Siguiendo
con el libro de Crespi sobre la historia de Italia en 15 películas, veo Diaz:
No limpiéis esta sangre, dirigida en 2012 por Daniele Vicari.
Crespi escoge
esta película para el momento histórico del cambio de siglo. La película recoge,
en un tono semidocumental, los sucesos que tuvieron lugar en la cumbre del G-8
en Génova, celebrada en julio de 2001, con una brutal represión policial que supuso,
según declaraciones de Vicari que recoge el libro de Crespi, una suspensión de
facto del Estado de Derecho. Después de un clima de tensión y algaradas en las
calles, el punto más conflictivo vendría cuando la policía irrumpió de noche en
una escuela, cedida para la ocasión por el Ayuntamiento genovés, en la que se
hallaban descansando grupos que participaban en las protestas. La policía
justificó con pruebas falsas su intervención, hubo muchas detenciones y se
llegó a practicar tortura, un crimen que no estaba tipificado en el Código
Penal italiano en aquel año 2001. Se incorporó posteriormente al Código Penal
en el año 2017, con un tipo agravante si se producía por parte de un policía en
un interrogatorio pero, según noticias de prensa de hace un año, Giorgia Meloni
quería abolirlo. No parece que, ahora mismo, haya conseguido derogarlo, pero tan
solo la propuesta de llevarlo a cabo es toda una declaración de intenciones de
la primera ministra italiana.
Aunque habían pasado diez años, Vicari prefirió no rodar en los escenarios donde tuvieron lugar los hechos y ser rodó en parte en Rumanía, reproduciéndose en ese país la escuela que fue asaltada por las fuerzas policiales italianas.
Como película, Diaz; no limpiéis esta sangre me resulta insuficiente. Vicari opta por crear un
clima de horror, filmar la película de manera coral contribuyendo a hacerla más
compleja y exponer de manera cruda alguna de las torturas, como cuando los policías
desnudan y amedrentan a una joven manifestante en la comisaría. Pero no me ha gustado la manera de narrar de Vicari,
me parece atropellada, con flash backs que generan confusión y contribuyen a
que sea dispersa. Creo que es una película
narrativamente espesa a pesar de que lo que expone es muy interesante.
Crespi explica que, catorce años después de los sucesos, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sancionó al Estado italiano y criticó esa falta de regulación del delito de tortura. El estado italiano subsanó dos años más tarde esa carencia y está por ver si Meloni se saldrá con la suya y logrará abolirlo. Parece que Crespi, que editó la última versión del libro en 2018, mucho antes de la llegada al poder de Meloni, escribe de manera profética al final del capítulo: Siamo un Paese in cui molti fantasma non sono morti e, come cantava Franco Califano, non escludono il ritorno. .
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