Lo de Zelenski y Trump de ayer
podría ser una escena de El Padrino rodada por el Coppola actual, el que
en horas bajas ha cosechado varias nominaciones a los premios Razzies. O el
final de un concursante del programa El aprendiz, aquel reality que dio enorme
popularidad a Trump (de aquellos polvos vienen estos lodos) y en el que el magnate
(o mangante) despedía a los concursantes con la lapidaria frase You are
fired.
Pero no, no era ficción, era
realidad. Lo que está claro es que el matonismo de Stalin y Hitler en los años
30 del siglo pasado ha vuelto 90 años después con Trump y Putin. También hay
que reconocer que Trump a veces parece un moderado comparado con su
vicepresidente Vance. Y no hay que desdeñar a otros matones como Netanhayu.
Se acabó la diplomacia, se
desdeña a la ONU, se impone la fuerza bruta y, paradójicamente, todo esto puede
servir para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, no así a la de Gaza que
responde a otras dinámicas. Biden no dejó de avivar el conflicto entre rusos y
ucranianos desde mucho antes de la invasión y sostuvo abiertamente, con Europa
yendo a remolque, la guerra desde 2022. Ahora lo tiempos han cambiado, Trump y
su banda tienen unos intereses diferentes a los de Biden, ni mejores ni peores,
pero igualmente siniestros. Trump le dijo a Zelenski que vuelva cuando esté
dispuesto a firmar la paz. Ordeno y mando ante la impotencia de una Europa que,
si ha de plantar cara a Estados Unidos con líderes tan desprestigiados en la
política de sus países como Macron o Sánchez, está demostrando su decadencia y
pérdida de influencia en el plano internacional a todos los niveles.
No lleva ni dos meses y la
presidencia de Trump puede ser la que más cambie el mundo desde la de Roosevelt.
Yo, de Zelenski, un tipo que también tiene muchas más sombras que luces en su
carrera política, no me tomaría mal lo de ayer. Recuperando una frase de El
padrino ha de ver qué es lo que más le conviene a su país, ahora en una
posición de más debilidad, y tener claro que con Trump no se trata de cuestiones
personales, solo negocios. Y ponerse un traje para la próxima reunión, que en
eso Vance tenía razón.
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