Dios Eastwood ha estrenado
nueva película (¿la última?) siendo motivo de regocijo y alborozo para los
miembros de la iglesia eastwodiana. Y, además, lo ha hecho recuperando un buen
pulso narrativo en una película bastante más interesante que Cry Macho
con lo que podría, si fuera la última, ser una despedida digna de la leyenda
californiana.
Jurado número dos está planteada
como película de suspense y drama judicial. Explica la historia de Justin Kemp
(Nicholas Hoult), un hombre joven, a punto de ser padre, que es designado como
jurado para juzgar a un hombre acusado de haber matado a su novia, que es
interpretada por una de las hijas del propio Eastwood, la que tuvo con
Francesca Fisher. Acusado y novia, ambos de temperamento violento,
protagonizaban una discusión acalorada en un bar según vieron unos testigos
cuando ella apareció muerta poco después en las proximidades de la localidad. Pero, en
realidad, fue atropellada por un vehículo que conducía Justin, el cual no fue
consciente del hecho y pensó que había golpeado a un ciervo. Justin se da
cuenta de su implicación accidental en la muerte de la chica y, al tener
antecedentes de haber conducido bajo los efectos del alcohol, un amigo abogado
le aconseja que no diga la verdad ya que podría verse condenado a una dura
sentencia con muchos años de permanencia en la prisión.
Entonces, lo que intenta es que
el acusado sea absuelto. Se da un momento parecido a Doce hombres sin piedad,
al principio todos los miembros del jurado, menos un policía jubilado, ven
clara la culpabilidad y Justin solicita que se den un tiempo para hablar, como
pedía el jurado número 8 en el clásico de Sidney Lumet. De hecho, en esta parte
Justin sigue la estrategia de Henry Fonda y trata de introducir esa duda
razonable que exima al acusado de la declaración de culpabilidad. La situación se enquistará, logra que una
parte del jurado cambie la decisión, pero otros mantienen firmemente la opinión
que el acusado es culpable. Estando su mujer a punto de dar a luz, en un
embarazo con problemas, habiendo además conocido ella la verdad de la situación
y pidiéndole que se inhiba, Justin claudica y se llega a un veredicto de
culpabilidad que desencalla la situación. No obstante, la fiscal del caso ha
empezado a sospechar de la no culpabilidad del acusado ante la firmeza del
abogado defensor defendiendo la inocencia de su cliente, así como por las
pruebas que empezó a manejar el expolicía cuando investigó el caso y luego fue
expulsado del jurado (de hecho, fue un error que en la tacha no le preguntaran
por su antigua profesión que le inhabilitaba para ser jurado). Finalmente, las
sospechas de la fiscal acabarán en el convencimiento respecto a la inocencia
del acusado y culpabilidad de Justin. Aunque esa certidumbre no favorece dejar
las cosas claras.
La película es muy ágil en
cuanto a la narración de la historia, no hay tiempos muertos y todas las
escenas van incrementando el suspense hasta la resolución, con una buena
descripción de los personajes. El estilo y oficio de Eastwood no se pone en
duda.
Pero, además, el guion, a
diferencia de algunas de las películas de sus últimos años, ofrece puntos de
interés parecidos a los que Eastwood planteaba en Mystic River. Hay una
complejidad moral en las acciones de varios personajes y Justin, al igual que
el personaje de Sean Penn en Mystic river, aprenderá a convivir con una
mentira para no purgar sus acciones criminales, aunque en el caso de Justin
fuera una acción involuntaria, que no le libraría de responsabilidad penal al
ser manifiestamente negligente conducir borracho. De todos modos, la ambigüedad
moral podría llegar a hacer pensar que la solución con el veredicto es buena.
Justin parece que llevará una vida feliz junto a su mujer e hijo, rehabilitado
de sus adicciones con el alcohol mientras que el acusado, aunque sea inocente,
es un tipo agresivo, perteneciente a alguna banda criminal y que trata fatal a
su novia, provocando con la discusión que la chica volviera sola a casa por la
carretera, de noche lloviendo y borracha.
¿Podría ser ejemplar que un bicho así estuviera en la cárcel, aunque sea
por un crimen que no cometió?
Luego está la crítica al
sistema judicial. La tacha de testigos se hace de manera incorrecta. Y la
fiscal no dedica la suficiente atención al caso. Preocupada por su cargo al que
opta para su reelección, para ella es más fácil y popular una sentencia
condenatoria y se deja llevar por pruebas circunstanciales y un testigo poco
fiable pues involucra directamente al acusado en el lugar del crimen, pero era
de noche y estaba diluviando, con lo que la aseveración del testigo, incluso
aunque tuviera la vista de un lince, daría lugar a pensar en una duda
razonable. Cuando advierta el error, ya será tarde y el acusado habrá sido
condenado a prisión perpetua. Su redención ya es complicada y, dado el final, no
queda claro si es posible.
Eastwood dedica un primer plano
de la película a Temis, la diosa de la justicia, que reaparece en otros planos.
La institución del jurado es un logro de la democracia americana, una institución
para favorecer la aplicación de la justicia, pero Temis puede ser inducida a
error por la fragilidad moral de los hombres. Ese es otro de los mensajes de la
película.
No es la primera vez que
Eastwood tocaba el tema del falso culpable. Ya lo había hecho en Ejecución
inminente e incluso me parece más significativo que haya declarado en muchas
entrevistas que una de sus películas favoritas es Incidente en Ox-Bow, la
obra maestra de William Wellman que vio en su adolescencia. Temis, por culpa de
los hombres, actúa por error tanto en el linchamiento de Dana Andrews en Incidente
en Ox-Box, como en esta película en que la justicia actúa con principios
procesales garantistas. Y eso es lo grave.
Warner no ha promocionado
adecuadamente la película. Se ha estrenado solo en 30 salas en Estados Unidos y
su difusión se hará mayoritariamente por streaming. Incluso se dice que el
estreno en salas se hace como deferencia a Eastwood, ligado a la productora
desde hace más de medio siglo. Está claro que la productora no apuesta por esta
película para los Óscars del año que viene. Desde este punto de vista, como leía
hoy en un artículo, parece una salida del mundo del cine por la puerta de atrás
pero, sin llegar a la excelencia de sus mejores películas, sí estamos hablando de
un filme notable en el que el nonagenario Eastwood demuestra que aún tenía buenas
historias que contarnos.