Del encuentro entre dos
talentos como Rossellini y De Sica cabía esperar lo mejor y así fue como, en 1959,
rodaron El general de la Rovere, película que arranca su acción en Génova
en el año 1944, una vez los alemanes ya se dedican a defender sus posiciones en
el norte de la península itálica ante el avance aliado.
La película, de unas dos horas
de duración, tiene dos mitades muy diferenciadas. En la primera parte, vemos a
Bertone como un ser más bien despreciable. Es un embaucador que se dedica a dar
noticias, normalmente falsas, a personas que tienen familiares perseguidos por los
alemanes aprovechando sus contactos con mandos del ejército ocupante. Ludópata
y mujeriego, siempre apurado de dinero, no duda en dar noticias falsas cobrando
una importante suma de dinero como, por ejemplo, hace con una mujer cuando su
marido ya ha sido ejecutado. Esta primera parte está rodada siguiendo el estilo
neorrealista iniciado quince años atrás y De Sica, gran actor de comedia en los
años 30 con personajes de caradura simpático, burlón y liante, lo borda aquí cogiendo
algunos de esos caracteres pero en una película profundamente dramática. No obstante,
algún gesto de nobleza sí asoma en su carácter como cuando se pasa unas cuantas
escenas intentando dar un timo con un zafiro falsificado y, al ver que va a picar
el anzuelo una prostituta por la que siente cariño, rompe el cheque con el que
le había pagado. Pero, en general, es un personaje de gran bajeza que
representa aquella Italia que el fascismo modeló durante veinte años como
moralmente miserable.
La segunda parte se inicia
cuando, arrestado por los alemanes por sus trapicheos, un coronel nazi propone
a Bertone representar el papel del general de la Rovere, un militar de la
resistencia que ha muerto intentando desembarcar en la península, internándolo
en una prisión para descubrir a los líderes de la Resistencia partisana. En esta
parte, la película se desarrolla como drama carcelario y está rodada dando a
los muros una presencia agobiante, oprimiendo a Bertone que, en una de las
mejores escenas de la película, lee los mensajes que han dejado en la celda gente que luego
fue ejecutada.
Bertone empieza a ver las duras
condiciones carcelarias y el espíritu de gente que es capaz de no dar ninguna
información a los alemanes aun sufriendo palizas que los llevan a la muerte. Empezará
a dudar de seguir colaborando con los alemanes y decidirá finalmente no
hacerlo, lo que conlleva seguir representando al general, pero con la dignidad
de no ser un traidor a Italia. En otro gran momento de la película, compartirá
celda con varios prisioneros más y el guardián irá diciendo de manera aleatoria
los nombres de aquellos que serán ejecutados en un tenso y largo plano secuencia. El jefe de la Resistencia que
buscan los alemanes no es nombrado, pero sí el general y Bertone afrontará con
dignidad y heroísmo su situación hasta el final, rechazando un último intento
del coronel nazi para que colabore hecho instantes antes del fusilamiento. De
Sica sigue espléndido en esta última parte de la película y demuestra que, más
bien encasillado en la comedia, también fue un gran actor dramático, cosa que
también acreditó en la inolvidable Madame D.
Rossellini filma con maestría
ese momento de cambio en el personaje. De igual manera que tocaba una tecla mágica en el matrimonio de Bergman y Sanders que suponía
reconducir su fracaso como pareja en Te querré siempre; también aquí nos
muestra el cambio que experimenta Bertone, de caradura apocado con pocos
escrúpulos a hombre que mantiene su dignidad de manera heroica aunque lo pague
con la vida.
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