jueves, 16 de noviembre de 2023

LOS FINALES FELICES SON PARA OTROS

 

Tarde de teatro en la Villarroel viendo Los finales felices son para otros, montaje de una compañía argentina que adaptan de manera libre el Ricardo III de Shakespeare pasando de la Inglaterra medieval al Buenos Aires actual.

Ricardo es un ser deforme, que renguea de manera muy ostensible y propietario, junto a sus dos hermanos, de un taller. La hija del antiguo propietario del taller, que ha hecho fortuna en España, vuelve para comprarlo y aflora el recuerdo de su padre que se ahorcó allí en una de les enésimas crisis económicas del país, siendo el cadáver descubierto por Ricardo cuando aún era niño. La aparición del dinero fresco que trae la compraventa, los deseos de Ricardo de deshacerse de sus dos hermanos y la alianza que establece con un corrupto inspector de policía precipitarán los hechos dramáticos.

Ricardo es un ser perverso y cruel pero, como en la obra de Shakespeare, también inteligente, ambicioso, manipulador y persuasivo. Despreciado por sus dos hermanos que se burlan de su deformidad y le han humillado de manera inmisericorde desde la infancia, urde el plan criminal. Los hermanos son retratados como unos auténticos botarates, inmaduros e irreflexivos mientras el inspector comparte todas las características de personaje malvado con Ricardo.

Aunque me costó un poco entrar en la historia en el primer acto, la obra va subiendo de intensidad en el segundo cuando se revelan los planes criminales de Ricardo que el espectador conoce previamente a su ejecución. El montaje está muy bien porque hay una gran intensidad dramática y una sensación que sentimos la violencia muy próxima. Es una de las veces que en un teatro me ha parecido más violenta una obra.

Todo el elenco está muy bien pero la interpretación de Ricardo, a cargo del actor Julián Ponce Campos, es especialmente destacable. No solo por moverse cojo por el escenario toda la obra de acuerdo a las condiciones físicas del personaje, sino por su gestualidad y el uso de la lengua de forma provocadora y lasciva, así como la manera de mudar el personaje según su interlocutor siempre atendiendo a sus perversos intereses, Campos crea un personaje inquietante y perturbador.

Un buen montaje que hubiera merecido una mayor atención pues la única grada habilitada estaba medio vacía.

 

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