Leo Quina mena de gent som, libro que recoge unos ensayos de
Agustí Calvet, firmados con su pseudónimo de Gaziel, reflexionando sobre la
realidad política de Catalunya a través de la historia.
Ciertamente, da la impresión de
que a Gaziel le hubiera gustado que las cosas fueran diferentes, pero es
realista e intenta ser objetivo con los hechos. Catalunya nunca se constituyó
con la suficiente entidad para que se le pudiera atribuir ser un protoestado al
estilo del reino de Castilla que acabó derivando en el Reino de España o la
monarquía francesa que, evolucionando desde la Edad Media, completa el hexágono
y se acaba convirtiendo en una República a finales del siglo XVIII. Gaziel
analiza la situación de Catalunya y ve que participó en una confederación de
reinos con Aragón que, mientras se expandía por el Mediterráneo, perdía la
oportunidad de hacerse fuerte en el continente aprisionada entre España y
Francia. La propia configuración en forma de confederación de reinos daba pie a
una debilidad política siendo Catalunya la zona más perjudicada ya que era más
poblada y próspera que Aragón, siendo ésta última una zona que quedó muy cercana
a la esfera de influencia castellana empezando por el propio idioma. Catalunya
está en un momento de debilidad al inicio de la Edad Moderna, no tiene la
determinación de los portugueses en cuanto a separarse de la Corona española e
incluso le perjudica la ubicación geográfica que sí beneficia al país luso.
A partir de aquí, Gaziel
critica el punto de partida falso en que incurren algunos historiadores dando
por hecho que, en algún momento de la historia, Catalunya se había constituido
en Estado, o algo más o menos equivalente, reinterpretando una historia que
nunca fue. Así, señala:
No conec ni un sol historiador nostre que hagi
obert els ulls a l’enorme tragèdia dels fets, que demostren, precisament tot el
contrari: unes vegades, la inexistència, altres, la insuficiència, i sempre, la
ineficiència de “l’esperit nacional” català per a plasmar-se en una plena
realitat estatal. Ben al revés del que pretenen tals històries, la de Catalunya
és una de les mostres més punyents i doloroses de la impotència radical que una
nacionalitat ha demostrat sempre – al llarg del secular procés de les nacionalitats
modernes, des del seu començament medieval fins a les acaballes on són ara –
per a enfortir i proclamar definitivament la seva personalitat espiritual
única, reguardant-la dintre la forma i amb la força material d’un Estat: únic
mitjà d’assolir pràcticament la plenitud a què en teoria tenen dret totes les
nacionalitats autèntiques pel fet de ser-ho.
Esto me recuerda las afiladas
palabras de Alfons López Tena señalando que, tras los hechos acaecidos entre
2012 a 2017, había quedado claro que los catalanes pedían en la calle la
independencia, la deseaban pero, en realidad, no la querían y que el proceso
hacia la independencia nunca fue real. En el fondo, lo que demuestra el procés
en una absoluta falta de voluntad política para llevar a cabo un proceso de independencia
con seriedad que quedó al descubierto cuando, tras el 1 de octubre, los
políticos que lo impulsaron no sabían qué hacer.
La visión de Gaziel de las
aspiraciones nacionales catalanas a lo largo de la historia es pesimista, resignada
y realista. Pone como ejemplo que, si un
jugador de cartas siempre pierde, será por algo más que el hecho que le toquen
malas cartas de la baraja. Así, cree que hay momentos en que la historia le
juega malas pasadas a Catalunya, como el hecho que Prat de la Riba muera
prematuramente siendo para Gaziel el mejor político de su generación; pero en
otras ocasiones es la incapacidad de la clase gobernante para ver con claridad
lo que hay que hacer, citando en este sentido, desde cuando los Condes de
Barcelona admiten un papel de Cenicienta en la Corona de Aragón, hasta la
insensata revuelta de 1934 a la que dedica unas críticas que podrían ser las
mismas que hagamos a lo sucedido hace siete años.
Esos errores de medir mal las
fuerzas que se reflejan en este párrafo:
Sempre m’ha semblat un contrasentit i una pura
falòrnia allò del “tot o res!”, del “o caixa o faixa”, del “si no ens ho donen,
ens ho prendrem” que tant ha entusiasmat sempre els catalanistes moderns, des
de la nostra Renaixença del segle XIX fins a la tombarella tràgica del 1936.
Possiblement aquestes expressions romàntiques i absolutament buides agradaven
tant perquè creaven la falsa il·lusió d’unes forces que radicalment ens manquen.
Tampoco ahorra críticas a Castilla,
una nación potente, capaz de articular como un Estado casi la totalidad de la
península ibérica pero entregada a vivir de sus colonias y, tras perderlas, incapaz
de impulsar políticas que rigieran de manera eficaz los asuntos públicos. Como
nacionalista catalán, a Gaziel también le molesta la incomprensión de muchos
españoles que no reconocían el hecho nacional catalán y se ofendían si oían
hablar la lengua catalana. Gaziel vivió en Madrid durante la década de los 40
tras la Guerra Civil y hablaba con conocimiento de causa. Todo ello nos lleva a
un hombre perdedor y desubicado, exiliado ya en 1936 perseguido por unos y por otros
observando los desatinos de ambos bandos.
Así que leer a Gaziel está muy
bien porque, además de ser buen escritor, lo que explica no ha perdido vigencia
e incluso algunas de las páginas se podrían escribir prácticamente como
entonces para referir hechos de estos últimos años.
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