Considerada como un título
menor de Ford, Los tres padrinos es una película no exenta de interés y
que contiene en muchos momentos cine de alta calidad.
Ciertamente, y comparado con
otros westerns, es una historia muy sencilla. Tres ladrones de caballos (John
Wayne, Pedro Armendáriz y Harry Carey jr.) deciden atracar un banco en una
ciudad recién fundada en Arizona. Escapan, pero se adentran en el desierto y se
les ha acabado el agua, con lo que su situación es muy mala ya que el sheriff
del pueblo (Ward Bond) les persigue bloqueando los puntos del territorio que
pueden contener agua. Vagando por el desierto, encuentran en un carromato una
mujer que está a punto de dar a luz mientras su marido ha desaparecido. Asisten
a la parturienta y, mientras ésta agoniza, le prometen que se harán cargo del
neonato. Machacarán cactus para extraer agua y seguirán andando con el pequeño,
intentando llegar a una ciudad y ponerlo a salvo, sacrificando cualquier
situación personal en beneficio del menor. Armendáriz y Carey pagarán con la
vida ese sacrificio y solo Wayne logrará poner al bebe a salvo y enfrentarse a
un proceso judicial, muy peculiar en sus normas procesales, por el que será
condenado a una pena suave de un año de prisión tras el cual se supone se hará cargo
de su ahijado, provisionalmente cuidado durante ese año por el sheriff y su
mujer.
Situada entre obras de mayor
calado, Fort Apache y La legión invencible, parece que Ford
escogió esta historia para hacer un homenaje a Harry Carey, desaparecido el año
anterior, así como mejorar haciéndola en color una versión anterior que él
mismo realizó en 1919. El hecho de rodar películas sencillas después de haber
dirigido obras de gran complejidad fue un patrón que también vio nacer a Caravana
de paz o La taberna del irlandés.
Aunque la historia sea
sencilla, Ford llega a alcanzar un intenso lirismo al rodar una historia, con
momentos tan dramáticos, apoyándose en la fotografía de Winton Hoch y los
incomparables escenarios del californiano Valle de la Muerte. Así pues, se
trata de una película muy brillante en el aspecto visual y con momentos muy emocionantes,
aquellos en que los personajes ya no pueden soportar más la dureza del
territorio, pero sienten un deber hacia el pequeño. Así, es Carey el primero
que cae exhausto por haber renunciado a beber agua que necesita el pequeño;
luego será Armendáriz quien accidentalmente caiga y se rompa una pierna ante lo
cual, y como haría años más tarde en la vida real al saber que tenía un cáncer
de estómago, se suicida pegándose un tiro.
Solo Wayne seguirá con grandes
dificultades con el niño en brazos y, en unas escenas en que asoma el
catolicismo de Ford y están admirablemente bien filmadas, se obrará un pequeño
milagro y aparecerán unos animales de carga con los que podrán volver a la
ciudad en que se había iniciado la acción y el pequeño quedará a salvo. El
epílogo del filme es más relajado, aflora el sentido del humor de Ford y se
celebra un juicio, siendo la sala de audiencias el propio bar del pueblo, en el
que el juez condena con un gran margen de discrecionalidad al reo a un año de
prisión e, inmediatamente después de golpear con un mazo dando fin al juicio,
se pide un bourbon.
Una obra menor con momentos de
obra mayor y, en cualquier caso, estimulante película de Ford.
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