Vi hace muchos años 4 meses, 3 semanas y 2 días, que me
gustó bastante y no había tenido la oportunidad de ver otra película de Cristian
Mungiu. Tampoco se ha prodigado mucho el director rumano que solo tiene en su
haber 5 filmes. Pero surge la oportunidad de ir a la Filmoteca a ver R.M.N.
y me parece una película notable y de gran interés.
La acción transcurre en una población de Transilvania, una
zona multiétnica donde conviven rumanos y húngaros. Por ello, es muy importante
la advertencia inicial sobre los subtítulos, de color blanco cuando se habla en
rumano y de amarillo cuando es en húngaro. Otras lenguas, más fáciles de identificar,
vienen en color rosa ya que también se habla en francés, inglés y alemán.
La acción se inicia cuando Mattias vuelve a ese pueblo desde Alemania
tras despedirse de manera brusca de su trabajo en una industria cárnica. Mattias
tiene en ese pueblo una mujer y un hijo de unos 11 o 12 años, además de una
examante llamada Csilla , una mujer divorciada con la que se adivina una
relación intensa y no finiquitada. Csilla trabaja como directora de una empresa
panificadora que tiene en otra mujer la propietaria capitalista. El principal
conflicto de la película se producirá cuando, ante una oferta de trabajo que no
encuentra respuesta en nadie del pueblo por considerarlo mal pagado, vendrán
dos inmigrantes de Sri Lanka para trabajar en la panificadora. Se producirá una
reacción xenófoba de la mayoría de la gente del pueblo, alegando cosas absurdas
sobre supuestas patologías que pueden traer los inmigrantes, y contando con el
apoyo del mismo párroco del pueblo.
Mungiu elige para explicar la historia los últimos días de
diciembre y primeros de enero. El tono de la película es gris, paisajes nevados,
el cielo siempre cubierto y, por tanto, acorde con una película sombría sobre
la naturaleza humana mostrando uno de sus peores aspectos como la defensa
irracional de pertenencia a una tribu y el consiguiente racismo.
Mungiu rueda en muy pocos planos, raramente hace un plano
contraplano y deja que los actores desarrollen e interpreten sus personajes
delante de la cámara sin cortapisas. Y consigue el mejor momento de la película
en un plano fijo de 15 o 20 minutos en los que se celebra una especie de asamblea
en el pueblo para tratar de cómo abordar el rechazo a los inmigrantes asiáticos.
Vemos en la parte más cercana a la cámara a la directora de la empresa y a Csilla,
defendiendo la presencia de los inmigrantes; al lado de Csilla está Mattías,
que permanece callado en esa escena a pesar que hemos visto es un hombre
vehemente y de errático comportamiento respecto a su mujer, examante e hijo;
y luego el resto de lugareños soltando una tontería después de otra, en diálogos
muy incisivos y dando muestra de un irracional comportamiento de tipo racista que, finalmente, viene a ratificar un boicot contra la empresa que ya han
iniciado antes de la reunión.
Siendo Rumanía una tierra de la que ha emigrado tanta gente
en las últimas décadas, muchos a España, y no siendo un lugar que pueda atraer
grandes corrientes de inmigración pues es un país más bien atrasado y dependiente
de los fondos europeos; resulta especialmente cruel como Mungiu retrata a sus
compatriotas de esa pequeña localidad transilvana. No hace falta decir que el
problema que retrata la película también se puede dar en cualquier lugar del
mundo, ya sea en Chicago, Oslo, Berlín, Riad o Ripoll. Y que es una muestra del
auge de los partidos de ultraderecha en todo el continente europeo en una
deriva que empezó sobre todo después de la crisis de 2008.
En la parte final de la película, la directora de la panificadora
viene a transigir con las exigencias del pueblo respecto a los inmigrantes y
Csilla, el personaje más positivo de la película, decide aceptar un empleo en Alemania.
Y en un final que es lo que menos me ha gustado, Mattías, cuyo comportamiento ha
sido cambiante y contradictorio durante toda la película, acaba por dar rienda
suelta a sus desequilibrios mentales disparando un fúsil en el bosque contra
imaginarios osos.
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