Producida y dirigida por George
Stevens en 1938, Ardid femenino es una agradable comedia, muy en los
cánones de ese género en los años 30 y 40 cuando se rodaron tantas screwball
comedys.
Un profesor universitario
llamado Peter Morgan (James Stewart) va a Nueva York para hacer volver a la
Universidad a su joven primo, que se está divirtiendo en la gran metrópoli. Lo
encuentra en un night club y allí Morgan queda prendado de una cantante llamada
Francey (Ginger Rogers). Tras pasar unas horas juntos, de manera súbita e
impulsiva, contraen matrimonio y, junto al primo, cogen el tren para ir a la
Universidad en la que el rector es el padre de Morgan. Ante el temor de cómo
puede reaccionar su padre, de mentalidad conservadora, al conocer la noticia de
su matrimonio con una chica del mundo del espectáculo, Morgan diferirá el
momento de darla y hará pasar a su mujer por la pareja de su primo mientras
espera el momento adecuado. Esta situación dará lugar a una serie de equívocos
que dan el tono de comedia, en algunos momentos de forma muy eficaz, como en
una pelea entre Francey y la chica con la que Morgan está más o menos
comprometido en la Universidad.
Es una película que ha
aguantado bien el tiempo, se la ve fresca y sigue funcionando bien como
comedia. Ello se debe en gran parte a sus protagonistas. En aquel momento, el
papel de Stewart era del tipo en los que él estaba muy especializado y los
resolvía con mucha solvencia. Y en
cuanto a Ginger Rogers, a pesar de que se la recuerda más por sus películas
musicales con Fred Astaire, era una muy buena actriz de comedia. Destaca
también en el reparto un extraordinario actor como Charles Coburn que interpreta
al rector de la Universidad.
Stevens filma con la
competencia y elegancia de un buen director del cine americano clásico como era.
Me ha gustado especialmente el inicio del filme con la escena en que Stewart se
fija en Rogers cuando ella está cantando You Will remind me. Vemos a
Stewart en el guardarropa mientras Rogers se ve a lo lejos cantando sin casi
distinguirla, una vez él ha recogido su abrigo y sombrero avanza hacia el
escenario mientras le acompaña la cámara con un travelling comenzando a verse
bien la figura de una atractiva Rogers en plena actuación. Después, con unos
planos fugaces en que empiezan a encontrar sus miradas, Stevens ha mostrado el
apasionado idilio que empieza en ese momento e impulsa la película.
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