domingo, 29 de septiembre de 2024

QUEREMOS LOS CORONELES

 

Queremos los coroneles (1973) es una sátira política, dirigida por Mario Monnicelli, en la que un diputado de un partido neofascista organiza un golpe de estado.

La película empieza con un atentado a una figura religiosa en el Duomo de Milán, que es atribuido a la extrema izquierda, aunque ha sido realizado por los neofascistas, pasando luego a unas escenas de alboroto en el Parlamento, con acusaciones cruzadas entre los partidos en medio de un clima de gran tensión tratado a modo de bufonada. A partir de esta situación caótica del país, el diputado de ultraderecha Giusseppe Tritoni (Ugo Tognazzi) organiza un golpe de estado contactando con viejas glorias del fascismo, militares de ultraderecha y algún industrial adinerado.

La película sigue una cronología precisa durante unas semanas de los meses de junio y julio, mostrando a los personajes que va reclutando Tritoni, un grupo de gente grotesca y tronada que incluye básicamente a militares desafectos con el régimen democrático y gente, algunos nacidos en el siglo XIX, relacionada con el fascismo de Mussolini. La ejecución del golpe será chapucera, llena de fallos que dan lugar a situaciones de comedia como los paracaidistas que aterrizan en un lugar equivocado, la ayuda logística de un coronel griego al que nadie entiende, pero todos alaban su discurso, o la llegada de los golpistas a la televisión para dar la noticia del golpe al país cuando la RAI (eran otros tiempos) ha cerrado ya la emisión diaria.

Monnicelli fuerza mucho el tratamiento grotesco y esperpéntico de la acción, tal vez demasiado y, a veces, los tarados que recluta Tritoni parecen personajes de una película de Torrente. Le falta finura al tratamiento de la historia por la exageración de lo grotesco y, por otra parte, salvo el personaje protagonista de Tritoni, los demás no tienen demasiada entidad. Por tanto, y aun siendo una película divertida y agradable de ver, se queda muy por debajo de otras películas de Monnicelli.

Lo que es innegable es su oportunidad desde el punto de vista histórico al tratar un supuesto golpe de estado cuando, tres años antes del estreno del filme, el exmilitar fascista Junio Valerio Borghese fue acusado de estar tramando uno y huyó de Italia, exiliándose en España y muriendo pocos años después en Cádiz. Y, el año posterior al estreno del filme, 1974, fue un año complicadísimo en Italia, con multitud de acciones violentas por parte tanto de la extrema izquierda como de grupos fascistas, con detenciones en el ejército aún relacionadas con los planes de Borghese y, en definitiva, con rumores verosímiles acerca de un golpe de estado.

Siendo una película discreta comparada con otras de Monnicelli, lo que más me ha gustado es el final.  El chapucero golpe es neutralizado por un contragolpe de las autoridades pero, en un momento de farsa estando presentes todos los detenidos, al presidente de la República le da un ataque al corazón y muere. Se produce un cambio de gobierno y un golpe de estado blando, asumiendo el nuevo gobierno postulados de los golpistas. La acción avanza un año más y vemos a Tognazzi hablando en una terraza con dos individuos de color que hablan en francés. Medio en francés y medio en italiano, Tognazzi habla con los dos tipos, provenientes de algún país francófono africano, como si fuera un comercial y su producto consistiera en dar los detalles acerca de preparar de forma eficaz un golpe de estado. Aparecen entonces dos policías que disuelven la reunión alegando que, con la nueva legislación, se considera ilegal que haya reuniones de tres personas, por lo que invitan a Tognazzi a sentarse en otra mesa de la terraza. Un final tremendamente ácido en esta comedia de Monnicelli. 

sábado, 28 de septiembre de 2024

DOCE HOMBRES SIN PIEDAD

 

Doce hombres sin piedad (1957) es la típica película que, al encontrarla en algún canal, siempre me apunto a verla un rato. Pero ayer decido verla de principio a fin, siendo una película con tanto contenido y rica en matices que siempre es un placer verla.

Escrita por Reginald Rose, fue estrenada para la  televisión en un telefilme dirigido por Franklin J. Shafner en 1954. Tuvo un gran éxito y eso hizo que pasase al teatro y, tres años más tarde, al cine en esta película de bajo presupuesto, financiada por Henry Fonda y el propio Rose, con un debutante en la dirección como Sidney Lumet, que tuvo un calendario ajustado y la rodó en 19 días.

Partiendo del texto espléndido de Rose, que también fue quien lo adaptó como guionista, me parece prodigioso por parte de Lumet meter una historia de debate judicial entre doce hombres, con la densidad y apasionamiento con que intervienen, en 90 minutos de duración.  Los doce miembros del jurado, en mayor o menor medida, disponen de un espacio propio en la película para que los conozcamos y veamos el grupo heterogéneo que componen en cuanto a clase social, pensamiento, edad, etc. Y Lumet refleja muy bien ese calor asfixiante de un verano neoyorquino que influye en el malestar de los miembros del jurado, quejosos algunos de que la sala no tenga aire acondicionado y vemos sus camisas empapadas de sudor, cosa que contribuye a que algunos de los debates entre los personajes suban de temperatura y lleguen casi hasta las manos.

Por supuesto, la fama de la película en cuanto al miembro del jurado que ha analizado el juicio y tiene una duda razonable, cosa que ha de comportar la decisión de declarar no culpable al chico, se la lleva Henry Fonda, el jurado número 8, que se enfrenta inicialmente a todos los demás miembros y con su voto impide un veredicto unánime de culpabilidad.  Frente a la ligereza con que algunos acuden a deliberar ante un caso aparentemente claro (Jack Warden, jurado número 7); o con ánimo justiciero por razones familiares (Lee J. Cob, jurado número 3);  o por intolerancia relacionada con el status social (Ed Begley, jurado número 10); o se dejan llevar por puro seguidismo y comodidad hacia la postura mayoritaria ( Martin Balsam como jurado número 1 o Robert Weber como jurado número 12); emerge la figura de Henry Fonda, el único al principio que muestra un sentido de la responsabilidad por la decisión de enviar o no a un chico a la silla eléctrica y, en segundo lugar, dispuesto a analizar en profundidad las pruebas de un juicio en el que el abogado de oficio del acusado pareció llevar el caso con desgana (aquí habría una de las muchas críticas de la película: hay una justicia para ricos y otra para pobres). Pero me parece igualmente importante la figura del jurado número 9 (Joseph Sweeney) ya que, con su voto, fuerza a que continúe el debate comprendiendo la postura de Fonda. Además, Sweeney aporta el dato fundamental para vencer la resistencia del analítico y racional jurado número 4 (E.G.Marshall) y es que la única testigo visual del crimen llevaba una marca en la nariz de utilizar gafas y era razonable que no las llevará mientras estaba en la cama y, desde su habitación, vio supuestamente al chico asesinando a su padre, por lo que su testimonio no puede ser concluyente y hace pensar en la existencia de una duda razonable. Y es que Fonda no lo podía hacer todo solo, incluso siendo el héroe de la película se necesita la figura de otro hombre con sentido de la responsabilidad para hacer que un jurado funcione.

