Un dios salvaje es una
obra de Yasmina Reza que ha sido adaptada muchas veces en el teatro e incluso
en una famosa adaptación cinematográfica realizada por Polanski.
La versión que estrenan en el
Goya, con dirección de Pere Arquillué e interpretación de él mismo, Laura
Conejero, Laura Aubert e Ivan Benet vale mucho la pena. La acción se traslada a
una vivienda cercana al Turó Park y con vistas al Tibidabo, manteniendo el
encuentro entre dos matrimonios. En ese encuentro, se trata de afrontar que el
hijo preadolescente de uno de los matrimonios agredió al hijo del otro, de la
misma edad, rompiéndole dos dientes, analizar el por qué sucedió y evitar una
repetición.
El texto es excelente, una muestra
de la hipocresía presente en nuestra sociedad, de la necesidad de hacer lo políticamente
correcto cuando, en realidad, estamos en conjunto dominados por una pulsión egoísta
que acentúa un individualismo que crispa la convivencia. La reunión nace de esa
intención de hacer lo políticamente correcto pero, luego, surge el verdadero
rostro de los protagonistas, el cinismo de unos y la impostada santurronería
laica de otros, además de mostrar dos matrimonios que se muestran, a partir del
caos que genera la ingesta de alcohol, más desavenidos de la que inicialmente se
mostraban. Lo bueno de esta versión es interpretar el texto con mucha acidez y
un humor que está en todos los minutos de la obra y, en muchas ocasiones,
provoca carcajadas.
Los cuatro actores están espléndidos así que buena tarde de teatro en el Goya
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