lunes, 16 de septiembre de 2024

ORO MALDITO

 

Alberto Crespi cita como título principal en sus capítulos sobre la historia del cine en Italia películas bastante conocidas y prestigiosas. Por tanto, en principio, sorprende que, para hablar de la Resistencia en el período final de la II Guerra Mundial, ponga un spaguetti western rodado en 1967 titulado Se sei vivo spara que, en España, se tituló Oro maldito. Su director, Giulio Questi, tampoco es de los más importantes del género aunque, eso sí, cuenta con un actor bastante icónico en este tipo de películas como fue el cubano Thomas Milian.

Una banda de forajidos roba un cargamento de oro y traiciona sus aliados indios y mexicanos perpetrando una masacre de la cual, milagrosamente, se salva un mestizo interpretado por Milian que prácticamente, en un tono fantástico cercano a Pale rider, regresa del mundo de los muertos. Los forajidos llegan a una ciudad ya que han de comprar caballos para proseguir su huida con el botín y, allí, los lugareños conocerán de la existencia del oro con lo que se produce un conflicto con muchas partes intentando conseguirlo: la propia banda, las gentes del pueblo encabezados por el dueño del hotel y un acaudalado comerciante que también actúa como predicador, un terrateniente de una zona cercana y el propio Milian que, más que en el oro, piensa en ejecutar un plan de venganza. ´

La película no tiene un mal guion, tiene elementos de interés al mostrar como la codicia por el oro desestabiliza una comunidad de gente con pocos principios morales y la composición del personaje de Milian no está mal, un tipo taciturno y reservado con similitudes respecto a otros héroes del género. No obstante, la realización es vulgar y el resultado simplemente pasable, siendo un filme que el propio Crespi califica de delirante y poco equilibrado.

Oro maldito fue estrenada con unos cortes en dos escenas muy violentas, más propias del gore y que se identifican en la copia de youtube porque están subtituladas en inglés, siendo por lo demás una película bastante más brutal que la media del género. La recuperación del metraje completo provocó el entusiasmo de algunos seguidores y se convirtió en película de culto una vez Tarantino, Alex Cox y Joe Dante manifestaron que la adoraban.  

Y resulta que Crespi la pone encabezando ese capítulo porque no hay películas italianas que traten abiertamente sobre la Resistencia cuando, según él, ese período hubiera podido dar mucho de sí desde el punto de vista cinematográfico. Es verdad que están Paisà y Roma ciudad abierta de Rossellini pero, además de que la primera se rueda en gran parte con capital americano, ninguna de las dos es un gran éxito de público. Cita otras películas en que se habla de la Resistencia, pero de manera tangencial como, por ejemplo, Todos a casa donde también aparece la Resistencia ya en los últimos minutos de la película. Otra cosa hubiera sido haber hecho Todos a casa II y ver qué fue de Alberto Sordi como partisano. Aunque no lo diga Crespi, supongo que tampoco habría interés en realizar películas sobre un colectivo de gente entre los que el PCI tuvo bastante presencia.

En cambio, en una entrevista realizada en 1994, Questi explicó que, en su película, quiso contar la Resistencia tal como él la vivió, siendo el terrateniente y sus seguidores que van con uniforme negro los fascistas, mientras que los indios y pobres que aparecen serían los partisanos. Crespi destaca que, en la experiencia de Questi cuando combatió, teniendo unos veinte años recién cumplidos, con los partisanos, la extrema violencia en la lucha contra el fascismo adquiere un carácter salvaje con unas actuaciones criminales que no tendrían razón de ser en otro contexto, pero sí se dieron frente a los nazis y los italianos fascistas que aún luchaban por la República de Saló. Hay una mezcla de atracción y repulsa hacia las acciones que, como partisano, Questi llevó a cabo y que quiso explicar, a modo de exorcismo de sus demonios interiores e identificándose con el personaje de Milian, a través del filme convirtiéndolo en ultraviolento.

Por tanto, una película más interesante por el contexto, según explica Crespi, que por su valor cinematográfico. 

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