Dirigida en 1961 por Keisuke
Kinoshita y nominada al Óscar a la mejor película extranjera, Un amor
inmortal es un melodrama de corte clásico, comparable a los que hizo Sirk
en América o Maruse en el mismo Japón.
La acción de la película tiene
lugar a lo largo de varias décadas en cinco capítulos que pasan en los años
1932, 1944, 1949, 1960 y 1961.
La película empieza con un
hombre llamado Heibel que vuelve tullido de la guerra chino-japonesa. Es el
hijo de un poderoso y rico propietario agrícola y se enamora de una chica,
llamada Sadako, comprometida con Takashi, un chico de clase humilde como ella
que sigue en el conflicto bélico sirviendo como soldado. Jeibel, rechazado en un primer momento, viola a Sadako
y luego, mediante un arreglo entre las familias, la obliga a casarse con él,
afectando tanto a la chica que intenta suicidarse. Mientras tanto, vuelve
Takashi del frente y, en un principio, planea huir con Sadako pero le deja una
carta diciéndole que, por las posibilidades económicas de Heible, es mejor que
esté con él.
La acción salta doce años y
vemos que los protagonistas son padres de tres hijos, siendo el mayor, fruto de
la violación, el preferido del padre. El matrimonio es infeliz ya que Heibei
nunca ha asumido que, en realidad, su mujer amaba y sigue amando a Takashi. Sadako ha asumido
el papel de esposa y madre de forma responsable frente al comportamiento
despótico del marido. Se presenta en la casa la mujer de Takashi, que es
contratada de manera maliciosa por Heibel para torturar psicológicamente a su
mujer, mientras Takashi ha sido movilizado de nuevo y, más tarde, está en
Hiroshima a donde acude a verlo su mujer.
Unos años más tarde, Takashi
vuelve al pueblo (en principio dice que viudo, aunque en realidad su mujer se
ha ido con otro) donde habitan Heibel y Sadako, aunque no tiene contacto con la
mujer y el marido sigue comportándose como un déspota machista sin ningún
atisbo de bondad en sus acciones. El hijo mayor de la pareja protagonista es un
chico rebelde, con mal comportamiento en la escuela y malcriado por su padre
para el que es su hijo favorito. Al enterarse de que es fruto de una violación,
el chico se suicida, inicialmente lo va a hacer en el río en que lo intentó su
madre y del que fue rescatada, pero finalmente lo hace en un volcán.
En los dos últimos capítulos,
la historia prosigue con la soledad del matrimonio de Heibei y Sadako. El segundo hijo varón
se va a Tokio y, al entrar en la Universidad, empieza a formar parte de grupos
de izquierda desmarcándose de la vida familiar. Y la hija se ha enamorado del
hijo de Takeshi, cosa que resulta inadmisible para Heibel. Por eso, es Sadako
la que permite ese matrimonio, los ayuda y los chicos parten a una gran ciudad.
En el quinto capítulo, ha pasado un año y regresan con un bebé, para ver morir
a Takeshi, gravemente enfermo. Entonces, mientras éste agoniza, por primera vez
en la película y después de treinta años parece que una brizna de humanidad asoma
en Heibei que accede a ir a conocer a su nieto y despedir a su archienemigo
Takashi.
Si un buen libro no se te puede
caer de las manos, una película requiere para ser buena mantener la atención de
manera constante y, en este sentido, es un modélico melodrama en que la acción
siempre es interesante y la progresión dramática de la historia avanza de
manera impecable. Amor, odio, remordimientos, perdón, deseo, venganza, envidia,
sumisión, rebelión, … todo un cocktail de sentimientos que da pie a un gran
melodrama, filmado con sensibilidad pero sin que resulte empalagoso o
reiterativo, con un gran final en que Sadako y Heibel, éste con sus muletas
avanzando con dificultad, se dirigen a casa de Takeshi para se supone que
enterrar un pasado que los ha torturado durante tres décadas.
Vemos como el paso del tiempo
ha cambiado al Japón, los medios de locomoción se modernizan y aparecen
electrodomésticos como neveras u otros aparatos modernos como el teléfono.
Además, frente a las diferencias de clase tan notorias al principio de la película,
resulta que la familia de Heibei ha perdido parte de su fortuna por culpa de
una reforma agraria tras la II Guerra Mundial impulsada, al igual que la
Constitución, por los americanos. Eso hace que el rechazo al matrimonio de su
hija con el hijo de Takeshi, empleado en una central eléctrica, no pueda verse
como un problema de clase (que sí hubiera existido en el inicio del filme) sino
como la huella del odio que sigue albergando dentro de si el resentido Heibei. Otro
aspecto positivo del filme es verlo como una evolución de la sociedad japonesa
en que las férreas estructuras anteriores a la II Guerra Mundial, con el
machismo brutal que sufre la protagonista, han cedido y los hijos de Sadako y
Takeshi forman una nueva pareja urbana en el contexto del despegue económico
del país en los años 60.
Con una fotografía preciosa en
blanco y negro, la banda sonora es muy curiosa pues, además de quedar muy bien
en la película, resulta que es música flamenca y, por tanto, lo único que oímos
son acordes de guitarra española y castañuelas, así como voces acompañando en
idioma japonés.
Gran película
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