Alberto Crespi realiza una elección
bastante obvia y, para hablar de la I Guerra Mundial en el cine italiano,
escoge La gran guerra (1959) de Mario Monnicelli.
La acción se inicia en un
centro de reclutamiento y como allí se conocen dos personajes: un idealista
anarquista de origen milanés llamado Giovanni y un timador proveniente de Roma llamado
Oreste. Oreste fingirá poder interceder por Giovanni ante el oficial de turno y
le sablea 20 liras en un inicio cómico. Cuando poco después se reencuentren,
primero hay tensión tras una persecución por parte de Giovanni recriminándole
el timo, pero luego comprueban que tiene en común una indiferencia hacia el
conflicto, nulo patriotismo y ganas de escaquearse, por lo que se hacen
camaradas.
El tono cómico prosigue con
escenas como, por ejemplo, cuando están tendiendo unas líneas telefónicas y
acaban contactando con el ejército austríaco en vez del italiano; pero también
convive con describir la realidad del conflicto, las duras condiciones en el frente,
así como las inevitables pérdidas humanas. Y, en algunos momentos, el tono es
tragicómico, como cuando una gallina se pasea en la zona de nadie entre las trincheras
italianas y austríaca siendo codiciada por los soldados de ambos ejércitos.
Giovani y Oreste, siempre dispuestos
al escaqueo, se presentan voluntarios para una misión de mensajería y se duermen
en un pajar. La ofensiva de los austríacos hace que, al despertarse, esa zona
haya sido ocupada y son hechos prisioneros. Debido a la torpeza de Oreste, el
comandante austríaco se entera que ellos conocen el lugar exacto en el que el
ejército italiano construirá un puente. Amenazados con ser fusilados si no
revelan el lugar, y con la misma dignidad que el general de la Rovere de Rossellini,
preferirán ser fusilados. En una última gran escena, veremos el contraataque
italiano, como los compañeros especulan sobre la posible deserción de los
protagonistas y como yacen los cadáveres mientras avanzan las tropas italianas.
Por supuesto, uno de los
activos importantes de la película es contar con dos monstruos como Vittorio Gassman
y Alberto Sordi, con un papel también para Silvana Mangano, interpretando a una
joven prostituta que tiene una relación con Gassman. Y otro activo es el guion
de Luciano Vicenzoni y la dirección de Monnicelli, con ese equilibrio entre humor
y drama para explicar un acontecimiento histórico tan importante para Italia como
la I Guerra Mundial, que influye directamente en el advenimiento del fascismo
cuatro o cinco años después.
Crespi destaca el tratamiento de
la película desmitificando la épica con la que la monarquía italiana, y luego
el fascismo, trataron el conflicto. No solo en los protagonistas, sino que tampoco en el resto de la tropa, ni en los oficiales, hay un ánimo patriótico por luchar y eso se podría
extender a otros países en conflicto; los políticos iban por un lado llevando a
Europa al desastre, pero la gente del pueblo fue la que, con poco entusiasmo,
pagó el horror en el campo de batalla.
Por ello, fue una película
incómoda y que tuvo dificultades para recibir apoyo en los medios oficiales del
país hasta que el entonces ministro de Defensa, Giulio Andreotti, leyó el guion
y allanó el camino para que se recibiera el apoyo logístico necesario por parte
del ejército.
Crespi destaca otra cosa importante
que muestra la película. Vemos que, de los dos protagonistas, uno es romano y
otro milanés. Pero hay compañeros de otras regiones de Italia, y en la película
se pone de manifiesto. Crespi explica la importancia que tuvo el conflicto para
acercar gente de distintas partes de Italia que vivían muy aislados unos de
otros. Siendo un país joven, con solo unos cincuenta años de existencia, el hecho
que en el frente convivieran centenares de miles de soldados de toda Italia contribuyó a forjar una
conciencia nacional en las trincheras del campo de batalla.
Película imprescindible por su
importancia histórica y por ser una gran película.
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