A veces, un discurso justo, noble y decente puede sonar muy
mal según la boca que lo pronuncie. Es
lo que pasa con la película En bandeja de plata cuando, al final del
filme, el chanchullero y desaprensivo abogado que interpreta Walter Mathau
realiza un discurso en favor de la igualdad de los derechos civiles de la población
negra en Estados Unidos.
Hoy, el también desaprensivo Pedro Sánchez, ha defendido una posición
justa alegando la imposibilidad de dedicar el 5% del PIB al gasto militar,
según imposición hecha por Trump y sus lacayos de la OTAN, figurando su
secretario Mark Rutte a la cabeza de todos ellos. Tampoco ha parecido que Sánchez
se significara especialmente durante la cumbre, ha rehuido el contacto con Trump y
ha tenido un perfil bajo. Ha sido luego, en la rueda de prensa posterior,
cuando ha galleado más diciendo que no piensa pasar del 2.1%. La respuesta de
Trump no se ha hecho esperar y, haciendo uso del matonismo que le caracteriza, ha
prometido arrasar la economía española, sin tirar bombas como ha hecho en Irán,
pero prometiendo asfixiarnos con su flexible política arancelaria que es usada
como arma de guerra.
En definitiva, que, si de llegar al 5% dependiera de que
Sánchez siguiera en la poltrona, con la posibilidad de perpetuarse en el poder,
olvidando la separación de poderes y empeñado en proteger a su mujer, hermano y
Fiscal General, se cuadraría delante de Trump vestido de militar y le rendiría
todos los honores de los que fuera capaz. Un tipo que compró su investidura con
una ley de amnistía pactada entre delincuentes no es de fiar y que, ahora por
oportunismo, defienda una causa justa no significa que este personaje se redima
de la ignominia en la que vive desde hace ya demasiados años al frente del Gobierno.
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