La figura de Peter Kürten, el
asesino en serie alemán conocido como el vampiro de Düsseldorf, dio lugar a,
como mínimo, dos adaptaciones cinematográficas. Una es M, el vampiro de Düsseldorf,
la obra maestra del Fritz Lang y otra es El asesino de Düsseldorf, una
curiosa coproducción franco-hispano-italiana rodada en 1964 que, lejos de la
excelencia del filme de Lang, sí me ha parecido una película estimable.
Dirigida e interpretada en su papel principal por el francés Robert Hossein, con
el resto del reparto mayoritariamente compuesto de actores galos, sí vemos la
huella del equipo español en los títulos de crédito en el apartado técnico de
la película y se dice que está rodada en exteriores de Madrid y París que, por
tanto, simulan ser la ciudad alemana.
Aunque en la introducción una
voz en off explica la realidad histórica de Alemania en la década de los 20 y,
luego, se puede ver alguna escena en que unos camisas pardas rompen los
cristales de una librería y sacan unos cuantos libros a los que prenden fuego,
esta película de Hossein no tiene la intencionalidad política de la película de
Lang y va más en la línea de un filme sobre un psycho killer, como la cercana
en el tiempo Psicosis y antes de la avalancha de películas sobre
asesinos en serie que vino más tarde.
Un policía entra la comisaría
alertando que se ha producido un nuevo crimen. Se desplazan los efectivos
policiales al lugar donde se halla un cadáver en un descampado a las afueras de
la ciudad y vemos en una zona alejada un tipo con prismáticos que ve el
desentierro. Es una buena presentación del asesino y, en general, hay un buen
trabajo de planificación y puesta en escena durante toda la película.
Hossein no puede estar a la
altura de un mito como Peter Lorre, pero crea un personaje lo bastante
inquietante y repulsivo como para ser alguien con quien no te gustaría
coincidir en un ascensor. Es un tipo introvertido y de buenos modales, que es
tenido como huésped modelo por la dueña de la pensión en la que vive y que, en
realidad, es un violento asesino de mujeres, todas mayores de edad a diferencia
del personaje histórico y Lorre en el filme de Lang que asesinaban a niñas de
corta edad. Incluso Hossein da una pista falsa en un momento en que el asesino
coge de la mano a una niña, pero es una vecina a la que acompaña al edificio de
la pensión y no pasa nada con la pequeña.
Aparte de sus ocupaciones
criminales, Kürten se entretiene en ir a un tugurio tipo cabaré llamado El
Dorado y allí le llama la atención Anna, la cabaretera del establecimiento, una
joven atractiva que, en principio, lo desdeña pero luego le hará caso, tendrán
una pequeña historia paralela a los crímenes que él perpetra y,
accidentalmente, conocerá que quien la corteja es el asesino de mujeres que
tiene en vilo a toda la ciudad.
Hossein se permite la licencia
de, por un momento, hacer aparecer a un falso culpable. Le tienden una trampa
al asesino, con una mujer preparada como cebo y, efectivamente, la policía
detiene a un tipo que se le había acercado y quería irse con ella. Pero se
equivocan porque el hombre no es el asesino y, cuando la mujer es liberada de
su papel de cebo, se encuentra con el asesino de verdad que la acuchilla. Y es
que la policía no está muy lúcida pues, una vez Anna ha comunicado a la policía
que sabe la identidad del asesino, le tienden una trampa en El Dorado, pero
Kürten improvisa unos cocteles molotov, crea una confusión en el local que se
incendia y, en medio del caos, acaba con la vida de Anna antes de ser apresado.
Buena película de asesinos en
serie.
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