Con una leyenda como Robert
Mitchum, una actriz muy buena como Susan Hayward y otro actor también
importante y de solvencia acreditada como Arthur Kennedy, Nicholas Ray dirigió The
lusty man (1952), una de sus obras maestras, contando con un
espléndido guion firmado por el gran escritor de novela negra Horace McCoy y
David Dortot, basándose en una novela corta de Claude Stanush.
La película es un triángulo en
el que los personajes masculinos desean cosas que no tienen, mientras que el
personaje femenino sí tiene más decisión y carácter para saber que es aquello
que más desea y que, por decirlo en dos palabras, serían estabilidad y
seguridad.
Jeff McCloud (Robert Mitchum)
es una estrella del rodeo que debe retirarse por limitaciones físicas
producidas por las caídas propias de quienes se dedican a esta actividad. En un
soberbio plano, que sirve para definir el personaje, McCloud abandona una de las instalaciones en que se efectúan
los rodeos, totalmente vacía mientras él las cruza soplando un intenso viento,
hasta desaparecer del campo. Posteriormente, llega tras hacer autostop a su
antiguo hogar, una casa en un entorno
rural ahora ocupada por un nuevo propietario que quiere vender la casa. En una
de las mejores escenas filmadas por Ray, McCloud se arrastra por el hueco que
queda entre las tablas de la casa y el suelo para alcanzar el escondite en el
que, cuando era niño, depositaba tebeos y algún otro objeto. El hombre ahora
propietario de lo que fue su hogar le dice que la casa está en venda y que un
matrimonio está interesado en adquirirlo.
Aparecen en escena ese
matrimonio formado por Louise (Susan Hayward) y Wess (Arthur Kennedy). Cuando
Jeff ya se marcha, Wess le reconoce como estrella del rodeo, confraternizan y
le consigue trabajo en el rancho donde él trabaja. Aquí es donde empiezan a
surgir los deseos de los personajes masculinos y lo que ocasiona su asociación.
Jeff, que tuvo un hogar y lo perdió, ve el matrimonio formado por Wess y la
atractiva pelirroja y le gustaría que ella fuera su mujer y tener ese hogar.
Wess desea ganar mucho dinero, en principio para esos proyectos que comparte
con su esposa respecto a comprar una casa, pero también le atrae ser una
estrella del rodeo y formar parte de ese mundo.
Wess tiene aptitudes para el
rodeo e inicia su asociación con Jeff, este último le enseñará y orientará en
los entresijos de la profesión mientras se repartirán el 50% de las ganancias, hecho
sobre el que Louise muestra su desconfianza hacia Jeff y el mundo del rodeo. A
partir de aquí, viene una parte itinerante de la película cuando el terceto se
desplaza siguiendo los diferentes concursos de rodeo que se dan por el Oeste
del país, en los que Wess progresa rápidamente y se empieza a convertir en una
figura. Wess está cegado por el dinero que se puede ganar con rapidez, pero no
ve la parte oscura de ese mundo: grandes
posibilidades de sufrir lesiones a medio y largo plazo, entrar en una vorágine
de alcohol y juego; o presencia de chicas de moral distraída en las fiestas que
se hacen por la noche los días de competición mientras las mujeres legítimas
envejecen, de forma prematura, siempre temiendo por la integridad física de los
maridos.
Jeff conoce ese mundo y sabe
que Wess puede verse arrastrado a ese lado oscuro del que salen ejemplos, a lo
largo de la película, en que quedan destruidas las vidas de los hombres que se
dedican a los rodeos y, por extensión, de sus mujeres. No obstante, cree que
puede tener una oportunidad con Louise, cada vez más distanciada de su marido.
Enterada de que Wess ha ido a
una fiesta en la que hay excesivo alcohol y apuestas con los dados, Louise se
presenta y monta una escena, saliendo luego con Jeff. En el pasillo, Jeff
obtiene una negativa definitiva de una Louise que, pese a todo, no quiere
romper con Wess. En otra escena admirable, Jeff asume la situación y, al haber
salido Wess al pasillo y estar viéndolos, le dice que eso va por los muchos
besos que no le dará jamás y la besa, provocando la ira de Wess y la definitiva
ruptura entre los socios.
Jeff, que no está en
condiciones de competir por las lesiones que tiene en la espalda, se apunta al
rodeo en lo que es una especia de suicidio. Hay un plano importante y es cuando
está encima del toro, a punto de salir del establo para competir, en que se le
acerca Wess y un primer plano muestra su admiración hacia Jeff a pesar de lo
que pasó la noche anterior. Se abre el cajón y Jeff empieza a competir bien,
pero se le traba la espuela con la brida, cae y se produce lesiones importantes
que motivan su traslado a la enfermería. Jeff agoniza abrazado a Louise y
diciendo que los tipos como él nunca mueren. Cuando Louise sale de la
enfermería y Wess se le acerca y le pregunta cómo está Jeff, ella le dice que
ha muerto y él, al oír como pronuncian por megafonía su nombre para competir,
dice que pasa y se retira del mundo del rodeo.
Ha ganado Louise. Formará junto
con Wess un hogar estable y seguro, lo que ella quería ya que se explica en un
momento de la película que, estando en una fonda de mala muerte, fue Wess quien
la sacó de allí con la promesa de formar un hogar. En cambio, Jeff ha perdido,
lo ha intentado desde el momento en que vio el matrimonio que formaban Louise y
Wess, con ella administrando las cuentas al ser más diligente en temas
económicos. A Jeff, que le gustaría haber tenido una mujer así después de
haberse pateado una fortuna ganada en el rodeo, le seduce ese tipo de vida
familiar a pesar de que, de manera cínica, en un momento en que Wess y Louise
hablan de dinero diga “el dinero pone románticas a las mujeres”. Esta es
una de las muchas perlas que lanza Jeff en unos diálogos afilados, al igual que
los que dice Louise, siendo una película muy bien escrita y dialogada.
A pesar de que el trío
protagonista acapara la mayor parte de la atención de la película, hay otros
personajes importantes. Así, aparece Booker Davis (Arturh Hunnicutt), un tipo
que muestra su pierna absolutamente maltrecha por haber estado años en los
rodeos. Es amigo de Jeff y malvive siguiendo los eventos del mundo del rodeo
con su hija Rusty. Para los dos habrá un final esperanzador cuando pidan seguir
a Wess y Louise y estos les den la señal que se pueden ir con ellos a ese nuevo
hogar.
La película es tan buena que
hay otros personajes aún más secundarios que, con pocas tomas y diálogos, están
perfectamente dibujados. Así tenemos a una sufrida mujer de un vaquero que luce
una aparatosa cicatriz en la cara, un tratante de ganado que se casa con una
mujer llamada Rosemary, o este mismo personaje, antes relacionado con Jeff, que
le explica cómo era su relación a Louise y el magnetismo que desprendía el
campeón de rodeo:
-
Cuando él silbaba, yo acudía sin pensar nada
a su lado.
-
¿Y cuándo acabó todo?
-
Cuando él dejó de silbar.
La película recurre a imágenes
reales de rodeos estando excelentemente montada, con un ritmo perfecto, no
sobra ni falta nada, la progresión dramática engancha totalmente y es una de
las mejores películas de Nicholas Ray.