Mientras los restos del
naufragio independentista se manifiestan haciendo el ridículo un año más y me
entero de que el expolio fiscal ha pasado de 16.000 millones de euros a 22.000,
decido ir al cine a ver El 47, una película que ha levantado bastante
expectación y que no me ha defraudado pues es una película sólida y el interés
está asegurado por la temática, más en mi caso siendo barcelonés.
Dirigida por Marcel Barrena,
narra la historia de Manolo Vital, un conductor de autobuses que vivía en Torre
Baró, barrio que había construido con sus propias manos junto a otros vecinos
escapando de la miseria del sur de España. Vital secuestró en mayo de 1978 un
autobús para demostrar a las autoridades que era factible que el transporte
público llegara a aquellas empinadas calles. Él lideró el secuestro pero todo
el barrio se volcó en la lucha, aunque solo Manolo fue detenido y juzgado, para
ser rehabilitado más tarde y reingresar en la empresa de autobuses.
Uno de los puntos fuertes de la
película son los protagonistas. Eduard Fernández es uno de los mejores actores
del país y está perfecto en su papel, su catalán con acento extremeño desprende
autenticidad. También hacen una buena interpretación Clara Segura, en el papel
de monja catalana que cuelga los hábitos y se casa con Manolo, así como la hija
de Manolo, Joana, interpretada por Zoe Bonafonte y que vive como un estigma
habitar en Torre Baró frente a sus compañeras en una coral, pero acaba en la lucha
reivindicando la dignidad para el barrio.
En aquellos años 1977 y 1978 en
que se desarrolla casi toda la película, y a pesar de que la incipiente
democracia estaba en marcha, la película muestra la represión a la que seguía
sometida la gente en barrios marginales de Barcelona. Ayudada por imágenes de
archivo de la Barcelona de los setenta, la película da una muestra fidedigna de
la realidad del barrio y no arriesga demasiado en el guion, centrando la
película básicamente en Manolo y su mujer, pero es eficaz en aquello que se propone
explicar.
En fin, una película
interesante de ver, aunque la opinión no sea unánime y Toni Albà ha rechazado
ir a ver esa “puta película” cuestionando la integración en Torre Baró dado
que asegura que el 80% del barrio vota el A por ellos y solo un 16% es
voto catalán. Parece que a Albá y otros independentistas les molesta que se
haga una película sobre una movilización de gentes que lucharon por la dignidad
de un barrio que construyeron ellos mismos y, por tanto, ayudaron decisivamente
en la construcción de Catalunya viniendo de otras zonas de la península. Pero
me parece bien que Albà no vaya a ver la película igual que nosotros no iremos
a su restaurante que, gracias a la dirección de un ser superior como él,
arrastras cuantiosas pérdidas y está en proceso de disolución.
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