Primer western de Fritz Lang,
en La venganza de Frank James el director germano aborda un tema
recurrente en su filmografía y que avisa el título de la película: la venganza.
De la misma forma que Spencer Tracy busca la venganza en Furia, Arthur
Kennedy en Encubridora o Glenn Ford en Los sobornados; Henry Fonda,
dando vida a Frank James, se quiere vengar de los hermanos Ford que, enlazando con
la anterior Tierra de Audaces, asesinaron por la espalda a su hermano
Jesse. Aunque la película está marcada por un favoritismo por la causa sureña
que, en principio, no creo que a Lang le interesara especialmente cuando
llevaba cuatro o cinco años viviendo en USA; sí creo que le debía interesar más
el tema de la venganza, así como los límites que debe tener para evitar
injusticias con los problemas y dilemas a los que se enfrenta el protagonista.
Frank James vive en el inicio
de la película escondido, con identidad falsa, trabajando en una pequeña explotación
agrícola con el criado, y antiguo esclavo, Pinky y el joven Clem (Jackie
Cooper). En principio, James confía en la justicia ya que los hermanos Ford han
de afrontar un proceso penal por el asesinato pero, gracias a las influencias
del dueño del ferrocarril, no son amnistiados, porque el delito no se puede
borrar, pero sí indultados. Tamaña injusticia enseguida provoca el deseo de
venganza de Frank, que sale raudo y veloz en persecución de los hermanos Ford,
siendo luego acompañado por el joven e impulsivo Clem. Idearán una estratagema para
hacer pensar que Frank James está muerto, engañando a una joven periodista hija
del dueño de un periódico, interpretada por la bellísima Gene Tierney, con el
objetivo que los Ford se confíen y abandonen la clandestinidad en la que viven
por miedo a James.
James da con los hermanos Ford
en un teatro, los persigue y ello provoca que uno de ellos caiga desde un precipicio
mientras Robert Ford, interpretado por John Carradine, logra huir. Entonces James
es advertido por la joven periodista que Pinky va a ser procesado por un atraco
que, para tener dinero al ir en busca de los Ford, cometió James en la oficina
del ferrocarril y en el que el criado no participó. James decidirá volver, se entregará
y afrontará un juicio en el que, en principio lo tiene bastante mal, pero, gracias
a las peculiaridades de juez y jurado, será absuelto y partirá de inmediato en
busca de Ford, que se había presentado en el juicio seguro de la condena que le
caería a James. No obstante, en la huida Ford se encontrará con Clem, al que tiroteará
y se refugiará en un granero donde tendrá lugar el enfrentamiento final con
James.
El motor de la película es la
venganza, pero James deberá abordar el dilema moral de cumplir con el deber de
vengar a su hermano o dejar que Pinky, siendo inocente, sea ajusticiado. La
joven periodista ayudará a que James reflexiones y aparque momentáneamente su
venganza ya que su conciencia le impondrá salvar, en primer lugar, a un inocente.
La puesta en escena de Lang es
muy buena, pero alcanza la excelencia en la primera escena en que coinciden
Fonda y Carradine. En primer lugar, vemos una de las primeras ocasiones en la
historia del cine en que los personajes del western se han mitificado, no
cuenta la verdad de los hechos sino lo que se escribe de manera distorsionada sobre los mismos y, en esta ocasión, los hermanos Ford representan una pieza teatral en la que
se escenifica la muerte de Jesse James según su propia y falseada versión. Lang
muestra a Fonda en un palco asistiendo a la representación de la escena del
asesinato de su hermano, entra en escena Carradine mirando hacia el anfiteatro
y detectando la mirada de James, que nos devuelve Lang en un contraplano
mirando el segundo al traidor. Ford huye y James salta hacia el proscenio para
perseguirlo. Dos monstruos de la interpretación como Carradine y Fonda echan el
resto. Escena prodigiosa. Ahí está la impronta de un director de los más
grandes.
El guion de la película es un
poco débil para acabar de encajar de manera satisfactoria a Gene Tierney en la
historia, pero tiene el acierto, como en las películas de Ford, de introducir situaciones
de comedia cuando se desarrolla el juicio a Frank James. Sam Hellmann, que firma
el guion, debía ser un simpatizante sudista pues, a propósito del recuerdo de la
Confederación en el juez, abogado defensor de James y jurado; y en clave de
comedia, se desarrollan escenas hilarantes.
Así que nos lo pasamos muy bien
viendo este notable western, entretenido, divertido y que solo la escena del
encuentro en el teatro entre Fonda y Carradine ya justificaría su visión.
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