El Barça de Xavi ganó 1-0 al
Mallorca y sigue con respiración asistida en la Liga, no tanto por la distancia
en puntos (a cinco del Real Madrid con un partido más) sino por el juego pésimo
que exhibe.
La primera parte fue tan mala que
casi ni me fije. ¡Vaya!, como si no la hubiese visto. Un juego espeso en ataque
con pocas ocasiones, apenas el penalti que provocó Rafinha y marró Gündogan, y
la única acción destacada del casi siempre decepcionante Joao Félix, en un chut
ajustado al palo.
En la segunda parte se pusieron
más ganas. Fermín, que salió al campo sustituyendo al lesionado Rafinha poco
antes del descanso, agitó con su dinamismo habitual el partido junto a un bullanguero
Tigrinho, sustituto del abúlico Joao Felix. Al jugador brasileño se le vio con
muchas ganas y se agradece el esfuerzo frente a otros jugadores consagrados que
sudan poco la camiseta.
Pero el factor diferencial
volvió a venir de las jugadas de Lamal. Sin estar haciendo un gran partido,
dejó dos destellos de super clase. En el primero, un chut muy potente hizo temblar
el travesaño de la meta mallorquinista pero, en el segundo, tirando a colocar con
la izquierda desde una posición parecida, la clavó en la escuadra y resolvió el
partido.
Poco más a partir de entonces.
Una buena combinación en ataque dejo a Gündogan en buena posición para el
disparo pero, ayer, el jugador teutón tenía las piernas de mantequilla y el
balón llegó manso al portero mallorquinista. Poco después, y para amarrar el
resultado, Xavi retiró a Gúndogan y puso en el campo a Oriol Romeu.
Y el próximo martes, el partido
más importante de la temporada. Las sensaciones son malas, pero hay que tener
fe y pensar que el Nápoles también tiene sus carencias y limitaciones que le
hacen transitar octavo en la liga italiana.
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