Considerada madre de todas las
distopías, leo la novela Nosotros de Yevgueni Zamiatin. Se ha remarcado
su decisiva influencia en Un mundo feliz y 1984. Huxley dijo no
conocer la obra de Zamiatin y, de hecho, su novela estaría un poco más alejada
de Nosotros de lo que está la novela de Orwell, que sí admitió haber
leído la novela del escritor ruso en lengua francesa. Hay muchas cosas en común
entre 1984 y Nosotros, aunque en la primera creo recordar más
opresión psicológica contra el protagonista, hay tres bloques en guerra en el
planeta y es muy premonitoria e insistente en la introducción del concepto de
neolengua.
Estamos en el siglo XXVI y la acción
tiene lugar en un Estado único, un estado totalitario surgido después de un
gran conflicto bélico y regido con autoritarismo por el Bienhechor, un dictador.
Es una ciudad de cristal y acero, en la que todo está diseñado siguiendo
principios matemáticos y de acuerdo con tablas horarias, no solo el trabajo
sino cualquier otra actividad, incluyendo tener relaciones íntimas. La
individualidad se ha diluido en favor de la colectividad, de ahí ese nosotros
que da título a la novela. Y, en ese Estado, se hace creer a la gente que el
pensamiento individual es causa de infelicidad.
El protagonista es D-503,
ingeniero y matemático que es uno de los responsables de construir la Integral,
un cohete para realizar exploraciones en el espacio y llegar a otros planetas.
Empezará a cuestionarse su papel en esa sociedad a través del amor, tras
conocer a I-330. Esta mujer le hará ver un mundo
nuevo, le dirá que hay gente viviendo más allá de un muro en libertad, gente
enérgica que preparan una revolución. D.503 se unirá en principio a esa
revolución que, finalmente, es abortada por los resortes del estado totalitario
que han estado controlando al protagonista a través del agente S-4711, siendo
eliminada a I-330 en la máquina del Bienhechor.
Es una novela muy entretenida y
su influencia está acreditada. Es inquietante y premonitoria al explicar una
sociedad futura con la gente sometida a un absoluto control. Efectivamente,
cada vez estamos peor en ese sentido, nuestra privacidad se va esfumando
mientras cedemos cada vez más datos, incluso biométricos. No nos gobierna un
dictador como el Bienhechor, pero todo llegará, se han hecho encuestas en gente
joven de países europeos y, en un porcentaje significativo, no veían
inconvenientes a vivir en una dictadura. En esa sociedad distópica se ha
anulado la individualidad y en la nuestra se hace al contrario, uno ya puede
determinar el sexo a su conveniencia pero, en el fondo, esto no es más que una
añagaza para dar una apariencia de libertad mientras las condiciones que
imponen la política y la economía hacen que la población sea, en gran número,
cada vez más uniforme en cuanto a sus actitudes y manera de pensar, en especial
cuando la gente es más joven; y más conveniente con lo que pretenden quienes
manejan los resortes del poder.
La edición del libro se
completa con una carta de Zamiatin a Stalin, escrita en 1931, solicitando que
pudiera salir del país para vivir en el extranjero. Gracias a los buenos
oficios de Maxim Gorki, Stalin lo permitió y Zamiatin murió en París en 1937.
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