Una lección de cine.

viernes, 27 de septiembre de 2024

MONTANA

 

Montana (1950) supuso el declive de la relación entre Raoul Walsh y Errol Flynn. Si el primero ni tan solo está acreditado como director figurando únicamente Ray Enright, a la estrella australiana se la ve ya con mucha menos energía que en películas diez o doce años anteriores, cosa lógica dados los excesos de todo tipo, sobre todo con el alcohol, a los que nunca renunció y le llevaron a la tumba con 50 años, aunque, según se dice, por dentro tenía el cuerpo desgastado de un hombre de 70 o más.

A pesar de tanta decadencia, Montana es un western que se ve con agrado, la acción pasa muy rápido y Flynn aguanta el tipo una vez más teniendo delante a la guapa Alexis Smith, que ya tuvo como partenaire en otras películas de la Warner en los 40.

Se han hecho muchos westerns con conflictos ganaderos pero, normalmente, el otro bando eran agricultores. En cambio, en esta película, la lucha es entre ganaderos ovejeros y vacunos. Errol Flynn lleva un rebaño de ovejas hacia las tierras de Montana pero se topa con la oposición de rancheros de ganado vacuno, que tiene en el personaje de Alexis Smith su principal oposición a Flynn aunque éste, mientras la chica no sabe que es ganadero ovejero, tendrá tiempo de enamorarla.  Tras la inevitable ruptura al saber que Flynn es ovejero, Smith se quedará sola una vez sus aliados pierden el combate contra las fuerzas de los ovejeros. Dispuesta ella sola a parar a Flynn, éste avanzará por la calle mientras Smith lo encañona y dispara, pero solo para causarle una herida leve y acabar abrazándose.

Con guion de los especialistas en westerns Borden Chase y James R. Webb, así como fotografía del mítico Karl Freund, se trata de una película que hace pasar un rato agradable. 

martes, 24 de septiembre de 2024

SCANNERS

 

Perteneciente todavía a su etapa canadiense, Scanners (1981) fue un éxito de taquilla para David Cronenberg y le permitió acometer empresas más ambiciosas en los años siguientes.

El punto de partida es original. Hay un grupo de gente, llamados scanners, con habilidades telepáticas con las que pueden leer el pensamiento de los demás y hacerlos convulsionar, anulando y manipulando su voluntad e incluso asesinarlos. Por otra parte, hay una empresa llamada Consec, dedicada al armamento y la seguridad, que desea explotarlos a través del doctor Paul Ruth. En un inicio espectacular, el scanner rebelde Darryl Levok hace explotar la cabeza de otro scanner infiltrándose durante una exhibición en una conferencia de prensa para posteriormente darse a la fuga y Ruth contacta con un scanner vagabundo, Cameron Vale, con más poderes que Levok, encargándole la misión de localizarlo y eliminarlo.  

La historia se desarrolla con diversos giros y golpes de efecto, descubriendo finalmente que los scanners son resultado, según los planes de Ruth, de haber inyectado una sustancia llamada Epheferol a mujeres embarazadas para formar posteriormente un grupo de scanners y usarlos como armas ofensivas. Se desata una lucha por el poder en la que, desaparecido Ruth, se produce un duelo entre Levok y Vale, que resultan ser hermanos, con un resultado inquietante en el que Vale se ha debido infiltrar, aprovechando sus mayores facultades telepáticas, en el cuerpo de Levok para vencerlo tras haber sido calcinado el suyo.

No cabe duda de que Cronenberg imprime un sello personal a sus películas. Además de la temática que parece surgida de una pesadilla, la fotografía en la que predominan colores fríos y metálicos, así como la banda sonora de Howard Shore, consiguen un clima intranquilizador y angustiante en una película en la que hay bastante acción. No obstante, la trama resulta tan enrevesada que la película es irregular y hay un momento en que decae, pero el interés se eleva notablemente en el duelo final entre los hermanos scanners, consiguiendo una muy buena tensión en esa parte final del filme. Por otra parte, una sociedad distópica en la que se han creado unas armas tan potentes en forma de seres humanos con poderes especiales es un tema siempre de actualidad en unas sociedades como la nuestra, cada vez más inseguras y con numerosos conflictos presididos por el uso de alta tecnología.

No es una película redonda y se trata de un filme irregular. Si la interpretación de Michael Ironside como Revok es muy acertada y transmite grandes dosis de locura y maldad a la película, la interpretación de Vale a cargo de Stephen Lack es muy sosa, además de que hay un personaje femenino interpretado por Jennifer O’Neill que aporta poco a la historia. No obstante, tal como la película aumenta su nivel en la parte final con el duelo fratricida, se acaba mostrando como un título estimulante del director canadiense. 

lunes, 23 de septiembre de 2024

DOS CABALGAN JUNTOS

 

John Ford, siempre esquivo a hablar de su obra, despachó las preguntas que le hicieron sobre Dos cabalgan juntos diciendo que la hizo porque se la debía a Harry Cohn. Sin embargo, una nueva visión de este western confirma que era una película en la que se encontraban muchos elementos de interés para Ford, entre ellos el de ofrecer una aproximación a cuál pudo ser la acogida que la comunidad dispensa a Debbie cuando se cierra la puerta, al final de Centauros del desierto, y Ethan Edwards queda solo en el desierto mientras ella es acogida. A veces se ha tratado a Dos cabalgan juntos como un título menor de Ford pero, no solo es que se trata de uno de sus mejores westerns, sino que es una obra totalmente necesaria como continuación de lo que queda abierto al final de Centauros del desierto.

 Es una de las películas en las que conviven muchos de los momentos más divertidos en los westerns de Ford, a lo que contribuye la interpretación que James Stewart hace del cínico y amoral sheriff MacCabe, junto con momentos de gran crueldad en torno al tema del racismo que culminan con el linchamiento del adolescente comanche que, en realidad, es un blanco secuestrado cuando era un niño de corta edad.  

