Leo Nos vemos allá arriba,
de Pierre Lemaitre y disfrutó mucho con un libro que pertenece al mejor género
de literatura: el que no aburre.
La acción se sitúa en noviembre
de 1918, y en el mismo mes de los dos años siguientes. Empieza, pues, con el
fin de la I Guerra Mundial y como un teniente llamado D’Aulnay-Pradelle, un
tipo arribista y sumamente despreciable, ordena en los últimos días del conflicto
una ofensiva para ganar méritos quedando heridos, en un confuso incidente, dos
soldados llamados Albert Maillard y Edouard Péricourt. Mientras Maillard ha
quedado enterrado es Péricourt el que, al caer sobre su compañero en el cráter
formado por las bombas, le salva la vida al removerlo. Pero las heridas de
Péricourt son más difíciles de sobrellevar en la postguerra pues ha quedado con
el rostro horriblemente desfigurado, siendo desde ese momento una figura
monstruosa que debe llevar máscaras. Albert se propone ayudar a Péricourt y,
aprovechando el desmadre organizativo del final de la guerra y la desmovilización,
intercambian una cartilla militar dando por muerto a Péricourt que adopta otra
identidad. Luego se presenta en el frente Madeleine, la hermana de Edouard, para
llevarse el cadáver de su hermano y Albert señala, con la siniestra connivencia
de Pradelle, una tumba llevándose la chica un cuerpo que cree ser el de su hermano
y será enterrado en el panteón familiar.
La acción salta unos meses y
Albert, que es de origen humilde, convive con Edouard, que viene de familia
adinerada pues su padre, al cual estuvo enfrentado, es banquero. Albert se
encarga de cuidar de Edoaurd y proporcionarle la morfina que necesita para
aplacar el dolor y a la que se acaba enganchando, como más tarde hará con el
consumo de heroína. Mientras tanto, conocemos que Pradelle se ha casado con Madeleine
Péricourt, hermana de Edouard, a pesar de la inquina que le tiene su suegro banquero
y siendo su único propósito pegar un braguetazo pues tiene numerosas amantes.
A partir de ese momento, el
motor de la acción en la novela serán dos monumentales estafas que hacen los
protagonistas. Por un lado, Pradelle hace uso de sus contactos y monta una operación,
a través de la adjudicación de fondos gubernamentales, para construir mausoleos
y trasladar allí los miles y miles de cadáveres enterrados apresuradamente
cerca del campo de batalla. La operación se realiza de manera chapucera y
corrupta acabando en un auténtico escándalo pues, en las exhumaciones, no se
guarda ningún rigor, se mutilan cadáveres para adaptarlos a minúsculos ataúdes,
se llegan a utilizar soldados alemanes pues se cobra a tanto alzado por cadáver
y se permite un mercado negro de objetos robados.
El otro timo lo diseña un
resentido Edouard Péricourt que utilizará sus dotes artísticas para dibujar proyectos
de mausoleos y captará fondos, con la ayuda de Albert, para supuestamente construir
esos monumentos a la mayor gloria de los caídos. En realidad, el objetivo es
trincar la pasta de ayuntamientos u hombres adinerados como el propio padre de
Edouard, el banquero Péricourt, y huir con el dinero a algún lugar de las
colonias francesas en ultramar.
La novela tiene un ritmo
endiablado, una gran agilidad y dibuja de manera precisa a los personajes haciendo
que, desde el principio, odiemos al despreciable Pradelle mientras nos
compadecemos, a pesar del timo que van a dar, de Albert y Edouard. Y también
tienen protagonismo, no solo el banquero Péricourt y su hija, la infortunada
esposa de Pradelle, que tiene un hijo al final de la novela; sino que también
hay varios personajes secundarios con mucha presencia e importancia en la trama.
La novela refleja el clima de
miseria moral existente en esa postguerra. De los dos timos, el de captar
dinero para hacer monumentos sin tener más objetivo que quedarse con el dinero
es ficticio, aunque como dice Lemaitre pudo haber ocurrido. En cambio, los desmanes
de Pradelle no son ficticios y, efectivamente, hubo un escándalo por
exhumaciones militares que estalló en 1922 en una mecánica parecida a la que
muestra la novela. Así pues, aparece esa crisis de moralidad a la cual no es
ajena nuestra época. Si en aquel momento se traficaba y ganaba dinero con cadáveres,
en los últimos años se ha hecho con mascarillas mientras había gente muriendo
en la UCI. Como decía el comisario Guthrie McCabe, interpretado por James Stewart
en Dos cabalgan juntos, siempre hay que estar atento a cómo está el
mercado.
Francia ganó la guerra, pero
perdió la paz. Conocemos, a través de Edouard y Albert que viven precariamente,
la situación difícil a la que se enfrentaron muchos excombatientes, con un gran número de lisiados, y que se enfrentaron a duras condiciones de vida en su readaptación
a la vida civil. Pero esa triste realidad del Paris de postguerra convive con
la corrupción en las esferas políticas y económicas del país. Si Italia perdió
la paz y cayó en el fascismo en 1922, al estado francés le costó más, pero, sin
duda, la I Guerra Mundial fue una losa que el país arrastró hasta su colapso en
1940.
Seguiré con la trilogía de Lemaitre
ya que me lo he pasado muy bien.