jueves, 13 de marzo de 2025

NOSOTROS

 

Considerada madre de todas las distopías, leo la novela Nosotros de Yevgueni Zamiatin. Se ha remarcado su decisiva influencia en Un mundo feliz y 1984. Huxley dijo no conocer la obra de Zamiatin y, de hecho, su novela estaría un poco más alejada de Nosotros de lo que está la novela de Orwell, que sí admitió haber leído la novela del escritor ruso en lengua francesa. Hay muchas cosas en común entre 1984 y Nosotros, aunque en la primera creo recordar más opresión psicológica contra el protagonista, hay tres bloques en guerra en el planeta y es muy premonitoria e insistente en la introducción del concepto de neolengua.

Estamos en el siglo XXVI y la acción tiene lugar en un Estado único, un estado totalitario surgido después de un gran conflicto bélico y regido con autoritarismo por el Bienhechor, un dictador. Es una ciudad de cristal y acero, en la que todo está diseñado siguiendo principios matemáticos y de acuerdo con tablas horarias, no solo el trabajo sino cualquier otra actividad, incluyendo tener relaciones íntimas. La individualidad se ha diluido en favor de la colectividad, de ahí ese nosotros que da título a la novela. Y, en ese Estado, se hace creer a la gente que el pensamiento individual es causa de infelicidad.

El protagonista es D-503, ingeniero y matemático que es uno de los responsables de construir la Integral, un cohete para realizar exploraciones en el espacio y llegar a otros planetas. Empezará a cuestionarse su papel en esa sociedad a través del amor, tras conocer a I-330. Esta mujer le hará ver un mundo nuevo, le dirá que hay gente viviendo más allá de un muro en libertad, gente enérgica que preparan una revolución. D.503 se unirá en principio a esa revolución que, finalmente, es abortada por los resortes del estado totalitario que han estado controlando al protagonista a través del agente S-4711, siendo eliminada a I-330 en la máquina del Bienhechor.

Es una novela muy entretenida y su influencia está acreditada. Es inquietante y premonitoria al explicar una sociedad futura con la gente sometida a un absoluto control. Efectivamente, cada vez estamos peor en ese sentido, nuestra privacidad se va esfumando mientras cedemos cada vez más datos, incluso biométricos. No nos gobierna un dictador como el Bienhechor, pero todo llegará, se han hecho encuestas en gente joven de países europeos y, en un porcentaje significativo, no veían inconvenientes a vivir en una dictadura. En esa sociedad distópica se ha anulado la individualidad y en la nuestra se hace al contrario, uno ya puede determinar el sexo a su conveniencia pero, en el fondo, esto no es más que una añagaza para dar una apariencia de libertad mientras las condiciones que imponen la política y la economía hacen que la población sea, en gran número, cada vez más uniforme en cuanto a sus actitudes y manera de pensar, en especial cuando la gente es más joven; y más conveniente con lo que pretenden quienes manejan los resortes del poder.

La edición del libro se completa con una carta de Zamiatin a Stalin, escrita en 1931, solicitando que pudiera salir del país para vivir en el extranjero. Gracias a los buenos oficios de Maxim Gorki, Stalin lo permitió y Zamiatin murió en París en 1937.

 

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