Si en Centauros del desierto sabíamos que Ethan Edwards era abiertamente racista y, tal vez, también Laurie, aunque aquí podíamos dudar sobre que manifiesta su racismo para evitar que Marty vuelva a desaparecer; en Dos cabalgan juntos es la comunidad en su conjunto, con algunas pocas excepciones, la que es racista ya que un linchamiento, precedido de una farsa de juicio, solo se puede hacer si la mayoría de la gente muestra esa voluntad. Pero no solo es el grupo de personas con familiares raptados los racistas, sino que, a pesar de que Ford amaba al ejército como institución, queda claro que en el estamento militar los racistas son mayoría cuando varios oficiales rechazan bailar con Elena, la chica mexicana rescatada, y sus esposas la interrogan de manera morbosa acerca de la vida sexual que tuvo con los comanches.

Ford es un maestro que combina comedia y un agrio drama con total naturalidad. La parte de comedia fluye con los diálogos entre el cínico MacCabe con el íntegro teniente Jim Gary (Richard Widmark), la torpeza de este último en sus aproximaciones amorosas hacia Marty (Shirley Jones) una de las chicas del grupo que busca a su hermano, así como la comicidad bufa del sargento que interpreta Andy Devine. Y el drama racista tiene, además de la escena del linchamiento que un impotente Gary no puede evitar, la escena del baile de los oficiales en la que Elena se disculpa y se quiere ausentar para no ser motivo de discordia apareciendo entonces la figura de MacCabe haciendo un alegato contra el racismo impregnado de dignidad y clarividencia. Es un reproche que no está dirigido  a un individuo desarraigado como Edwards sino a toda una sociedad que se desarrolla con esa lacra en su interior.

Después del linchamiento, vuelve el tono de comedia para despedir el filme en la misma población en la que empezó pero, en un tono positivo, MacCabe ha evolucionado e incluso cabe hablar de una regeneración moral. Parte con Elena hacia California en una diligencia, con un toque maestro de como se da cuenta la chica que el conductor del vehículo es MacCabe. Un final reconfortante para una de las grandes películas de Ford.

sábado, 21 de septiembre de 2024

INVESTIGACION DE UN CIUDADANO LIBRE DE TODA SOSPECHA

 

Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha (1969) es la película de Elio Petri que Alberto Crespi elige para el capítulo dedicado a “Da piazza Fontana agli anni setanta”.

Investigación, que acaba con una cita de Kafka, es una película con un argumento aparentemente falto de lógica en la que un inspector policial mata a su amante y se encarga de dejar pistas, además muy claras, de su propia implicación en el crimen. Sus subordinados se niegan a pensar que él haya podido ser el autor del crimen desplazando sus investigaciones hacia el marido homosexual de la mujer y un vecino estudiante de química, radicalmente politizado hacia la extrema izquierda y amante también de la asesinada. Ni siquiera confesar el delito delante de sus superiores le servirá para ser creído. Se trata de una sátira en la que el gran Gian Maria Volonté realiza una muy buena interpretación como el inspector verborreico y obsesivo en su autoinculpación, en sintonía con los repetitivos efectos sonoros de la música compuesta para el filme por el no menos grande Ennio Morricone.

La película, a través de la farsa, muestra a un cuerpo policial de un estado autoritario en el que el Estado de Derecho y la observancia de derechos y libertades ha saltado por los aires, cuestión que se ve tanto a través de la trama principal como la colateral con la represión que se efectúa contra los radicales de izquierda, entre los que se encuentra el vecino que vio a Volonté el día del crimen en el edificio y lo incrimina, aunque los investigadores oficiales deciden que ese día no estaba en Roma.

Rodada en 1969, es una película en la que su estreno, en febrero de 1970, no puede producirse en un momento más oportuno. Dos meses antes, el 12 de diciembre de 1969, varias bombas estallan en edificios de Roma y Milán, dejando unas cuantas víctimas mortales en la capital lombarda ya que los efectos más devastadores son en la Piazza Fontana, muy cerca del Duomo. Con una autoría nunca aclarada, atribuida inicialmente a anarquistas y siendo más verosímil que fueran neofascistas ligados a las cloacas del Estado y con conocimiento de los servicios de inteligencia americanos, un sospechoso anarquista llamado Giuseppe Pinnelli cayó desde un cuarto piso de la dependencia policial en la que estaba detenido. El relato oficial fue que se trató de un suicidio y decayeron los cargos por homicidio contra el inspector Luigi Calabresi, que estaba en ese momento con Pinnelli, por falta de pruebas. Y aquí está la razón de la oportunidad del estreno que señala Crespi ya que muchos quisieron ver, en el personaje de Volonté, el de un inspector como Calabresi que, aunque parece que torturó a Pinnelli y colaboró en su viaje hasta el asfalto desde las alturas, salió exonerado de culpa de aquellos hechos, siendo asesinado dos años más tarde por un grupo radical de extrema izquierda.

Los autores y productores de la película llegaron a temer un secuestro del filme, pero se estrenó siendo además un éxito y adjudicándose la Palma de Oro en Cannes y el Óscar a la mejor película extranjera.

Si la película fue oportuna en su momento mostrando, tal como dice Crespi, la crueldad de la policía y de sus métodos a través de la violencia grotesca de Volonté, no ha perdido un ápice de actualidad en una Italia con una gobernante neofascista y un clima, en muchos países europeos, poco propicio a la transparencia en las actuaciones policiales ya que la democracia se va degradando de manera imparable.

Densa, interesante e inquietante por seguir vigente su denuncia.

 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

CONSPIRACIÓN DE SILENCIO

 

Conspiración de silencio (1955) podría ser considerada tanto un thriller como un western, pero para mí pesa mucho más verlo como un western ya que el paisaje es inequívocamente propio del género, desarrollándose la trama en un pequeño pueblo situado en un paraje desértico. El núcleo urbano es también propio del western, la estación de tren y cuatro casas mal contadas que no llegan prácticamente ni a formar una calle y con un edificio emblemático del género como es el hotel donde pasa gran parte de la acción. Y, aunque Spencer Tracy no se prodigó mucho en el género, gran parte del resto del elenco aparecieron en westerns míticos: Lee Marvin, Ernest Borgnine, Robert Ryan y Walter Brennan.

