Precisamente una de las
películas de las que se exhibe un trozo en Splendor es La noche
americana (1973), de François Truffaut, que supone otra declaración de
cinefilia aquí volcada en hacer una aproximación al rodaje de una película.
Un rodaje en que al director de
la película que se rueda, protagonizado por el propio Truffaut, se le acumulan
los problemas: ajustarse al presupuesto y plan de rodaje, una de las actrices con más pasado que
presente que olvida los diálogos, la
estrella de la película que proviene de Hollywood y tiene antecedentes de
crisis nerviosas, el protagonista del filme que desaparece del rodaje a causa
de un desengaño amoroso y la muerte de uno de los actores que obliga a
reajustar el final de la película en 5 días suprimiendo escenas para adaptarse
a tal circunstancia.
Pese a las adversidades, el
amor del cineasta por su trabajo, plasmado entre otras escenas en un flasback
en que de niño roba de un cine las fotografías de Ciudadano Kane, junto
con un equipo técnico también con gran dedicación, logra terminar la película.
Dentro de películas de cine
dentro del cine, viendo La noche americana me han venido a la memoria
las películas de Minnelli. De igual manera que Lana Turner y George Hamilton
desaparecían de las películas que rodaban en Cautivos del mal y Dos
semanas en otra ciudad, aquí es el actor principal del filme que se rueda,
interpretado por Jean Pierre Leaud, quien desaparece por un conflicto amoroso
al igual que pasaba con Turner y Hamilton. Si las películas de Minnelli hacían una
aproximación desde la elegancia y ajustándose al cine clásico americano, aquí
Truffaut se centra no solo en las relaciones personales sino también en los
entresijos del rodaje: grúas, figurantes, trucos, improvisaciones, cronogramas
… y con su propio lenguaje cinematográfico, ya fogueado desde catorce años
antes cuando dirigió Los cuatrocientos golpes. Además, las
relaciones personales que se muestran no solo conciernen a los protagonistas
sino también a personajes más secundarios del equipo de rodaje.
Truffaut aparece como un
director de orquesta, atento a dar respuesta a todos los problemas de orden
técnico que se van presentando, así como a los que afectan a las relaciones
entre los actores, de generaciones diferentes y distintas problemáticas que el
director debe intentar reconducir. Seguramente, la película refleja mejor que
ninguna la implicación de un director en el rodaje de una película, un complejo
puzzle sujeto a la incerteza de cualquier cambio y en el que el dinero del
productor obliga a obtener un resultado final.
Sigo pensando que Jean Pierre
Leaud es un mal actor, pero parecía consustancial al cine de Truffaut y aquí
interpreta al infantil y caprichoso actor protagonista del filme, mientras
completan el reparto una atractiva Jacqueline Bisset, la veterana Valentina
Cortese en una divertida interpretación y el también por entonces veterano Jean
Pierre Aumont.
Después de haberla visto por
televisión hace varias décadas, me parece que la narración, en una película de
compleja filmación, es fluida, el amor que profesa por el cine sincero y
verdadero, por lo que me parece una muy buena película.
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