Revisando de nuevo Los Olvidados, y leyendo el libro de la colección Cine para ver y analizar dedicado a la película, me doy cuenta de que es una de las más violentas que haya visto nunca. La violencia estilizada de Alex y sus drugos en La naranja mecánica, mientras suena música clásica, es un juego de niños al lado de la que practican el Jaibo y su banda. En el filme de Kubrick, la violencia se percibe como lejana confrontada al Jaibo amagando un ladrillo en un falso cabestrillo y, luego, apaleando hasta la muerte al chico que él cree le delató. Toda la película es muy violenta, tanto en los casos más claros de apaleamiento de personas y gallinas, estas dos últimas apaleadas tanto por Pedro como por su madre, o las agresiones al ciego y un minusválido; como en otras menos explícitas, por ejemplo en ese plano de la mano del ciego cortando un trozo de comida con el cuchillo que indica le gustaría ser él quien pudiera clavárselo a alguien, o bien todas las escenas de tensión entre Pedro y su madre.
En el libro comentan como hay
un hilo directo entre Las Hurdes y Los olvidados, casi veinte
años en que Buñuel no puede hacer cine tal como él quiere por diversas
circunstancias hasta que llega a México y, justo antes de Los olvidados,
realiza dos filmes alimenticios: Gran Casino y El gran calavera.
Hemos de dar las gracias a Oscar Dancingers que aguantara la presión y no se
montara el final, más o menos feliz, que terminaba con un plano de Pedro
volviendo al internado al que le había llevado la justicia tras ser denunciado
por su propia madre. Sin esa valentía de Dancingers, más la Palma de Oro en
Cannes al mejor director, tal vez hubiera acabado en 1950 la carrera de Buñuel
y nos hubiéramos perdido unas cuantas obras maestras,
Los olvidados es una obra maestra,
que denuncia el abandono y duras condiciones de los niños de determinada clase
social baja, sin perder un ápice de actualidad e imbuida de un fuerte
pesimismo. Buñuel es inclemente con los habitantes de las chabolas en los que
se desarrolla la trama, gente salvaje, egoísta y violenta con pocos lazos de
solidaridad. Solo hay un personaje positivo y pertenece al ámbito del Estado,
pues es el funcionario que, para rehabilitar a Pedro, le confía un mandado que
el joven no puede cumplir al encontrase, como cada vez que intenta la
redención, con el omnipresente y malvado Jaibo.
Con una espectacular fotografía
de Gabriel Figueroa, unas escenas oníricas muy bien introducidas en la acción y
filmadas de forma fantástica, unas interpretaciones de gran nivel recordando
sobre todo a Roberto Cobo interpretando al Jaibo, … resulta increíble que esta
película no esté en la votación de las 100 mejores películas de la lista de
Sight & Sound.
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