domingo, 1 de septiembre de 2024

LA NOCHE AMERICANA

 

Precisamente una de las películas de las que se exhibe un trozo en Splendor es La noche americana (1973), de François Truffaut, que supone otra declaración de cinefilia aquí volcada en hacer una aproximación al rodaje de una película.

Un rodaje en que al director de la película que se rueda, protagonizado por el propio Truffaut, se le acumulan los problemas: ajustarse al presupuesto y plan de rodaje,  una de las actrices con más pasado que presente que olvida los diálogos,  la estrella de la película que proviene de Hollywood y tiene antecedentes de crisis nerviosas, el protagonista del filme que desaparece del rodaje a causa de un desengaño amoroso y la muerte de uno de los actores que obliga a reajustar el final de la película en 5 días suprimiendo escenas para adaptarse a tal circunstancia.

Pese a las adversidades, el amor del cineasta por su trabajo, plasmado entre otras escenas en un flasback en que de niño roba de un cine las fotografías de Ciudadano Kane, junto con un equipo técnico también con gran dedicación, logra terminar la película.

Dentro de películas de cine dentro del cine, viendo La noche americana me han venido a la memoria las películas de Minnelli. De igual manera que Lana Turner y George Hamilton desaparecían de las películas que rodaban en Cautivos del mal y Dos semanas en otra ciudad, aquí es el actor principal del filme que se rueda, interpretado por Jean Pierre Leaud, quien desaparece por un conflicto amoroso al igual que pasaba con Turner y Hamilton. Si las películas de Minnelli hacían una aproximación desde la elegancia y ajustándose al cine clásico americano, aquí Truffaut se centra no solo en las relaciones personales sino también en los entresijos del rodaje: grúas, figurantes, trucos, improvisaciones, cronogramas … y con su propio lenguaje cinematográfico, ya fogueado desde catorce años antes cuando dirigió Los cuatrocientos golpes. Además, las relaciones personales que se muestran no solo conciernen a los protagonistas sino también a personajes más secundarios del equipo de rodaje.

Truffaut aparece como un director de orquesta, atento a dar respuesta a todos los problemas de orden técnico que se van presentando, así como a los que afectan a las relaciones entre los actores, de generaciones diferentes y distintas problemáticas que el director debe intentar reconducir. Seguramente, la película refleja mejor que ninguna la implicación de un director en el rodaje de una película, un complejo puzzle sujeto a la incerteza de cualquier cambio y en el que el dinero del productor obliga a obtener un resultado final.

Sigo pensando que Jean Pierre Leaud es un mal actor, pero parecía consustancial al cine de Truffaut y aquí interpreta al infantil y caprichoso actor protagonista del filme, mientras completan el reparto una atractiva Jacqueline Bisset, la veterana Valentina Cortese en una divertida interpretación y el también por entonces veterano Jean Pierre Aumont.

Después de haberla visto por televisión hace varias décadas, me parece que la narración, en una película de compleja filmación, es fluida, el amor que profesa por el cine sincero y verdadero, por lo que me parece una muy buena película. 

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