Himno de batalla (1957)
es una de las muchas colaboraciones entre Douglas Sirk y Rock Hudson pero,
aquí, el melodrama se da en un escenario de película bélica.
El coronel de aviación Dean
Heass acabó traumatizado la II Guerra Mundial tras descargar por error una
bomba en un orfelinato de una ciudad alemana causando la muerte de 37 niños.
Han pasado cinco años desde el final del conflicto y, siendo pastor metodista,
cree que ha fracasado en su misión apostólica y por ello está abatido. Con el
estallido de la guerra de Corea, vuelve a ser movilizado, deja a su mujer Mary
(Martha Hyer) en Estados Unidos y se hace cargo de una unidad que entrena a
pilotos surcoreanos, teniendo como ayudante al sargento Herman, interpretado
por un Dan Duryea que tenía dos tipos de papeles a interpretar, o como villano
o, como sucede en este filme, tío simpático.
Mientras entrena y organiza la
unidad, también se dedica a proteger a un grupo de niños coreanos huérfanos con
la ayuda de una chica coreana con ascendencia hindú llamada En Soon
Yang (Anna Kashfi). En un momento en que Heass ha abandonado el campo de
entrenamiento, conociendo además que se le traslada de vuelta a los Estados
Unidos, el ejército norcoreano efectúa un ataque en el sector donde estaba
el campo de entrenamiento de Heass y el coronel no duda en volver y luchar por
poner a salvo, tras una odisea en medio de dificultades por los ataques del
enemigo, a tres centenares de niños que se habían agrupado gracias a sus buenos
oficios.
Basada en hechos reales (la
operación de rescate de los niños se llamó Operation Kiddy Car), Heass exorciza
su culpa por lo que pasó en la II Guerra Mundial protegiendo a esos niños
coreanos. Gracias a ello, encuentra el verdadero sentido para acercarse de
nuevo a Dios tras unos años, los pasados entre los dos conflictos bélicos, de
desazón en sus convicciones religiosas.
Sirk, maestro del melodrama,
contando además con su actor favorito, explica de manera perfecta, y en este
caso con sobriedad, la historia del coronel. No obstante, el guion no es lo
suficientemente poderoso como para llegar a la excelencia de otras películas de
Sirk. Los personajes de Marha Hyer y Anna Kashfi son demasiado endebles y veo
al papel de Rock Hudson demasiado solo para sostener la película. Su proceso de
expiación a través de la protección de los menores coreanos es el núcleo
principal de la película, subrayando la espiritualidad del filme aunque también
se acompañen escenas de combates aéreos, pero a mí se me queda un poco corto el
tema para tener la sensación de haber visto una gran película.
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