martes, 24 de junio de 2025

ÉL

 

Veo por enésima vez Él (1953), de Buñuel. Siempre se disfruta con una obra maestra y pocas veces se ha mostrado la locura de un enfermo mental como la que tiene Don Francisco Galván (Arturo de Córdoba), el protagonista del filme.

Es una película que empieza con unos cinco minutos, sin diálogos, tan excelentes que están entre lo mejor que rodó Buñuel. Vemos al protagonista asistiendo a la ceremonia religiosa de un lavatorio de pies y como, de la obscenidad con la que el religioso lava y besa el pie de un adolescente, pasamos a la atracción erótica que experimenta Francisco cuando, siguiendo un travelling su mirada, repara en los pies de Gloria (Delia Garcés), con la posterior atracción mutua expresada en los primeros planos de los actores.

La obsesión le hace lanzarse a buscar a la chica tras la ceremonia, pero enseguida Buñuel nos enseña su personalidad. Se despide de dos personas con brusquedad que le presentaba el padre Velasco alegando que tiene un asunto importante y el sacerdote le dice “¿Un asunto importante en Jueves Santo? ¡Eso no es de buen cristiano”!  Luego llega a su casa y, habiendo acosado el mayordomo a una de las mucamas de la casa, expresa su irritabilidad y personalidad mojigata, ordenando despedir a la chica y exculpando al mayordomo.

Ya tenemos situado al personaje, conocemos ya muchas de sus manifestaciones negativas  y, de manera precisa y detallada vemos como, tras lograr casarse con Gloria y que esta rompa su inicial compromiso con el ingeniero Raúl Conde (Luis Beristain); su estado mental, en el que tienen cabida diversos desórdenes como los celos, obsesiones malsanas, la paranoia o el egotismo, arrastra a la ruina al matrimonio y Gloria queda sometida al dominio despótico e irracional de su marido mientras, durante gran parte de la película, nadie atiende sus súplicas acerca del maltrato que sufre, ni siquiera su madre.  

El personaje masculino acapara gran parte de la atención de la película, empezando por el título. Pero también hay algo malsano en el personaje de Gloria, que rompe su compromiso con el ingeniero cediendo de manera irracional al mismo impulso erótico que ha sentido Francisco en esa primera escena. Soportará carros y carretas a lo largo de la película pero, en una conversación que tiene con su marido en uno de los pocos momentos distendidos que tienen como pareja, le dirá que lo que más le agrada de él es su capacidad de dominio y seguridad, es decir, hay un lado oscuro que la ha llevado a contraer matrimonio con quien se va a convertir en su verdugo. Su capacidad de aguantar humillaciones parece que es ilimitada, aunque intente hacer partícipes de la angustia que sufre a su madre, al padre Velasco y luego a se exnovio cuando este vuelve a México DF. Ni siquiera rompe con él en uno de los mejores momentos de la película cuando, en lo alto de un campanario, Francisco da una de sus mayores muestras de locura igualando a los transeúntes que se ven desde lo alto como hormigas y manifestando querer ser Dios para aplastarlos. Finalmente, es cuando Francisco cae en la locura más absoluta y se dispone a matarla cuando ella huye y, tras una infructuosa búsqueda de su marido por la ciudad, él empieza a ver alucinaciones, cree que una pareja que entra en la iglesia son Gloria y Raúl, comienza a oír risas de burla entre los feligreses y acaba atacando al padre Velasco por lo que, finalmente, es internado en un monasterio de Colombia, donde acaba la película.

Don Francisco que, durante gran parte de la película, ha disimulado y engañado a los demás sobre su personalidad, logra hacer eso incluso en esa última escena al reclamar información sobre la visita que ha visto a través de la ventana, que eran Gloria, Raúl y su propio hijo. Tras las explicaciones de su confesor, el cual cree que está curado de sus patologías mentales y lleva una vida retirada en paz consigo mismo, Francisco repetirá para sí mismo que él tenía razón sobre sus celos y se alejará zigzagueante en ese último plano en el que, en realidad, es Buñuel filmado de espaldas quien se puso delante de la cámara. 

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