El narrador de la novela es un
hombre occidental que, estando en Rusia, coincide con Vadim Baranov a través de
unos mensajes en redes sociales a propósito de la novela Nosotros de
Zamiatin, de la cual ambos son admiradores. A partir de ahí, se conocen y
Baranov empieza, primero a referir la vida de su padre y abuelo, cosa que
permite dar una visión rápida de la historia de Rusia en el siglo XX y, en
segundo lugar, le explica sus actuaciones como hombre para todo dentro del
círculo de Putin, es decir, lo que podríamos llamar hoy, ya que está de moda la
palabra, como un fontanero.
Aunque Baranov sea un personaje
ficticio en la novela, está inspirado en Vladislav Surkov, ideólogo principal
del Kremlin, asesor de Putin hasta 2020 y, por lo poco que ahora se sabe de él,
sigue con vida que no es poca cosa en ese país tan conflictivo tras, según se
dice, haber caído en desgracia.
Baranov llega al círculo
cercano a Putin gracias a otro hombre importante en la Rusia de la época de
Yeltsin, Borís Berezovski, multimillonario de los que saquearon Rusia en los
noventa e influye en que Yeltsin ceda el poder a Putin. Como sucede muchas veces,
los hombres a los que se les da el poder arremeten contra sus antiguos mentores
y Berezovski acabó teniendo problemas con Putin, exiliándose en Reino Unido y
apareció muerto en 2013 en lo que se calificó como un suicidio.
Putin sigue la lógica de los
mecanismos del poder y la influencia sobre las masas que ha tenido en Rusia
“maestros” como Stalin. Así, le refiere su admiración por el dictador georgiano
que, si se producían desastres ferroviarios, lo solucionaba acusando de
sabotajes al ministro encargado de transportes, lo purgaba y lo fusilaba.
Probablemente, los problemas en el transporte ferroviario proseguían, pero se
había dado una válvula de escape a la rabia del pueblo y eso era lo importante.
Siguiendo esa lógica, para paliar el descontento por la existencia de muchos
oligarcas que habían saqueado al Estado en la época de Yeltsin, Putin decidió
encarcelar al empresario de moda, Mijaíl Jodorkovski, el hombre más rico de
Rusia. Pasó un tiempo en prisión, fue condenado a 14 años de cárcel y luego
indultado, exiliándose a Reino Unido, pero lo importante es que Putin se cargó
a toda esta gente y Jodorkovski fue uno de los cabezas de turco más llamativos.
Con ello, Putin había saciado la rabia del pueblo.
La impresión es que el pueblo
ruso lo aguanta todo y necesita de una figura autoritaria. En un momento dado,
se dice que, pese a todas las atrocidades que pudiera haber cometido Stalin,
sigue siendo una figura histórica recordada e incluso añorada. En la novela,
vemos a un Putin que comprende esto, el carisma que le da a un líder mostrarse
autoritario, ya sea mandando misiones bélicas a varias zonas del mundo o
haciendo una exhibición personal de fuerza, practicando judo o metiéndose en
pleno invierno en un agua helada en bañador, cuestiones estas últimas que, por
edad, ya no está en condiciones de hacer. A base de mostrar una brutalidad en
su respuesta a los atentados chechenos al acceder al poder, empezó a forjar su
aura de dirigente duro y temible para potencias extranjeras que habían
ninguneado años atrás a Rusia.
Las reflexiones que hace
Baranov sobre la historia de su país son amargas, pero lúcidas. En la Europa de
finales del siglo XIX, algunos soñaban con hacer la Revolución. En Rusia la
hicieron en 1917. En gran parte del mundo occidental se defendía el comunismo,
en Rusia lo sufrieron setenta años. En parte de Occidente, se teorizó sobre las
bondades del libre mercado y la no intervención del Estado en la economía, en
la Rusia de los noventa el Estado desaparece en el ámbito económico y privatizan
a lo bestia beneficiándose un puñado de oligarcas. Ahora, con Putin, han
recobrado la figura de un autoritarismo y sociedad regresiva en reconocer
derechos individuales que, viendo las imágenes de la Guardia Nacional
desplegada estos días en Los Ángeles según órdenes de Trump, parece exportable
a gran parte del mundo.
Baranov acaba explicando sus
últimos años cerca de Putin. Participa activamente en la organización de los
JJOO de Sochi y también explica los primeros desmanes de Putin en Ucrania en
2014 que, en principio, no le supusieron grandes problemas de imagen. Ucrania
ya estaba ocupada parcialmente desde 2014 y eso no impidió la celebración del
Mundial de Rusia en 2018.
Y acaba haciendo unas
reflexiones interesantes que van más allá de Rusia. Explica que ya estamos en
una sociedad militarizada y que, si en los años 50 la aspiración del KGB era
tener un sistema para controlar todas las relaciones de un ciudadano soviético,
ahora las posibilidades son mucho mayores gracias a los chicos de Silicon
Valley, y escribe: “Los californianos han superado todos los sueños de los
viejos burócratas soviéticos. No hay límites a la vigilancia que han conseguido
instaurar. Gracias a ellos, cualquier momento de nuestra existencia se ha
convertido en una fuente de información.”
Primera novela del ensayista y
analista político italosuizo Giuliano da Empoli, es una novela interesante y
absolutamente recomendable.
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