Después de muchas décadas,
vuelvo a ver El sirviente, de Joseph Losey, película rodada en 1963 y la
disfrutó mucho en una copia en blu-ray que permite verla en una, aquí
imprescindible, versión original.
Tony (James Fox), un hombre
inglés de clase alta contrata a Hugo Barret (Dirk Bogarde) como mayordomo. Tony
tiene una novia llamada Susan (Wendy Craig) que tiene recelos hacia Barrett, un
modelo de eficacia y de buena disposición hacia su patrón con el que ha
establecido muy buena relación, viendo algo raro en él por su ubicuidad
habiendo incluso entrado en una habitación donde estaban los dos jóvenes en la
intimidad. Por otra parte, Tony y Susan parecen una pareja inglesa muy
convencional, un poco aburrida incluso.
Barret convence a Tony de la
necesidad de contar con una criada que le ayude a llevar la casa y, casualmente, su
hermana está dispuesta para ese trabajo. Así, Barrett introduce en la casa a
Vera (Sarah Miles) que empieza a insinuarse ante Tony consiguiendo establecer
una relación con él. En ese momento, ya se revela al espectador que Barret y
Vera no son hermanos sino amantes, así como que compartir a Vera es un medio de Barret
para alcanzar algún fin. Una noche, Tony y Susan regresan inesperadamente y
sorprenden a Barret y Vera en la cama de Tony. Tony se enfurece, no puede
evitar que Barret dé a conocer ante Susan la relación de su novio con Vera y
expulsa tanto a Barret como a Vera, marchándose luego Susan que rompe con Tony.
Se ven unas escenas de Tony
solo en la casa, absolutamente desorientado por la dependencia psicológica que ha adquirido respecto de Barrett y éste lo busca en un pub, le dice que Vera también le ha
engañado a él y le ruega que vuelva a poder trabajar en su antiguo lugar de
mayordomo. Pero ya nada será como antes, empieza a haber un trato de tú a tú y
hay un momento en que parecen más compañeros de piso que otra cosa. Aparece de
nuevo Vera, pidiendo perdón a Tony pero vemos que, en realidad, vuelve a ser
otra manipulación de Barrett. Finalmente, hay una fiesta con varias mujeres en
la casa, estando también Vera, y los papeles se han invertido totalmente,
Barrett está por encima de Tony y se ha dado la vuelta a la situación inicial. Él
es la persona dominante en la casa.
Basada en una novela de Robin
Maugham, el dramaturgo Harold Pinter firmó el guion de la película e incluso
hizo un cameo en una escena. Una lectura de la película se puede hacer en base
al conflicto de clases y así la veía Diego Fusaro en su libro Historia del
precariado, cuando cita dos películas a lo largo del mismo y una es ésta y
la otra Las uvas de la ira.
Pero lo más atractivo de la película es mostrar la
manipulación psicológica que se puede hacer sobre un individuo y la manera en
qué se hace. Barrett, eficaz y meticuloso en su trabajo, es imprescindible para Tony pero
despierta recelos en su novia Susan. Entonces será el sexo el instrumento que
utilizará Barrett para empezar a desequilibrar a Tony. Introduce a su supuesta
hermana Vera en la casa y ésta es la que consigue, con su manera de vivir la
sexualidad que se intuye muy diferente a la de su convencional novia,
desestabilizar la situación. Así, Barrett empieza a dominar a Tony a través del
sexo y, justamente cuando Barrett anticipa una vuelta y Vera está acostada con
Tony, es éste quien se ha de ocultar de su criado. Luego, cuando Tony se ha
quedado solo y vuelven a estar juntos tienen una relación de igual a igual
hasta que Barrett, con las mujeres que trae al final del filme en lo que parece
una orgía, ha pasado a ser la persona dominante del escenario.
Me imagino que, en una película
inglesa de 1963, habría dificultades para mostrar de manera más explícita los
aspectos sexuales de la historia, tratados en ocasiones de manera elíptica.
Pero un plano de Losey sobre la pared de la habitación de Barrett, en la que hay unas
fotos de culturistas, parece indicar la bisexualidad del mayordomo y,
potencialmente, que pudiera haber también algún acercamiento sexual entre él y
Tony. Todo esto quedaría en la imaginación del espectador, no se podía hacer
alusiones explícitas a la homosexualidad en un país que no despenalizó esas relaciones
hasta finales de la década de los sesenta.
Losey utiliza muy bien el decorado de la casa y lo filma de tal manera, con ángulos picados, contrapicados y planos sobre un espejo, que hay una sensación de opresión, de desequilibrio. Todo esto afecta al personaje de Tony, arrastrado hacia una desestabilización, mientras es Barret quien triunfa en este ambiente recargado y asfixiante que retrata Losey.
Losey también dirige muy bien a los actores. Todos hacen grandes interpretaciones, pero el papel de Barrett
daba a Bogarde más posibilidades de lucirse y lo bordó. La evolución del
personaje, con el cambio en el tono de la voz y en la gestualidad hasta convertirse en el director de la función que se representa en esa casa, fue
interpretada de forma magistral por Bogarde. También James Fox, debutante en
esta película, realiza una buena interpretación, así como una joven Sarah Miles
que consigue ser muy sensual y provocativa, gracias a la dirección de Losey,
sin enseñar nada.
Gran película.
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