Voy con Jordi a ver El
fingidor. De manera mezquina, apuramos a comprar las entradas hasta dos o
tres días antes esperando que hagan una promoción que finalmente no llega. Llegamos
a la conclusión que, dado que por mucha oferta que hagan solo la gente a quien
le interese la obra irá al teatro, la empresa decide hacer solo alguna promoción
los fines de semana, a ver si alguien se despista y compra la entrada. Así que
compradas las entradas dos días antes para acudir en día laborable, tenemos fila 3 en una platea semidesierta,
calculo que menos de media entrada.
El fingidor no es exactamente una obra de
teatro, aunque haya algún momento de la obra teatralizado. Es una función que
mezcla teatro, música, documental y circo para hacer una aproximación a la
figura y obra de Fernando Pessoa. Me temo que si no has leído a Pessoa, ni sabes
nada de él, tiene que costar mucho entrar en la obra. Sobre una pantalla, en
plan documental, se van sucediendo opiniones de estudiosos de la obra de
Pessoa, como los traductores del Libro
del desasosiego al catalán y castellano, así como una sobrina nieta de
Pessoa, también escritora. También se van mezclando imágenes de Lisboa, entre ellas los famosos y expresamente decadentes tranvías de color amarillo.
El espectáculo se apoya en Pep Tosar, su creador, una
vocalista que también toca un sintetizador, una pianista y dos acróbatas que
también actúan. Consiguen momentos muy brillantes en el escenario cuando los
cinco acaban algún número musical, como un But
not for me que me lleva a recordar a Baker. Por un lado, los especialistas de
la parte documental te sitúan bien en la figura de Pessoa explicando su forma
de ser, su familia, sus amigos, su educación, etc. Todo ello con las
dificultades propias que tiene “apresar” a Pessoa, un escapista a través de sus
heterónimos. Por otro lado, Tosar a veces es narrador, a veces es Pessoa
mientras los equilibristas parecen evocar todos los Pessoas que existen y que
conviven en su particular mundo, aparentemente en armonía y equilibrio, apoyando
a su vez a Tosar.
La gente aplaude al final de la obra y me preguntó qué
piensan los actores al ver la platea con menos de media entrada. Desde el
escenario tienen que tener una perfecta visión del teatro. No creo que esperarán
llenar cada día el teatro pero supongo agradecerían una mayor afluencia de un
público que, el otro día y siempre que voy al teatro, mayoritariamente está por
encima de los 50 años.
Además de pasar un buen rato, lo importante es que te vienen
ganas de releer a Pessoa.
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