V13, último libro de Emmanuel Carrére, va más allá de ser
una crónica judicial sobre el proceso abierto a raíz de los atentados
terroristas cometidos en París en noviembre de 2015.
Carrère explora la dimensión humana de víctimas,
terroristas, colaboradores e incluso periodistas, jueces y fiscales. Y creo que se acaban planteando más preguntas
que respuestas. Seguramente porque es muy difícil obtener respuestas.
En el juicio se procesaba a uno de los miembros del comando
que debía explotar el cinturón que llevaba y, sin que queden claros los
motivos, se arrepintió en el último momento y no lo hizo; así como miembros
operativos del comando que no debían participar directamente en los atentados y luego los
colaboradores, gente que ayudó en la labor por ejemplo de alquilar pisos
francos y falsificar documentos y que, según las defensas, no sabían que
ayudaban a una célula terrorista.
A través de los testigos, Carrère no ahorra detalles
espeluznantes de la matanza así como nos muestra el testimonio de las víctimas,
entre las que no solo están los heridos o familiares sino que también podríamos
considerar a los padres o familiares de los terroristas. Con el estilo de Carrére, nos zambullimos en el dolor de las víctimas y empatizamos con su sufrimiento.
El autor intenta comprender de dónde sale el mal, el odio, qué impulsa a unos jóvenes a cometer las atrocidades que perpetraron. Queda claro que los jóvenes terroristas ven el conflicto
como una guerra. Sí, ellos mataron gente inocente en la sala Bataclan y las
terrazas donde se inmolaron con cartuchos explosivos que llevaban adosados a su
cuerpo, pero el único superviviente que no explosionó su cinturón menciona los
raids aéreos que la aviación francesa realizó en Siria y en las que murió gente
inocente, entre ellos seguramente muchos niños. Al menos esto nos ha de llevar,
no a cuestionar las responsabilidades que se dirimieron en ese proceso penal,
pero sí a intentar adoptar un análisis más riguroso de la globalidad del
conflicto que creo ejemplifica Carrére en este párrafo:
“… ¿Y los acusados, después de esto? Pensábamos que sus
interrogatorios serían apasionantes y en realidad no lo son porque no tienen
nada que decir. Bueno, nada… Es una tontería decir que nada, lo que quiere
decir sobre todo es que no hemos sabido escuchar. No hemos intentado
comprender. Hemos olvidado que el gran precepto de Spinoza: no juzgar, no
deplorar, no indignarse, únicamente comprender (La posición opuesta la ha
defendido nuestro primer ministro de la época, Manuel Valls, en estos términos
virtuosamente indignados: “Comprender ya es disculpar”. No estoy de acuerdo con
Manuel Valls ).
Enlazo esto con el tema de Ripoll, ciudad en la que se
criaron varios de los implicados en los atentados de agosto de 2017 en
Barcelona. Podemos optar por no comprender pero, de cara al futuro, tampoco nos
hemos de extrañar que pasen otra vez sucesos como aquellos si nos quedamos en
esa opción de Valls. ¿Por qué la ultraderechista de signo independentista
Sílvia Orriols ha sacado más de 1.400 votos en Ripoll el pasado mes y tiene 6
regidores en el consistorio?. ¿Qué quieren esos 1.400 votantes en relación a
los inmigrantes islámicos,? ¿excluirlos y separarlos?. ¿se debe hacer un cordón
sanitario para que no gobierne Orriols? Respecto a esto último, no tiene
sentido hacer por hacer un cordón sanitario, porque toque hacerlo para quedar
bien (además que alguna fuerza del cordón también roza la xenofobia y duda en
sumarse o no). Si no se aborda que puede haber un problema de convivencia en
Ripoll (como en las banlieus francesas) y se afronta dialogando con
todos, no sirve de nada hacer ningún cordón. Hay que trabajar para que Orriols saque
menos de 1400 votos en las próximas elecciones y no más. Los pactos de todos
contra uno sin hacer ninguna propuesta ni trabajar sobre qué preocupa a los vecinos
solo sirven, como ha pasado en Badalona, para reforzar a quien no se mueve de
sus posiciones y, de manera acertada o no, las trabaja ante los electores.
Y comprender pasa por ver todo un proceso histórico. Así lo
explica Carrère a propósito de una frase que dijo uno de los acusados, aquél al
que no le explotó el cinturón:
“Lo que me interesa es el largo proceso histórico que ha
producido esta mutación patológica en el Islam. Doy vueltas, sigo dando vueltas
a esta frase tan asombrosa, tan profunda que, contra todo pronóstico ,
pronunció Salah Abdeslam: lo que no funciona en este juicio es que no hemos
hecho nada por comprender a los yihadistas. Es como si solo leyéramos el último
capítulo de un libro: habría que haber leído el libro desde el principio.
Bien visto, bien dicho, aunque, si reflexionamos sobre ello, vale para todo: respecto
a lo que sucede actualmente en Ucrania, sin duda también sería más provechoso
leer la historia desde el principio”
Carrére realiza algunas críticas al resultado final del
proceso. En la sentencia se condenó a Abdeslam a cadena perpetua. El autor se
cuestiona si hubiera corrido la misma suerte si se hubiera apresado con vida a
alguno de los terroristas que sí participaron activamente o, dado que por lo
que fuera no accionó el cinturón, se le hubiera recluido con un número de años
determinado. Sugiere Carrère si no hay un punto de venganza en hacer pagar a
Abdeslam con la máxima dureza, cosa que no se pudo hacer con los otros al morir en los atentados.
También se plantea la situación de los colaboradores que
fueron condenados a penas leves y que, al haber estado un tiempo en prisión
provisional, no llegaron a entrar en prisión tras el juicio. Podría parecer que
las sentencias fueron para esta gente benévolas pero no les quitó el hecho de
considerar, en contra de los que pedían las defensas, que eran cómplices de terrorismo
aunque nunca quedó totalmente probado que ellos supieran los planes de sus
amigos o conocidos.
Con estas críticas, está claro que la justicia no puede
resolver un problema de convivencia social en la que hay gente, en principio
normal y que no vienen de un entorno de exclusión social, dispuestos a odiar
y matar por ver humillada o
menospreciada la religión que, por tradición familiar y/o convicción practican.
Se pueden exigir y dirimir, con más o menos acierto, unas responsabilidades
penales y determinar unas
indemnizaciones por responsabilidad civil que no servirán de mucho a todas las
víctimas de los atentados.