Breve encuentro (1945)
es una de las grandes historias de amor de la historia del cine y, viéndola el
otro día, me recordó Los puentes de Madison de Eastwood. Se tratan de
dos historias de amor imposible por el contexto en que se hallan las mujeres
protagonistas y, en el caso de la película de Lean, también Trevor Howard es un
hombre casado. El puritanismo de la sociedad británica en la década de los
cuarenta, o de la América rural en los sesenta, imposibilita la viabilidad de
esas historias de amor.
La película de Lean está muy
bien planteada. Vemos en el bar de la estación de tren un hombre y una mujer
que se despiden cuando unas conocidas de ella han abordado su mesa de forma un
tanto maleducada. Un leve gesto del hombre sobre el hombro de ella, y luego un
momento en que ella sale del bar y regresa azorada tras oírse el ruido de un
expreso, nos preparan para un flask back contado por la mujer, dirigido
figuradamente al marido y del que resulta la narración de la historia de amor
entre gente absolutamente corriente, un médico y una ama de casa que coinciden
los jueves en una estación de tren. Planteada en círculo, entenderemos qué ha
pasado al volver a ver ese gesto en el hombro y el rostro de ella descompuesto
al entrar en el bar. Un flash back que culminará con la sorpresa de ver que el
marido, aparentemente ausente y dedicado en exclusiva a resolver los
crucigramas del periódico, no lo estaba tanto y capta que ella ha regresado de
la lejanía en que se hallaba su matrimonio.
Es perfecto narrar una historia
de gente corriente en un lugar tan corriente, de paso, como es una estación de
tren. Los protagonistas tienen una historia de amor furtivo marcada por los
silbatos de los jefes de estación que anuncian la salida de los trenes. La
sensibilidad de Lean para narrar la historia de amor sin convertirla en un
lastre es la misma que, en el contexto de una película de mayor dimensión,
tenía aquella de Zhivago y Lara en la superproducción de los años 60. Por ello,
aquí un metraje de 80 minutos es perfecto, medido para la historia que quiere
contar, mucho más sencilla que la epopeya del Dr. Zhivago. Apoyado por las
excelentes interpretaciones de Celia Johnson y Trevor Howard, destaca como Lean
crea la atmosfera romántica a partir de miradas, risas compartidas cuando se
escapan al cine o una única aproximación física en un beso furtivo en el pasaje
de una calle. Incluso cabe decir que Johnson tiene más oportunidad de
lucimiento, ella es quien narra la historia y tiene una de las mejores escenas
de la película cuando deambula sola por la ciudad en un día que él ha tenido
trabajo en el hospital y no ha acudido a la cita.
Otro gran Lean.
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