También los enanos empezaron
pequeños es una película de Werner Herzog realizada en 1970, siendo su
segunda película y que, en su planteamiento, es difícil de olvidar.
Un grupo de enanos viven en una
institución y provocan una rebelión contra todo orden establecido a partir de
la cual deviene un régimen de anarquía, con actos de crueldad que dejan sin
justificación los motivos de los enanos para haber caído en la insurrección.
Viendo la película, recuerdo
alguna otra en que los enanos son protagonistas. Me viene a la cabeza Freaks,
de Todd Browning, una inclasificable obra maestra en los albores del cine
sonoro, con el inolvidable enano Hans como protagonista víctima de una
vampiresa. O un western con enanos de protagonistas rodada en los años 30, The
horror of tiny town, protagonizada por Billy Curtis, un enano que
aparecería cuarenta años más tarde en Infierno de cobardes de Eastwood.
Pero una película que me ha
recordado la visión de este filme de Herzog ha sido ¿Quién puede matar
un niño?, de Ibáñez Serrador, rodada en 1975. Si en la película de Chicho
la subversión, en el marco de una película de terror, venía dada por la actitud
de los niños, aquí viene por parte de los enanos. Pero, además, como la
película de Herzog está rodada en Lanzarote, y aunque esté rodada en blanco y
negro, me han recordado sus casas blancas y cielos despejados el paisaje
similar de la película de Chicho, en la que al rodarla en color destacaba una
acentuada luminosidad. A veces, también la película de Herzog parece un filme
de terror usando las risas de los enanos como elemento para intranquilizar al
espectador, así como una música estridente, movimientos de cámara siguiendo las
irracionales acciones de los enanos y, en definitiva, creando un ambiente opresivo.
Está claro que Herzog trataba
de hacer una alegoría y hay una clara crítica sobre la sociedad occidental, así
como de la religión en una procesión que hacen los enanos con un mono
crucificado. Pero, si los enanos se han
rebelado en una institución que era como una especie de prisión que los
oprimía, todas sus acciones son incoherentes, anárquicas y violentas. Tal vez
Herzog quería significar la imposibilidad de convivir racionalmente y que
buscar eso es un objetivo inalcanzable.
En cualquier caso, lo más
definitorio de la película es que, y esto no es una novedad en Herzog, es
tediosa. El metraje no es excesivo, está sobre los 90 minutos, pero a mí se me
ha hecho larga. Vale la pena verla por ser una rareza (incluyendo una banda
sonora con isas canarias), pero se me ocurren un millón de títulos para pasarlo
mejor que con los enanos de Herzog.
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