Leo Camino de libertad. La
economía y la buena sociedad, del premio Nobel Joseph E. Stiglitz. No me ha
parecido un gran libro, desarrolla una crítica al neoliberalismo imperante que
tiene en el mercado el lugar en que los agentes económicos, con mucha libertad
y poca o nula regulación estatal, pueden interactuar en beneficio de la comunidad
esperando que, si hay desequilibrios, sea el propio mercado quien los reduzca.
La crítica es, por supuesto, justa pero no está desarrollada de manera
especialmente brillante, aunque se trata de un libro entretenido.
Sin llegar a ser muy optimista,
Stiglitz sí cree que puede existir un capitalismo progresista (también
denominado por él socialdemocracia revitalizada) que construya, según dice en
las últimas palabras del libro, “una democracia vibrante en la que las
personas cooperen por el bien común. Es el sistema económico y político
verdaderamente liberador”. En definitiva, cree posible un sistema político
más justo, igualitario, que corrija las distorsiones de los mercados
regulándolos y en que el concepto de libertad se ajuste a que no sea absoluto,
sino que se deba armonizar entre todos los individuos para abordarla
colectivamente.
Fiel a mi pesimismo, a este
capitalismo progresista o socialdemocracia revitalizada le doy un 0% de
posibilidades que pueda prosperar. Lo más parecido a este sistema del que habla
Stiglitz es el que se dio en Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda,
junto a varios países de la Europa Occidental, desde 1950 a 1980
aproximadamente.
Pero, en primer lugar, esto
acontece después de una guerra mundial que causa unos setenta millones de
muertos. Tras esta conflagración, se estabiliza un capitalismo como antecedente
del neoliberalismo que tenemos ahora mismo, pero ese capitalismo tiene a un
antagonista, el sistema de planificación socialista, que se instala en buena
parte del mundo y mantiene una pugna ideológica y económica hasta 1990.
Ahora estamos en un momento
diferente, tenemos un sistema neoliberal, decantándose en muchos países hacia
movimientos de ultraderecha y libertarios, sin tener enfrente ningún otro
sistema alternativo. Ya no hay, como después de la II Guerra Mundial, dos bloques
antagonistas, con muchos países en proceso de descolonización, energía barata proveniente del petróleo, sin escasez de materias primas y sin
emergencias climáticas. Ahora tenemos un mundo multipolar, con varios actores
políticos lo suficientemente grandes para defender sus intereses, luchando por
los recursos energéticos y de materias primas que escasean cada vez más, así
como una creciente amenaza de efectos negativos por el cambio climático.
Con unos servicios públicos
cada vez peores, un hundimiento generalizado de la educación, la proliferación
de populistas, un autoritarismo tan creciente que no hay que ir a buscarlo a la
Casa Blanca o al Kremlin sino que lo podemos hallar en La Moncloa, … No hay
motivos para el optimismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.