Un ferrocarril se detiene por primera vez en cuatro años en una pequeña estación de un miserable pueblo llamado Black Rock situado en el desierto. Desciende del tren John Mccready (Spencer Tracy), un hombre manco que le dice al jefe de estación querer ir a una granja situada a unos pocos kilómetros del pueblo. A partir de ese momento, la mayoría de los habitantes se muestran hostiles con Maccrady, destacando dos tipos con pocos escrúpulos llamados Héctor David (Lee Marvin) y Coley Trimble (Ernest Borgnine), que luego veremos son peones del verdadero jefe del pueblo, un cacique llamado Reno Smith (Robert Ryan). Tan solo el médico del pueblo llamado Doc Velie (Walter Brennan) y el jefe de estación Hastings (Rusell Collins) se muestran más tibios respecto al forastero.

La película tiene una tensión latente mientras Maccready se las apaña para llegar a la granja y descubrir que su propietario, Makako, inmigrante nipón cuyo hijo compartió con Maccready la campaña de Italia y le salvó la vida para fallecer después en ese conflicto bélico, fue asesinado. Frustrado por no poder dar la medalla militar al valor que ganó el hijo de Makako a su padre, Maccready regresa al pueblo, tras sufrir un acoso en la carretera por parte de Coley, para sentir el acecho de unos hombres que se han visto descubiertos en el acto de haber linchado al granjero días después del ataque en Pearl Harbour. Maccready maniobrará con aplomo y astucia para dar con el eslabón más débil en la cadena de villanos que es el joven recepcionista del hotel que se hundirá reconociendo el crimen. Con la ayuda de Doc y Hasting, Macrready logrará reducir  a los matones de Reno Smith, quedando allanado el camino para un duelo a muerte entre  Maccready y Smith.

La película queda muy marcada por la enorme calidad de los intérpretes. Si llegas a un sitio, el que sea, y tienes en contra a Marvin, Borgnine y Ryan ya puedes ponerte a temblar porque son actores especialistas en crear personajes inquietantes, malvados, viles y sádicos. Pero también hace un gran papel el prestigioso Tracy interpretando a un hombre paciente, sereno, sagaz, pero no exento de dureza cuando es necesario como, por ejemplo, en la pelea que tiene en el bar con Coley al que reduce utilizando el único brazo que tiene.

La película no sería la misma con otros actores, pero también cabe destacar un guion bien trabajado de Millard Kaufman, incidiendo en el sinsentido de las venganzas por razones étnicas que causan grandes injusticias, así como el pueblo que sigue como líder a un tipo supremacista que, ayudado por algunos matones, somete a su voluntad a todos los ciudadanos pues algunos, como el doctor, prefieren callarse que enfrentarse a la verdad de lo qué sucedió. Y la competencia de John Sturges como director ya estaba más que acreditada en aquel año 1955, aunque sus obras más famosas como Los siete magníficos vendrían un poco después. Sturges da solidez a la película, retrata bien el paisaje, filma muy bien el duelo final y, en definitiva, constituye uno de sus mejores trabajos junto a El último tren de Gun Hill..

lunes, 16 de septiembre de 2024

ORO MALDITO

 

Alberto Crespi cita como título principal en sus capítulos sobre la historia del cine en Italia películas bastante conocidas y prestigiosas. Por tanto, en principio, sorprende que, para hablar de la Resistencia en el período final de la II Guerra Mundial, ponga un spaguetti western rodado en 1967 titulado Se sei vivo spara que, en España, se tituló Oro maldito. Su director, Giulio Questi, tampoco es de los más importantes del género aunque, eso sí, cuenta con un actor bastante icónico en este tipo de películas como fue el cubano Thomas Milian.

Una banda de forajidos roba un cargamento de oro y traiciona sus aliados indios y mexicanos perpetrando una masacre de la cual, milagrosamente, se salva un mestizo interpretado por Milian que prácticamente, en un tono fantástico cercano a Pale rider, regresa del mundo de los muertos. Los forajidos llegan a una ciudad ya que han de comprar caballos para proseguir su huida con el botín y, allí, los lugareños conocerán de la existencia del oro con lo que se produce un conflicto con muchas partes intentando conseguirlo: la propia banda, las gentes del pueblo encabezados por el dueño del hotel y un acaudalado comerciante que también actúa como predicador, un terrateniente de una zona cercana y el propio Milian que, más que en el oro, piensa en ejecutar un plan de venganza. ´

La película no tiene un mal guion, tiene elementos de interés al mostrar como la codicia por el oro desestabiliza una comunidad de gente con pocos principios morales y la composición del personaje de Milian no está mal, un tipo taciturno y reservado con similitudes respecto a otros héroes del género. No obstante, la realización es vulgar y el resultado simplemente pasable, siendo un filme que el propio Crespi califica de delirante y poco equilibrado.

Oro maldito fue estrenada con unos cortes en dos escenas muy violentas, más propias del gore y que se identifican en la copia de youtube porque están subtituladas en inglés, siendo por lo demás una película bastante más brutal que la media del género. La recuperación del metraje completo provocó el entusiasmo de algunos seguidores y se convirtió en película de culto una vez Tarantino, Alex Cox y Joe Dante manifestaron que la adoraban.  

Y resulta que Crespi la pone encabezando ese capítulo porque no hay películas italianas que traten abiertamente sobre la Resistencia cuando, según él, ese período hubiera podido dar mucho de sí desde el punto de vista cinematográfico. Es verdad que están Paisà y Roma ciudad abierta de Rossellini pero, además de que la primera se rueda en gran parte con capital americano, ninguna de las dos es un gran éxito de público. Cita otras películas en que se habla de la Resistencia, pero de manera tangencial como, por ejemplo, Todos a casa donde también aparece la Resistencia ya en los últimos minutos de la película. Otra cosa hubiera sido haber hecho Todos a casa II y ver qué fue de Alberto Sordi como partisano. Aunque no lo diga Crespi, supongo que tampoco habría interés en realizar películas sobre un colectivo de gente entre los que el PCI tuvo bastante presencia.

En cambio, en una entrevista realizada en 1994, Questi explicó que, en su película, quiso contar la Resistencia tal como él la vivió, siendo el terrateniente y sus seguidores que van con uniforme negro los fascistas, mientras que los indios y pobres que aparecen serían los partisanos. Crespi destaca que, en la experiencia de Questi cuando combatió, teniendo unos veinte años recién cumplidos, con los partisanos, la extrema violencia en la lucha contra el fascismo adquiere un carácter salvaje con unas actuaciones criminales que no tendrían razón de ser en otro contexto, pero sí se dieron frente a los nazis y los italianos fascistas que aún luchaban por la República de Saló. Hay una mezcla de atracción y repulsa hacia las acciones que, como partisano, Questi llevó a cabo y que quiso explicar, a modo de exorcismo de sus demonios interiores e identificándose con el personaje de Milian, a través del filme convirtiéndolo en ultraviolento.

