En Shane, Raíces
profundas según su título en España, se muestra una tierra todavía tan
salvaje que la comunidad de agricultores que se pretenden asentar en el
territorio no ha construido todavía una iglesia y un colegio. Diseminados por el valle,
los agricultores aguantan las embestidas de Ryker, el terrateniente ganadero
que explota el territorio sacando menos rendimiento económico del que pueden conseguir
los nuevos pobladores; si bien él llego antes a esos parajes, luchó contra los
indios y logró establecerse.
A ese territorio, en el que se
larva un conflicto a punto de estallar, llega Shane, un hombre que vagabundea
sin rumbo fijo, del cual no tendremos ninguna información sobre su pasado, pero
del que pronto veremos que es diestro con las armas. Contratado por Starret,
que tiene una granja con su mujer y su hijo, intentará adaptarse a la vida de
granjero, pero no podrá culminar ese proceso. Ryker, dispuesto a utilizar armas
de fuego para desalojar del valle a los agricultores, contratará a Wilson, un
pistolero profesional dispuesto a matar a quien sea por dinero. En el fondo, Shane
y Wilson pertenecen al mismo gremio, pistoleros a sueldo, solo que Shane, atraído
por la vida familiar que representan Starret y su mujer, se ha situado en el
lado correcto.
Por ello, como comentaba ayer
con Jordi, a Shane le pasa como a otros héroes del western: pueden ayudar a
formar una comunidad, de hecho, su ayuda es imprescindible, pero luego no pueden
pertenecer a la misma. Así pues, se asemeja al Tom Doniphon de El hombre que
mató a Liberty Valance, el Ethan Edwards de Centauros del
desierto, el Jeff Webster de Tierras lejanas o el hombre de la
armónica de Hasta que llegó su hora. Todos estos héroes tienen demasiadas
cuentas pendientes que saldar con su pasado y se autoexcluyen de la comunidad.
George Stevens dirige muy bien
el filme, aprovecha el paisaje y decorados para tener bien fijadas las
referencias entre las grandes montañas nevadas, el valle y la única zona mínimamente
urbana que es el almacén de Grafton, al lado del cual hay un bar. Consigue
filmar grandes escenas como el duelo entre Jack Palance y Elisha Cook jr., casi
un asesinato a sangre fría; los colonos enterrando al personaje interpretado
por Cook y como Van Heflin logra volver a unirlos; la fieta del 4 de julio, celebrando
la formación de la nación y el aniversario de boda de Heflin y Jean Arthur; la
lucha entre Shane y Starret ya que el primero entiende que llega el momento de
afrontar un trabajo de especialista y no puede dejar a su amigo frente a
Wilson; y el duelo entre los dos pistoleros, con el niño interpretando por
Brandon De Wilde mirándolo desde la puerta del bar.
Sin duda, uno de los mejores
westerns de la historia del cine.
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