Buena tarda de teatro en el
Lliure viendo L’imperatiu categòric, escrita y dirigida por Victoria
Spunzberg y con dos únicos protagonistas: Àgata Roca i Xavi Sáez.
Explica una historia de
precariedad que, contrariamente a la asociación que se hace de ese estado en
relación con gente joven o marginal, aquí se da en una mujer entrada ya en la
cincuentena de años, ocupada laboralmente y que, además, trabaja en la Universidad
como profesora de filosofía. No obstante, al ser profesora asociada, se empieza
a entender durante la obra la precariedad que sufre, a punto de ser desahuciada
de su piso, comprado por un fondo buitre, en el que de todos modos no podía
dormir por el incivismo de unos vecinos extranjeros poniendo la música alta; y
condenada a pagar un alquiler excesivo por un loft que es un cuchitril.
La angustia que sufre se ve
agravada por los hombres con los que se relaciona a lo largo de la obra: un
comercial de pisos, un profesor universitario del mismo Departamento, un doctor
del servicio público de salud, un ligue de Tinder, el camarero del restaurante
donde cena con el de Tinder y un mosso d’esquadra que la atiende cuando realiza
al final de la obra una autoinculpación. Todos los personajes masculinos, marcados cada
uno en su ámbito por una actitud canallesca, son interpretados por Xavi Sáez en
una camaleónica y frenética actuación pues va cambiando de registro a veces en
pocos segundos.
La protagonista ve un mundo a
lo largo de la obra muy alejado del imperativo categórico kantiano, lo cual la
trastorna y hace que, teniendo un cuchillo en el bolso durante toda la obra que
accidentalmente encuentra en el piso que le enseñan en la primera escena, caiga
a los infiernos y abandone la rectitud e integridad con la que circula por la
vida.
Todo ello en clave de comedia,
aunque sea amarga, pero con diálogos y situaciones muy divertidas, muy buena
escenografía e interpretaciones espléndidas de Roca y Sáez.
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