Por tanto, una película más interesante por el contexto, según explica Crespi, que por su valor cinematográfico. 

sábado, 14 de septiembre de 2024

LA FAMILIA

 

En 1987, Ettore Scola rodó La familia, una película que explica la vida de un hombre llamado Carlo desde su nacimiento en 1906 hasta que cumple ochenta años. Se retrata su vida, así como la de su familia de clase media, en el contexto de la historia italiana del siglo, desde que el personaje tiene recuerdos de la I Guerra Mundial jugando a soldados con su hermano y primos, hasta la década de los ochenta pasando por el fascismo, la guerra, la postguerra y la época del desarrollo económico del país.

Carlo es interpretado en su última etapa, desde la postguerra, por Vittorio Gassman y, además de la historia de Italia, se muestran todos los personajes que componen la familia: su padre, fracasado pintor; su madre, una cantante de ópera que ha dejado las actuaciones; su mujer Beatrice que asume durante toda la vida que, en realidad, Carlo está enamorado de su hermana Adriana; su hermano Giulio, que forma una pareja sentimental con la criada de la casa; sus hijos y sus nietos…

La película nunca muestra un exterior. Todas las escenas se desarrollan dentro de la casa, la cámara no pasa de la puerta principal del edificio o, si se abre a la panorámica desde una ventana, a los balcones de la fachada del otro lado de la calle. Por tanto, las noticias que llegan de los acontecimientos históricos se perciben a través de las tertulias en las que se habla del fascismo o, cuando llega la televisión, a través de este medio en el que se da la noticia de la boda de Arthur Miller y Marilyn Monroe.

Mientras que Vittorio Gassman encarna su papel en un momento en que era un poco mayor para aparentar un hombre de cuarenta y pocos años en su primera aparición en el filme, las protagonistas femeninas, Fanny Ardany y Stefania Sandrelli, sí encarnan a sus personajes desde que son jóvenes hasta el final, lo que permite captar mejor el paso del tiempo, uno de los objetivos de la película que no se acaba de conseguir en el personaje de Gassman, demasiado mayor ya en 1987 pues tenia 63 años y resultando solo creíble cuando la acción llega a la década de los sesenta.

Scola filma con sencillez y fluidez, el tono es firme, deja buenas escenas con el triángulo formado por Carlo y las hermanas Beatrice y Adriana, así como cuando, ya octogenarios, confiesa que no leyó un libro que le dio su hermano, como autor del mismo, con lo que su opinión negativa era infundada. En definitiva, transmite emotividad a una historia familiar en la Italia del siglo XX.

Buena película. 

jueves, 12 de septiembre de 2024

EL 47

 

Mientras los restos del naufragio independentista se manifiestan haciendo el ridículo un año más y me entero de que el expolio fiscal ha pasado de 16.000 millones de euros a 22.000, decido ir al cine a ver El 47, una película que ha levantado bastante expectación y que no me ha defraudado pues es una película sólida y el interés está asegurado por la temática, más en mi caso siendo barcelonés.  

Dirigida por Marcel Barrena, narra la historia de Manolo Vital, un conductor de autobuses que vivía en Torre Baró, barrio que había construido con sus propias manos junto a otros vecinos escapando de la miseria del sur de España. Vital secuestró en mayo de 1978 un autobús para demostrar a las autoridades que era factible que el transporte público llegara a aquellas empinadas calles. Él lideró el secuestro pero todo el barrio se volcó en la lucha, aunque solo Manolo fue detenido y juzgado, para ser rehabilitado más tarde y reingresar en la empresa de autobuses.

Uno de los puntos fuertes de la película son los protagonistas. Eduard Fernández es uno de los mejores actores del país y está perfecto en su papel, su catalán con acento extremeño desprende autenticidad. También hacen una buena interpretación Clara Segura, en el papel de monja catalana que cuelga los hábitos y se casa con Manolo, así como la hija de Manolo, Joana, interpretada por Zoe Bonafonte y que vive como un estigma habitar en Torre Baró frente a sus compañeras en una coral, pero acaba en la lucha reivindicando la dignidad para el barrio.

En aquellos años 1977 y 1978 en que se desarrolla casi toda la película, y a pesar de que la incipiente democracia estaba en marcha, la película muestra la represión a la que seguía sometida la gente en barrios marginales de Barcelona. Ayudada por imágenes de archivo de la Barcelona de los setenta, la película da una muestra fidedigna de la realidad del barrio y no arriesga demasiado en el guion, centrando la película básicamente en Manolo y su mujer, pero es eficaz en aquello que se propone explicar. 

En fin, una película interesante de ver, aunque la opinión no sea unánime y Toni Albà ha rechazado ir a ver esa “puta película” cuestionando la integración en Torre Baró dado que asegura que el 80% del barrio vota el A por ellos y solo un 16% es voto catalán. Parece que a Albá y otros independentistas les molesta que se haga una película sobre una movilización de gentes que lucharon por la dignidad de un barrio que construyeron ellos mismos y, por tanto, ayudaron decisivamente en la construcción de Catalunya viniendo de otras zonas de la península. Pero me parece bien que Albà no vaya a ver la película igual que nosotros no iremos a su restaurante que, gracias a la dirección de un ser superior como él, arrastras cuantiosas pérdidas y está en proceso de disolución.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

IL SORPASSO

 

Alberto Crespi, para hablar de la época del despegue económico en Italia, escoge Il sorpasso (1962), una road movie mítica dirigida por Dino Risi y que sirvió de inspiración a Dennis Hooper para rodar Easy rider, como el propio actor y realizador estadounidense refirió.

Inicialmente, la película tenía que protagonizarla Alberto Sordi, pero la producción no fue a cargo al final de Dino de Laurentiis que tenía a Sordi bajo contrato y eso propició que Vittorio Gassman se hiciera con el papel empezándose a rodar la película, con las primeras escenas en una Roma desierta durante el Ferragosto, sin el otro protagonista del filme. Finalmente, se escogió a Jean Louis Trintignant por aquello que era una coproducción francoitaliana, obteniendo en principio mucho más éxito en Francia que el país transalpino.

