacia Mary ha
ido creciendo, vence a las dificultades, realiza un esfuerzo físico tan notable
y sorprendente que ya casi no necesita muletas y se enfrenta a Martin antes de que coja un tren con Mary. Al final, se llega al esperado happy end.
Es
notable la puesta en escena de Borzage, como se reencuentran Timothy y Mary
cuando ella tira una piedra rompiendo una ventana en la casa del primero entrando
un aire fresco en su vida, o como se debate Timothy intentando escapar de la
silla de ruedas, apoyándose en las muletas y cayendo una y otra vez. La
película está llena de esos pequeños detalles, muy delicados y cuidados por el
cineasta, que dibujan tan bien a los protagonistas durante todo el filme.
Y
va subiendo en intensidad a medida que se desarrolla la trama, eligiendo como
escenario para las últimas escenas una gran nevada que aumenta el dramatismo de
Timothy, andando con dificultad con las muletas en medio de la tormenta de nieve,
luchando desesperadamente por llegar antes que Mary coja un tren para casarse. Y
Borzage lo hace muy bien porque te crees mientras ves la película la fuerza de
voluntad que da el amor.
Muy
buen melodrama.
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