Voy a la
biblioteca a pedir Nubes pasajeras de Aki Kaurismaki, pero se me cruzan
los cables porque acabo solicitando Nubes dispersas (1967) de Mikio
Naruse. Como dijo el general Franco, a propósito del asesinato de Carrero
Blanco, no hay mal que por bien no venga y veo el espléndido melodrama de Naruse.
Es una película que, por su argumento, hubiera podido ser de Douglas Sirk pero
Naruse tiene un estilo más reposado y natural, si bien, cada uno con su estilo,
son dos maestros del melodrama.
Yumiko es una
joven felizmente casada, que ha quedado embarazada, y espera ir al extranjero
ya que a su marido, que trabaja en un ministerio, le darán un destino en
Washington. Todo se viene abajo cuando el esposo es atropellado y muere,
perdiendo posteriormente el hijo por el dolor causado al conocer la noticia. El
conductor, MIshima, es absuelto de responsabilidad ya que el vehículo tuvo un
fallo mecánico pero, de manera voluntaria, y traumatizado por el hecho
sucedido, querrá compensar económicamente a la viuda. Yumiko, en principio, no quiere ninguna
cantidad de dinero, ni ningún contacto con él, pero aconsejada de manera
interesada por su hermana acepta firmar un contrato en el que Mishima, aunque
no tiene obligación legal al respecto, se compromete a una indemnización
mensual.
El hecho que, por
las leyes que regulan la familia en Japón, Yumiko sea declarada fuera de la
familia del difunto le da la excusa para dirigirse a Mishima y decirle que ya
no debe indemnizarla más. Mishima quiere reparar el daño causado y vive
atormentado por ello, mientras que Yumiko le rehúye y no consigue recobrar la
felicidad con nadie, pero rechaza la ayuda que quiere darle Mishima. Huyendo de Tokio, él pidiendo un traslado en
su empresa y ella ayudando en llevar un hotel familiar, ambos coinciden en un
pequeño pueblo costero turístico. Aunque Yumiko le vuelve a pedir que se vaya a
otro destino y Mishima lo solicita a su empresa, entre ellos se va dando un
acercamiento y nace una relación amorosa con altibajos. Después de una primera
separación, y sabiendo que Mishima ha sido destinado a un sitio tan
desagradable y lejano como Lahore, Yumiko parte en su búsqueda antes que se
marche al extranjero. Estando juntos, y desplazándose hacia un hotel, ven en la
carretera un accidente. Llegados al hotel, desde el balcón de la habitación ven
como evacuan muerto a uno de los implicados en el accidente y todo ello les
afecta truncando su relación. Yumiko no puede soportar la losa de saber que el
hombre del que se ha enamorado mató a su marido. Definitivamente, se trata de un amor imposible.
Naruse filma con
sencillez, de manera natural, una historia que, por su dramatismo y un punto de
morbosidad, podía haber dado lugar a un filme sentimentaloide. Naruse dirige a
los actores para que muestren los sentimientos de los personajes sin
sobreactuar, filma de manera sobria, con un pulso narrativo excelente, dando
vida a un guion que mantiene un interés creciente sin que la película tenga
ninguna caída en su tensión.
Primera película
en color de Naruse, y también última porque con ella acaba su amplia
filmografía, Nubes dispersas es una obra maestra sobre un amor imposible
aceptado por los personajes con entereza y resignación.
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