El nadador, rodada en un muy lejano ya 1968, es una película dirigida por
Frank Perry, si bien no llegó a completar todo el rodaje por discrepancias
artísticas siendo sustituido por Sidney Pollack.
Ned Merrill (Burt Lancaster) aparece al principio de la
película en una casa de unos amigos a los que ha ido a visitar, se baña en su
piscina y, mirando el condado en el que vive, se da cuenta que puede volver a su
casa pasando por diversas propiedades, todas con piscina, por lo que se plantea
llegar nadando un rato en cada una de ellas. De aspecto saludable, al parecer
vive con su mujer y dos hijas al otro lado del condado.
Mientras Ned va de piscina en piscina, se encuentra con una
antigua canguro de sus hijos, una chica de veinte años, que le acompaña durante
una parte de su viaje y le confiesa que estaba enamorada de él. Más tarde, se encuentra
en una casa con la única piscina vacía y un chico de unos doce años. Sus padres
están ausentes y nadan de manera ficticia en la piscina vacía. En otro momento
significativo del viaje, está en una casa donde hay una fiesta y reconoce un
carrito de comida que dice ser suyo, cosa que provoca un conflicto. Posteriormente,
aparece en la casa de una antigua amante con la que mantiene un diálogo tenso
y, en la última etapa de su particular viaje, llega a una piscina pública, ha
de pedir prestados 50 céntimos para entrar y empiezan a quedar ya claros los
problemas con su mujer e hijas. Saliendo de malos modos de la piscina pública,
atraviesa una autopista y llega a su casa, que está en un estado muy diferente
del que se podía imaginar viendo al personaje en el principio de la película
mientras cae un fuerte aguacero en contraste con el sol que ha lucido desde el
inicio del filme.
La película, siendo irregular, tiene la virtud de ir de menos
a más. Tiene un momento horrible mediada la película cuando, en un pequeño
hipódromo, corre en unas escenas, con la chica que fue canguro de sus hijas,
rodadas en cámara lenta y con una espantosa música. Pero la película va ganando
en interés porque refleja bien una pesadilla, una caída a los infiernos en un
marco propio del sueño americano, esas viviendas residenciales, bastante confortables,
en las afueras de una gran ciudad y todas con una piscina para refrescarse.
Perry fue un director de filmografía muy discreta. A pesar
de que está un muy buen actor como Burt Lancaster, los demás actores no dejan
ninguna interpretación digna de mención. Así pues, da la impresión que la
historia de John Cheever que dio lugar al guion podía haber dado mucho más de
sí en su adaptación cinematográfica.
Desigual pero interesante.
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