La cicatriz es una película de serie B dirigida en 1948 por Steve Sekely.
Está interpretada por Paul Henreid, que también la produjo, y Joan Bennet. Como
secundario, aparece John Qualen, aquel inmigrante sueco que mostraba con orgullo
su acreditación como ciudadano estadounidense en El hombre que mató a Liberty
Valance. Sekely fue un director húngaro que trabajó en el cine alemán a
principios de la década de los 30, y en su Hungría natal el resto de la década
hasta que emigró a EEUU en 1939.
La película pertenece al género negro pero da unos giros inesperados
en la trama que me ha recordado a algunos episodios de The twilight zone.
Resulta muy entretenida aunque el guion sea un poco descabellado. Henreid
interpreta a John Muller, un criminal con estudios en psicología y medicina
que, tras pasar por la cárcel, planea un atraco con otros compinches a un casino.
La cosa saldrá mal aunque él logrará huir e irá a parar a un pueblo donde descubre
que es casi idéntico al doctor del pueblo, un prestigioso psiquiatra que tiene
una cicatriz en una mejilla y la suerte de tener a Joan Bennet como secretaria.
Muller ideará un perverso plan que consistirá en matar al doctor y suplantar su
identidad aunque, queriendo herir su mejilla para que quede una cicatriz, se equivocará
de lado por un negativo revelado del revés. A pesar de ello, y esto es lo más
descabellado, ni pacientes ni Joan Bennet advierten la suplantación en un principio.
Finalmente sí se descubre la verdad y, cuando está a punto de coger un barco y salir
al extranjero con Joan Bennet, resulta que el doctor tenía cuantiosas deudas y
un par de matones se lo impedirán. Ha querido evitar su identidad porque le perseguían
(aunque habían abandonado su pista) y resulta que pringa por asumir la
identidad de una persona que, en principio, no tenía perfil conflictivo. Malherido,
en una escena que me recuerda a otras de películas de Lang en las que el hombre
lucha contra su destino, verá zarpar el barco mientras él se queda en tierra.
Se ve que Sekely era un tipo competente. La película tiene el
sabor de la serie B, pasan muchas cosas en poco tiempo y es muy amena. Henreid
está bien en su papel y Bennet, aunque no tenga un papel tan atractivo de femme
fatale como en Perversidad, siempre resulta una presencia estimulante en
una película de cine negro.
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