Durante el día de Ferragosto, Bruno Cortona (Vittorio Gassman), un hombre próximo a los cuarenta años, recorre la ciudad vacía de Roma en un descapotable y quiere hacer una llamada telefónica. Ve desde una ventada que alguien lo mira y se trata de un joven estudiante de Derecho llamado de Roberto Mariani (Jean-Louis Trintignant). Tras una confusión ya que Roberto no es capaz de hacer la llamada con las indicaciones que le da desde la calle, Bruno sube y le convence para acompañarle un rato cerca de Roma y romper la monotonía del estudio. Roberto acepta y lo que iba a ser un momento de asueto se convierte en un par de días aproximadamente de viaje hacia la Toscana, obteniéndose una radiografía de la Italia de aquel momento del desarrollismo.

La película tiene mucho nervio ayudado por esa interpretación histriónica de Gassman, conduciendo de forma alocada y temeraria el descapotable Lancia Aurelia, modelo que había salido al mercado ocho años antes del rodaje, mientras toca obsesivamente el estridente claxon del automóvil. Seguramente el papel de Gassman, histriónico, locuaz, desmedido e irresponsable era más agradecido que el de Trintignant, estudiante tímido y formal, pero la historia exige una interpretación como la que hace el actor francés, comedida y contenida mientras no puede dejar de sentir una atracción, finalmente fatal, por la personalidad de su compañero de viaje. Es Bruno quien lleva las riendas de la acción, él conduce, persigue turistas extranjeras, echa caradura a todas sus acciones y sabemos más del personaje al conocer a su exmujer y una hija que tuvo cuando era muy joven. También conocemos más del personaje de Roberto a través de una visita que hacen a unos tíos suyos.

Además de los valores cinematográficos de la película, Crespi destaca su importancia como un documento que, si viera un futuro arqueólogo, le serviría más que leer muchos libros para ver cómo era esa Italia del principio de la década de los sesenta. Una Italia en la que se empieza a desarrollar el parque automovilístico como se ve cuando los protagonistas circulan o se paran en gasolineras y en la que faltaba mucha educación vial. Crespi da el dato que en 1962 los muertos en carretera fueron superiores a los producidos, por ejemplo, en 1985.

También la banda sonora está muy cuidada y ofrece una muestra de lo que se consumía en aquel momento, desde el ahora ya clásico Quando, quando, quando al ritmo del twist en Guarda come dondolo, que Gassman baila de manera desenfadada.

Y todo esto en una Italia en la que se empieza a desarrollar el consumismo, cosa que vemos con unas calles vacías a mediados de agosto en Roma mientras Gassman conduce por la Plaza España o delante del Vaticano. La gente está de vacaciones y ha empezado a incrementarse el turismo, tanto interior como el exterior que representan unas alemanas a las que los protagonistas siguen durante un rato.  Y junto al desarrollismo que comporta un mayor bienestar, el personaje de Gassman experimenta un aburrimiento y tedio que le lleva a romper y adoptar una determinada actitud ante la vida, admirada por Trintignant. Una alienación como la que tienen los personajes de los filmes de Antonioni, que aquí sufre la burla de Risi cuando hace decir al personaje de Gassman que ha visto El eclipse por ser película de moda y se ha quedado dormido.

Imprescindible.

martes, 10 de septiembre de 2024

EL DIABLO ES UNA MUJER

 


El diablo es una mujer (1935) fue la última colaboración entre Josef Von Sternberg y Marlene Dietrich. Además, supuso la entrada del primero en una etapa de decadencia de la que ya no se recuperaría, mientras que la actriz berlinesa sí prolongó su estatus de estrella durante varias décadas, aunque yo creo que luego solo realizó dos películas sobresalientes: Encubridora de Fritz Lang y Sed de mal de Orson Welles.

Basada en el libro La mujer y el pelele de Pierre Louys, que conocería cuarenta años después una adaptación muy personal de Luis Buñuel, la película explica la historia de una atractiva mujer llamada Concha Pérez que seduce a un joven agitador político llamado Antonio Galván (César Romero) durante las fiestas de carnaval. Un capitán del ejército español llamado Pascual explica a Antonio su relación con Concha, una mujer que le ha humillado haciéndole constantemente un doble juego de dejar que se aproxime para luego repelerlo y le aconseja que escape de su atracción. Lógicamente, eso no será así, ni Pascual ni Antonio pueden escapar al magnetismo a que los somete Concha y llegarán a batirse en duelo por ella. Tras el duelo, Antonio creerá que Concha escapará con él a París, pero es otra artimaña de Concha que no llegará a subir al tren y se quedará en el sur de España, tal vez para seguir con Pascual que ha quedado malherido tras el duelo.

Como en otras películas de la pareja Von Sterberg-Dietrich, lo más destacado de la película es una puesta en escena que, aprovechando el folklore asociado al sur de España, está cargada de barroquismo en sus irreales y fantasiosos elementos. En esta deslumbrante puesta en escena que recrea el carnaval, la fotografía de Von Sternberg y Lucien Ballard nos presenta a una bellísima y sensual Dietrich, tal como lo estaba en Marruecos o El expreso de Shangai. Mientras tanto, los acompañamientos musicales son derivaciones del Capricho español de Rimsky-Korsakov.

Estructurada después de la presentación del carnaval en varios flashbacks que creo hubiera sido mejor fundirlos en uno, la película es muy intensa mostrando a los personajes, la irresistible atracción que tienen los dos hombres por Concha y la libertad con la que ésta última vive su vida amorosa desligada de cualquier imposición masculina, al contrario de lo que pasaba en Marruecos con aquel final de la Dietrich andando por el desierto siguiendo al destacamento de legionarios del que formaba parte Gary Cooper. Dietrich da fuerza y vigor a todas las escenas en las que participa y maneja a sus pretendientes, mientras que la escena del duelo entre los hombres, bajo una lluvia torrencial, también tiene mucho nervio e interés.

La película tiene fuerza y energía como para ser un más que digno colofón a la colaboración, por más de un lustro, entre el director austriaco y la actriz alemana. 

sábado, 7 de septiembre de 2024

COLORADO JIM

 

Colorado Jim (1953) supone una de las cinco colaboraciones en el género western que rodaron Anthony Mann y James Stewart en el corto periodo de unos cinco años.

El argumento gira en torno a Colorado Jim (James Stewart), un hombre que se ha ocupado como cazarrecompensas tras perder su granja a causa de haber confiado en su prometida que le traicionó. Colorado persigue a Vandergroat (Robert Ryan), un forajido por el que dan 5.000 dólares, cantidad con la que parece puede recuperar su antigua posesión. Para apresar a Vandergroat necesitará la colaboración de dos hombres: un buscador de oro llamado Jesse Tate (Millard Mitchell en su última película antes de morir) y un teniente licenciado del ejército con deshonor llamado Roy Anderson (Ralph Meeker) y enredado en un asunto de faldas por el que es perseguido por la tribu de los pies negros. También aparece una chica llamada Lina Patch (Janet Leigh), hija de un difunto amigo de Vandergroat y a la que éste ha prometido llevarla a California en busca de una nueva vida.

