El resultado de ayer confirma
la reacción que, en realidad, solo ve Xavi, la parte oficialista del club y
algún sector irredento de la prensa. El Barça metió 3 goles chutando, si no
recuerdo mal, cuatro veces a puerta. Ayer se tuvo un índice de efectividad muy
alto, Lewandovski y Gündogan hicieron aquello acorde a sus fichas y prestigio:
marcar diferencias con dos extraordinarias definiciones, con buenas asistencias
del alemán para el polaco en el primer gol, y de Pedri con un toque maestro
para el alemán de origen turco en el segundo. Remató la faena un Tigrinho que
ha encadenado dos partidos marcando, abriendo la puerta a la esperanza que no
sea un fichaje fallido de los que nos ha traído en los últimos años el infame Cury,
siendo luego expulsado de manera injusta.
Las habituales desconexiones defensivas
también se dieron en algunas fases del partido, si bien ayer no se pasó ningún apuro
para mantener el resultado. Y sobresalió en la defensa Cubarsí, demostrando una
jerarquía impropia de un chaval de 17 años.
Para hablar de reacción se tendrá
que esperar unas semanas y ver si se consolida una buena racha en la Liga
además de eliminar con solvencia al Nápoles. De momento, se ha frenado la
sangría que parecía asomaba tras el 3-5 del Villarreal. Tampoco parece que Xavi,
en el fondo, esté muy seguro de esa reacción. En previsión del probable 0 de 4
títulos de la temporada, y poniéndose la venda antes que la herida, hizo de
nuevo el ridículo en la sala de prensa achacando a los árbitros que el Barça no
gane la Liga. Su ocupación y preocupación debería ser que el Barça jugara bien
a fútbol, principal premisa para que, árbitros al margen, se pueda ganar algo.
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