Veo la película Cabiria (1914,
Giovanni Pastrone) y leo el capítulo que le dedica Alberto Crespi en Storia
d’Italia en 15 film. En concreto, aquel en el que habla de la guerra de Libia.
La película empieza, de manera
espectacular dado los efectos especiales de la época, con una erupción del Etna
y la niña romana llamada Cabiria, de familia patricia, huyendo por mar hasta
llegar a Cartago previo secuestro de unos piratas fenicios. A punto de ser
ofrecida en sacrificio al dios Moloch, es salvada en última instancia por
Fulvio Axila, un noble romano, y su esclavo, el forzudo Maciste. Luego Fulvio y
Maciste son encarcelados y, a partir de ahí se desarrollan diversos episodios
históricos hasta el reencuentro entre Fulvio y una ya crecida Cabiria.
La verdad es que, desde el
punto de vista cinematográfico, la película se me ha hecho un poco pesada. Tal
como dice Crespi, Per cui vedere Cabiria oggi è faticosissimo per chi non
sia uno studioso. Pero la importancia de la película es indiscutible, se
convierte en un bombazo en Estados Unidos y su influencia provoca que Griffith
ruede de manera casi inmediata El nacimiento de una nación e Intolerancia. Pero el mismo
Crespi dice que Griffith es otra cosa: però Griffith ha più ritmo, è piú
accessibile; codifica un linguaggio che prosegue nel cinema di oggi mentre
Cabiria fonda una retorica oggi arcana, sembra parlare in una lingua morta.
Está claro que fue una
superproducción de la época que tuvo mucha influencia, con un despliegue de extras
muy considerable, así como una esmerada escenografía con la estatua de Moloch
como elemento más reconocible y que vi el año pasado en el Museo del Cine de
Turín; además de rodarse en exteriores algunas escenas como las alpinas. Pero como historia
no funciona mucho en pantalla, tan pronto Aníbal cruza los Alpes, como
Arquímedes diseña un artefacto para incendiar la flota romana; pero sin que
todo esto hile mucho con el resto de la trama, ni la haga especialmente
interesante.
Por otro lado, está el trasfondo
histórico de la película. Crespi explica que Italia declara la guerra al imperio
turco en 1911 para ocupar Libia, una guerra poco abordada por el cine italiano.
El filme es una metáfora del colonialismo para justificar ese conflicto que
había terminado dos años antes con la anexión de Libia. Como en el filme, se
trataba de justificar que Roma imponía la civilización sobre un territorio africano
cercano a la barbarie. La politización de la película también está presente
desde el momento en que se firma un contrato con Gabrielle D’Annunzio, el
venerado escritor y político italiano, que colabora, sobre todo, escribiendo el
texto que podían leer los espectadores.
Cabiria, como película,
puede ser prescindible, pero su importancia en la historia del cine, no solo italiano,
es innegable.
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