Una vez apresado Vandergroat, el camino de varios días que emprenden los cinco protagonistas para llevarlo a la ciudad y cobrar la recompensa será sobre lo que se centrará la trama de la película. Las tensiones entre los tres hombres a la hora de repartirse el botín con la desconfianza mutua entre ellos, las maniobras de Vandergroat para sembrar esa desconfianza y aprovechar alguna situación favorable para huir, así como el acercamiento amoroso entre Colorado y Lina centrarán los ejes de la trama en un western que tiene mucho de psicológico, aunque también hay bastante acción, tanto al principio de la película como al final, y también a mitad de la cinta cuando los pies negros atacan a los protagonistas por culpa de Anderson.

Como en otras películas de la colaboración entre el republicano Stewart y el demócrata Mann, el primero es un antihéroe, un tipo de discutible moralidad que oculta en un primer momento a Anderson y Tate la recompensa que dan por Vandergroat fingiendo que lo persigue porque es un sheriff. Está obsesionado con entregar a Vandergroat y cobrar la recompensa para recuperar la granja que fue suya, pero se muestra desequilibrado emocionalmente y vacilante en determinados momentos dudando incluso en matar a sangre fría al prisionero.

Su antagonista, Vandergroat, aparece como víctima en principio ya que es un viaje que le conducirá a la muerte y, en sus primeras escenas, su talante burlón, cínico y hasta con un punto agradable frente a la codicia de los otros tres hombres hace que podamos llegar a empatizar con él. Pero, luego, y después de haber embaucado a Tate sobre la existencia de una mina de oro, lo asesinará a sangre fría y también veremos como maltrata física y psicológicamente a Lina.

Si sumamos a Jesse como un personaje con una manera de actuar justa pero que la codicia le pierde enseguida desviándolo del recto camino, así como un Anderson que lleva escrita la vileza en su hoja de licenciamiento del ejército, solo queda Lina como un personaje noble. Y Mann explora esa amoralidad que se da a lo largo del viaje en los cuatro personajes masculinos, incluyendo al que debería ser el héroe de la película del cual no podemos decir que tenga un comportamiento intachable cegado por la avaricia de la recompensa.

No obstante, para ajustarse a los cánones de la época y de la misma forma que en los otros cuatro westerns rodados por la pareja Mann-Stewart, se impondrá un final feliz en forma de redención para Colorado que enterrará el cuerpo de Vandergroat, renunciará a la recompensa y podrá iniciar una nueva vida con la conciencia limpia en California llevándose a Lina con él.

Bien interpretada por los cinco actores, y descontando la solvencia acreditada de Stewart, vale la pena remarcar que Robert Ryan demuestra una vez más que era un gran actor y borda el papel de amoral pero zalamero y astuto forajido. Ryan fue una estrella digamos que de segunda categoría en Hollywood, pero tiene algunos papeles legendarios como en Grupo Salvaje, Nadie puede vencerme, La casa en la sombra o la misma Colorado Jim.

Gran western de Mann.

 

jueves, 5 de septiembre de 2024

QUINA MENA DE GENT SOM

 

Leo Quina mena de gent som, libro que recoge unos ensayos de Agustí Calvet, firmados con su pseudónimo de Gaziel, reflexionando sobre la realidad política de Catalunya a través de la historia.

Ciertamente, da la impresión de que a Gaziel le hubiera gustado que las cosas fueran diferentes, pero es realista e intenta ser objetivo con los hechos. Catalunya nunca se constituyó con la suficiente entidad para que se le pudiera atribuir ser un protoestado al estilo del reino de Castilla que acabó derivando en el Reino de España o la monarquía francesa que, evolucionando desde la Edad Media, completa el hexágono y se acaba convirtiendo en una República a finales del siglo XVIII. Gaziel analiza la situación de Catalunya y ve que participó en una confederación de reinos con Aragón que, mientras se expandía por el Mediterráneo, perdía la oportunidad de hacerse fuerte en el continente aprisionada entre España y Francia. La propia configuración en forma de confederación de reinos daba pie a una debilidad política siendo Catalunya la zona más perjudicada ya que era más poblada y próspera que Aragón, siendo ésta última una zona que quedó muy cercana a la esfera de influencia castellana empezando por el propio idioma. Catalunya está en un momento de debilidad al inicio de la Edad Moderna, no tiene la determinación de los portugueses en cuanto a separarse de la Corona española e incluso le perjudica la ubicación geográfica que sí beneficia al país luso.

A partir de aquí, Gaziel critica el punto de partida falso en que incurren algunos historiadores dando por hecho que, en algún momento de la historia, Catalunya se había constituido en Estado, o algo más o menos equivalente, reinterpretando una historia que nunca fue. Así, señala:

No conec ni un sol historiador nostre que hagi obert els ulls a l’enorme tragèdia dels fets, que demostren, precisament tot el contrari: unes vegades, la inexistència, altres, la insuficiència, i sempre, la ineficiència de “l’esperit nacional” català per a plasmar-se en una plena realitat estatal. Ben al revés del que pretenen tals històries, la de Catalunya és una de les mostres més punyents i doloroses de la impotència radical que una nacionalitat ha demostrat sempre – al llarg del secular procés de les nacionalitats modernes, des del seu començament medieval fins a les acaballes on són ara – per a enfortir i proclamar definitivament la seva personalitat espiritual única, reguardant-la dintre la forma i amb la força material d’un Estat: únic mitjà d’assolir pràcticament la plenitud a què en teoria tenen dret totes les nacionalitats autèntiques pel fet de ser-ho.

Esto me recuerda las afiladas palabras de Alfons López Tena señalando que, tras los hechos acaecidos entre 2012 a 2017, había quedado claro que los catalanes pedían en la calle la independencia, la deseaban pero, en realidad, no la querían y que el proceso hacia la independencia nunca fue real. En el fondo, lo que demuestra el procés en una absoluta falta de voluntad política para llevar a cabo un proceso de independencia con seriedad que quedó al descubierto cuando, tras el 1 de octubre, los políticos que lo impulsaron no sabían qué hacer.

