Acostumbrado a fallar cada
semana en las quinielas, más rabia me da haber errado al pronosticar que habría
una repetición de elecciones en España. Consideraba a Sánchez un tahúr con
procos escrúpulos y me equivoqué. Sánchez es un tahúr sin ningún escrúpulo que
ha preferido cometer una felonía (tenía razón Casado cuando lo calificó como
felón) y mantenerse, ya veremos por cuánto tiempo, en la poltrona de La Moncloa
que arriesgarse a unas nuevas elecciones que, si hubiera mantenido otro perfil,
podrían haberle permitido ser presidente sin pagar un peaje tan alto que además
augura una legislatura más que complicada. Mientras Sánchez nos decía en
campaña que se tenía que cerrar con firmeza la puerta a la ultraderecha neofranquista
de VOX, ahora nos cuela por la ventana el fascismo de Puigdemont.
He leído el pacto entre Sánchez
y Puigdemont y es un acuerdo entre políticos desvergonzados. Ambos saben que en ese pacto hay mucho ruido y
pocas nueces, no hay nada en concreto desde el punto de vista político, nada
relevante que vaya a modificar la relación entre Catalunya y España. Únicamente
hay parole, parole, parole. Lo único realmente tangible es la
investidura de Sánchez y una ley de amnistía para Puigdemont y sus principales secuaces.
Nada más.
Sin dar nada en concreto a
nivel político, Sánchez les ha otorgado un activo muy nocivo en manos de los
independentistas: legitimidad y un relato. Les da legitimidad cuando admite (de
manera confusa eso sí) el lawfare y se da a entender que los políticos independentistas
no pudieron hacer política porque fueron bloqueados o neutralizados por los
miembros de la judicatura. Esa irresponsable concesión ya ha sido criticada por
todas las asociaciones de magistrados, ya sean conservadores o progresistas. Lo
que parece admitir Sánchez haría retroceder noventa o cien puestos en los
rankings de calidad democrática y poner a España al nivel de Uganda o
Venezuela.
Puigdemont coleccionaba y se
hacía fotos con los autos del Tribunal Constitucional que iba recibiendo y le
advertían de la desobediencia en que incurría, montó el referéndum del 1-O amparándose
en leyes cuya vigencia había quedado suspendida de inmediato que fueron
publicadas y desobedeciendo una orden expresa en forma de auto del Tribunal
Superior de Justicia de Catalunya. ¿Qué es desjudicializar la política? ¿Qué
los jueces se hubieran inhibido y se hubieran quedado de brazos cruzados ante
esa serie de desmanes, que incluían de manera muy clara la malversación de
dinero público? ¿es lícito vulnerar el Código Penal si se hace por una
motivación política?
Sánchez me recuerda a Laporta.
Así como Jan ganó las elecciones y no tenía nada preparado, ni avales, ni
proyecto deportivo, nada de nada; Sánchez ha prometido cosas a un montón de
partidos políticos y no creo que tenga pensado como afrontará sus promesas, sino
que irá improvisando. Parece un milagro que la legislatura pueda tirar adelante
y llevar a cabo una obra de gobierno cuando entre los socios de Sánchez hay
diversos enfrentamientos larvados desde hace tiempo: Sumar-Podemos, Junts- ERC
y PNV-Bildu.
El otro día Enric Juliana
destacaba en televisión la importancia de la amnistía porque, según su punto de
vista, se reconducían los hechos acaecidos en 2017 y los independentistas
volvían al marco de la política estatal aceptándolo al menos de manera
implícita. Muy bien, pero la pregunta es: ¿Por qué se fueron? ¿Qué consiguieron marchándose y haciendo
política al margen de la legalidad?
No consiguieron nada y el mismo
Puigdemont ya parecía condenado a la irrelevancia política hasta que la
aritmética parlamentaria del 23-J y la desvergüenza de Sánchez lo ha sacado a
flote. Tampoco parece que ahora vayan a conseguir cosas muy importantes al
margen de la salida personal que les dará la amnistía y hasta se podría
modificar ligeramente aquel lema de 1977 para describir el momento actual: Llibertat,
amnistía i Traspás de Rodalies.
En cambio, en este río
revuelto, los pescadores que de momento parece que puedan tener más éxito y
ganar algo tangible son los vascos que han conseguido el traspaso de la gestión
del régimen de la Seguridad Social, una reivindicación que llevaban largo
tiempo pretendiendo.
Veo en los medios mucha
discusión en torno a si la amnistía tiene o no cabida en la Constitución.
Entretenidos en esta cuestión, que ya dirimirá el TC cuando toque y habrá que
respetar su decisión al margen que es un órgano politizado desde hace 40 años
por los gobiernos de turno, me parece más acertado algún comentario que veo en
el sentido que la amnistía es inadmisible desde un punto de vista político.
¿A quiénes se quiere amnistiar?
A una gente que se saltaron las leyes, pisotearon los derechos de los
parlamentarios no afines en el Parlament, utilizaron los medios de comunicación
de la Corporació Catalana de radio y
televisión usándolos como plataformas de adoctrinamiento, dividieron a la
población, acosaron a los disidentes de su pensamiento, llegaron a utilizar violencia
contra los que no eran de su cuerda, bloquearon infraestructuras como
autopistas y aeropuerto con las correspondientes pérdidas económicas, no
respetaron la pluralidad en los edificios públicos, provocaron graves alteraciones
de orden público especialmente en la ciudad de Barcelona, … Se pretende amnistiar un movimiento político con evidentes características fascistas: antidemocrático, xenófobo y violento. Basta decir que solo recuerdo tres personalidades internacionales que se hayan hecho una fotografía con la estelada: Nicolás Maduro, Matteo Salvini y Pamela Anderson.
Es inadmisible, una gente así
no se merece ninguna amnistía. Una cosa distinta y con la que estuve de acuerdo
fue con los indultos. Un indulto es un perdón que no borra el delito y, aunque
de bien nacidos es ser agradecidos y ellos no dieron las gracias, fue una
medida que ayudó a pacificar el país y llevarlo a unos límites de convivencia más
soportables comparados con la crispación de 2017 a 2019.
Regalarles la amnistía, y
además el relato que ellos estuvieron manipulando durante más de un lustro, es
un acto de una gran irresponsabilidad. Solo faltan los descerebrados de la
ultraderecha madrileña emulando a los que aquí incendiaban en 2019, y las
reacciones poco serenas y calmadas del PP y la ultraderecha de VOX diciendo que se está instaurando una dictadura, para
augurar unas próximas semanas muy convulsas.
Y al final se vendrá abajo uno
de los argumentos de Sánchez para conceder la amnistía cuando explica que se
resolverá políticamente el contencioso entre Catalunya y España. En primer
lugar, antes de determinar si hay un contencioso político entre Catalunya y
España, se tendría que dirimir el que hay entre Catalunya (independentista) y
Catalunya (no independentista) porque a mí me parece evidente que no hay una
mayoría social independentista en Catalunya. Pero, de momento, y una vez Sánchez traiciona
a sus votantes (especialmente los que le votaron en Catalunya) y les ha
regalado el relato a los independentistas, asumiendo que hay un contencioso
entre Catalunya y España, y dadas las pretensiones y modos de actuar que tienen
Puigdemont y compañía, no puede haber otra situación (sin solución) que no sea
la inestabilidad.