jueves, 5 de septiembre de 2024

QUINA MENA DE GENT SOM

 

Leo Quina mena de gent som, libro que recoge unos ensayos de Agustí Calvet, firmados con su pseudónimo de Gaziel, reflexionando sobre la realidad política de Catalunya a través de la historia.

Ciertamente, da la impresión de que a Gaziel le hubiera gustado que las cosas fueran diferentes, pero es realista e intenta ser objetivo con los hechos. Catalunya nunca se constituyó con la suficiente entidad para que se le pudiera atribuir ser un protoestado al estilo del reino de Castilla que acabó derivando en el Reino de España o la monarquía francesa que, evolucionando desde la Edad Media, completa el hexágono y se acaba convirtiendo en una República a finales del siglo XVIII. Gaziel analiza la situación de Catalunya y ve que participó en una confederación de reinos con Aragón que, mientras se expandía por el Mediterráneo, perdía la oportunidad de hacerse fuerte en el continente aprisionada entre España y Francia. La propia configuración en forma de confederación de reinos daba pie a una debilidad política siendo Catalunya la zona más perjudicada ya que era más poblada y próspera que Aragón, siendo ésta última una zona que quedó muy cercana a la esfera de influencia castellana empezando por el propio idioma. Catalunya está en un momento de debilidad al inicio de la Edad Moderna, no tiene la determinación de los portugueses en cuanto a separarse de la Corona española e incluso le perjudica la ubicación geográfica que sí beneficia al país luso.

A partir de aquí, Gaziel critica el punto de partida falso en que incurren algunos historiadores dando por hecho que, en algún momento de la historia, Catalunya se había constituido en Estado, o algo más o menos equivalente, reinterpretando una historia que nunca fue. Así, señala:

No conec ni un sol historiador nostre que hagi obert els ulls a l’enorme tragèdia dels fets, que demostren, precisament tot el contrari: unes vegades, la inexistència, altres, la insuficiència, i sempre, la ineficiència de “l’esperit nacional” català per a plasmar-se en una plena realitat estatal. Ben al revés del que pretenen tals històries, la de Catalunya és una de les mostres més punyents i doloroses de la impotència radical que una nacionalitat ha demostrat sempre – al llarg del secular procés de les nacionalitats modernes, des del seu començament medieval fins a les acaballes on són ara – per a enfortir i proclamar definitivament la seva personalitat espiritual única, reguardant-la dintre la forma i amb la força material d’un Estat: únic mitjà d’assolir pràcticament la plenitud a què en teoria tenen dret totes les nacionalitats autèntiques pel fet de ser-ho.

Esto me recuerda las afiladas palabras de Alfons López Tena señalando que, tras los hechos acaecidos entre 2012 a 2017, había quedado claro que los catalanes pedían en la calle la independencia, la deseaban pero, en realidad, no la querían y que el proceso hacia la independencia nunca fue real. En el fondo, lo que demuestra el procés en una absoluta falta de voluntad política para llevar a cabo un proceso de independencia con seriedad que quedó al descubierto cuando, tras el 1 de octubre, los políticos que lo impulsaron no sabían qué hacer.

La visión de Gaziel de las aspiraciones nacionales catalanas a lo largo de la historia es pesimista, resignada y realista.  Pone como ejemplo que, si un jugador de cartas siempre pierde, será por algo más que el hecho que le toquen malas cartas de la baraja. Así, cree que hay momentos en que la historia le juega malas pasadas a Catalunya, como el hecho que Prat de la Riba muera prematuramente siendo para Gaziel el mejor político de su generación; pero en otras ocasiones es la incapacidad de la clase gobernante para ver con claridad lo que hay que hacer, citando en este sentido, desde cuando los Condes de Barcelona admiten un papel de Cenicienta en la Corona de Aragón, hasta la insensata revuelta de 1934 a la que dedica unas críticas que podrían ser las mismas que hagamos a lo sucedido hace siete años.

Esos errores de medir mal las fuerzas que se reflejan en este párrafo:

Sempre m’ha semblat un contrasentit i una pura falòrnia allò del “tot o res!”, del “o caixa o faixa”, del “si no ens ho donen, ens ho prendrem” que tant ha entusiasmat sempre els catalanistes moderns, des de la nostra Renaixença del segle XIX fins a la tombarella tràgica del 1936. Possiblement aquestes expressions romàntiques i absolutament buides agradaven tant perquè creaven la falsa il·lusió d’unes forces que radicalment ens manquen.

Tampoco ahorra críticas a Castilla, una nación potente, capaz de articular como un Estado casi la totalidad de la península ibérica pero entregada a vivir de sus colonias y, tras perderlas, incapaz de impulsar políticas que rigieran de manera eficaz los asuntos públicos. Como nacionalista catalán, a Gaziel también le molesta la incomprensión de muchos españoles que no reconocían el hecho nacional catalán y se ofendían si oían hablar la lengua catalana. Gaziel vivió en Madrid durante la década de los 40 tras la Guerra Civil y hablaba con conocimiento de causa. Todo ello nos lleva a un hombre perdedor y desubicado, exiliado ya en 1936 perseguido por unos y por otros observando los desatinos de ambos bandos.

Así que leer a Gaziel está muy bien porque, además de ser buen escritor, lo que explica no ha perdido vigencia e incluso algunas de las páginas se podrían escribir prácticamente como entonces para referir hechos de estos últimos años.

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