La visión de Gaziel de las aspiraciones nacionales catalanas a lo largo de la historia es pesimista, resignada y realista.  Pone como ejemplo que, si un jugador de cartas siempre pierde, será por algo más que el hecho que le toquen malas cartas de la baraja. Así, cree que hay momentos en que la historia le juega malas pasadas a Catalunya, como el hecho que Prat de la Riba muera prematuramente siendo para Gaziel el mejor político de su generación; pero en otras ocasiones es la incapacidad de la clase gobernante para ver con claridad lo que hay que hacer, citando en este sentido, desde cuando los Condes de Barcelona admiten un papel de Cenicienta en la Corona de Aragón, hasta la insensata revuelta de 1934 a la que dedica unas críticas que podrían ser las mismas que hagamos a lo sucedido hace siete años.

Esos errores de medir mal las fuerzas que se reflejan en este párrafo:

Sempre m’ha semblat un contrasentit i una pura falòrnia allò del “tot o res!”, del “o caixa o faixa”, del “si no ens ho donen, ens ho prendrem” que tant ha entusiasmat sempre els catalanistes moderns, des de la nostra Renaixença del segle XIX fins a la tombarella tràgica del 1936. Possiblement aquestes expressions romàntiques i absolutament buides agradaven tant perquè creaven la falsa il·lusió d’unes forces que radicalment ens manquen.

Tampoco ahorra críticas a Castilla, una nación potente, capaz de articular como un Estado casi la totalidad de la península ibérica pero entregada a vivir de sus colonias y, tras perderlas, incapaz de impulsar políticas que rigieran de manera eficaz los asuntos públicos. Como nacionalista catalán, a Gaziel también le molesta la incomprensión de muchos españoles que no reconocían el hecho nacional catalán y se ofendían si oían hablar la lengua catalana. Gaziel vivió en Madrid durante la década de los 40 tras la Guerra Civil y hablaba con conocimiento de causa. Todo ello nos lleva a un hombre perdedor y desubicado, exiliado ya en 1936 perseguido por unos y por otros observando los desatinos de ambos bandos.

Así que leer a Gaziel está muy bien porque, además de ser buen escritor, lo que explica no ha perdido vigencia e incluso algunas de las páginas se podrían escribir prácticamente como entonces para referir hechos de estos últimos años.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

MARATHON MAN

 

Recordaba haber visto Marathon Man (1976) de John Schlesinger en el cine Bosque de Vilanova y, tal vez, en algún momento de la década de los ochenta en vídeo. Lo que se me había quedado más en la memoria eran las escenas en que Lawrence Olivier tortura a Dustin Hoffman con instrumentos de odontología, así como el arma blanca que lleva el primero en la muñeca para asestar certeros navajazos contra sus enemigos.

Vista ahora, no creo que el tiempo la haya tratado muy bien. Sigue siendo un thriller intenso y que mantiene en gran parte la tensión e intriga pero, al final, hay aspectos de la trama que resultan inverosímiles como todo lo que rodea al personaje de Roy Scheider pasando ante su hermano por ejecutivo petrolero, otros son previsibles como la aparición de Martha Keller actuando de topo de los malos y, finalmente, hay aspectos de la trama explicados de forma confusa. La película va de más a menos, al principio engancha por el interés de ver cómo encajarán las piezas que el guion va poniendo a los espectadores, pero, en la parte final, hay cosas que chirrían como que un antiguo criminal nazi como Olivier intente tasar diamantes en las joyerías judías de Manhattan o el duelo final en el que Hoffman obliga a Olivier a tragarse los diamantes en unas cloacas de Central Park.

Entretenida, sin más. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

LA NOCHE AMERICANA

 

Precisamente una de las películas de las que se exhibe un trozo en Splendor es La noche americana (1973), de François Truffaut, que supone otra declaración de cinefilia aquí volcada en hacer una aproximación al rodaje de una película.

Un rodaje en que al director de la película que se rueda, protagonizado por el propio Truffaut, se le acumulan los problemas: ajustarse al presupuesto y plan de rodaje,  una de las actrices con más pasado que presente que olvida los diálogos,  la estrella de la película que proviene de Hollywood y tiene antecedentes de crisis nerviosas, el protagonista del filme que desaparece del rodaje a causa de un desengaño amoroso y la muerte de uno de los actores que obliga a reajustar el final de la película en 5 días suprimiendo escenas para adaptarse a tal circunstancia.

Pese a las adversidades, el amor del cineasta por su trabajo, plasmado entre otras escenas en un flasback en que de niño roba de un cine las fotografías de Ciudadano Kane, junto con un equipo técnico también con gran dedicación, logra terminar la película.

Dentro de películas de cine dentro del cine, viendo La noche americana me han venido a la memoria las películas de Minnelli. De igual manera que Lana Turner y George Hamilton desaparecían de las películas que rodaban en Cautivos del mal y Dos semanas en otra ciudad, aquí es el actor principal del filme que se rueda, interpretado por Jean Pierre Leaud, quien desaparece por un conflicto amoroso al igual que pasaba con Turner y Hamilton. Si las películas de Minnelli hacían una aproximación desde la elegancia y ajustándose al cine clásico americano, aquí Truffaut se centra no solo en las relaciones personales sino también en los entresijos del rodaje: grúas, figurantes, trucos, improvisaciones, cronogramas … y con su propio lenguaje cinematográfico, ya fogueado desde catorce años antes cuando dirigió Los cuatrocientos golpes. Además, las relaciones personales que se muestran no solo conciernen a los protagonistas sino también a personajes más secundarios del equipo de rodaje.

Truffaut aparece como un director de orquesta, atento a dar respuesta a todos los problemas de orden técnico que se van presentando, así como a los que afectan a las relaciones entre los actores, de generaciones diferentes y distintas problemáticas que el director debe intentar reconducir. Seguramente, la película refleja mejor que ninguna la implicación de un director en el rodaje de una película, un complejo puzzle sujeto a la incerteza de cualquier cambio y en el que el dinero del productor obliga a obtener un resultado final.

Sigo pensando que Jean Pierre Leaud es un mal actor, pero parecía consustancial al cine de Truffaut y aquí interpreta al infantil y caprichoso actor protagonista del filme, mientras completan el reparto una atractiva Jacqueline Bisset, la veterana Valentina Cortese en una divertida interpretación y el también por entonces veterano Jean Pierre Aumont.

Después de haberla visto por televisión hace varias décadas, me parece que la narración, en una película de compleja filmación, es fluida, el amor que profesa por el cine sincero y verdadero, por lo que me parece una muy buena película. 

MÁS RÁPIDO QUE EL VIENTO

  Más rápido que el viento (1958) es un western que tiene muchos puntos atractivos. Dirigido por un competente Robert Parrish, vi que en el...