¿Tú crees que uno puede
dejar de ser malo, si uno de lo propone? – pregunté a Ana María Sagi
Con esta frase empieza De Prada
la segunda parte de su novela Mil ojos esconde la noche, que lleva como
subtítulo Cárcel de tinieblas. Y
da la pista de a donde nos conducirán las aventuras de Fernando Navales durante
su estancia en París desde el año 1942 a mediados de junio de 1944. Si el autor
es un hombre profundamente católico, no es extraño que esta última parte de la
novela pivote sobre la redención del resentido Navales, en gran parte gracias a
Ana María Sagi, uno de los pocos personajes a los que no intenta putear en ningún
momento e incluso se convierte en su benefactor.
Pero, antes de la redención,
todavía Navales cometerá unas cuantas cerdadas mientras su influencia como
gerifalte falangista va menguando con el curso de la guerra y los exiliados
republicanos, que en los primeros años de la ocupación acudían a las
exposiciones de arte que él organizaba, van mostrándose esquivos y renuentes a
colaborar con él.
De Prada, por boca de Navales,
narra cómo es el París de esos años, sometido a incursiones aéreas de la RAF cada
vez más eficaces, con hostigamiento y detención de judíos con rumbo a campos de
exterminio y la actividad cada vez mayor de la Resistencia que conllevaba las
lógicas represalias alemanas. Dentro de ese contexto, destacan los esfuerzos
del cónsul español Rolland por intentar salvar judíos con ascendencia española
enviándoles por tren a España, mientras el pérfido comisario Pedro Urraca sigue
causando el terror entre los exiliados.
Repiten muchos personajes de la
primera parte, pero destaca por su sostenida relación con Navales la figura de
César González Ruano, dedicado a actividades ilícitas, llegando a pasar unas semanas
detenido por los alemanes y que, más tarde, logra abandonar Francia. También
aparece un Gregorio Marañón que encauza su retorno a España una vez purgado el
pecado de un discurso crítico que da en 1940 y un escrito falsamente atribuido
a él por parte de Navales, así como un Picasso que sigue mereciendo el desprecio
de Navales, el cual nos explica como humilla a sus amantes, así como que nunca le
faltó carbón para encender la calefacción en un París sometido a grandes
restricciones.
Las protagonistas femeninas de
la novela son Ana de Pombo, bailarina y diseñadora con la que Navales llega a
establecer una relación carnal y sentimental en contraste con las demás. Luego
está la figura de María Casares, asediada por un comandante alemán y preocupada
por su carrera de actriz, rechazando protagonizar El cuervo de Clouzot,
pero participando en Les enfants du Paradise de Carné y Las
damas del bois de Boolugne de Bresson. Por otro lado, la relación con Ana María Sagi
le conduce a conocer a Victoria Kent, ilustre republicana que vivió escondida
en París hasta el final de la guerra y que no aparecía en la primera parte de
la novela.
Como la primera parte, es un
placer y un gran entretenimiento leer a De Prada, mezclando ficción y realidad
para la que se ha documentado concienzudamente. Así, para resolver la trama de
Navales con los demás personajes históricos realiza una conexión muy brillante aprovechando
la figura del Dr. Petiot, otro de los muchos asesinos en serie que ha dado
Francia y del que se sospecha que asesinó a unas sesenta personas, descubriéndose
sus crímenes en marzo de 1944 para acabar detenido en noviembre de 1944.
Como dice el autor en las
páginas finales en que explica qué parte es realidad, cuál es ficción, o
aquellas otras en las que se permite efectuar suposiciones fundamentadas; su
intención es narrar una tercera salida de Navales para rellenar el período que
ahora tenemos vacío, desde 1936 a 1939, más allá de saber que trabajó como
censor en Salamanca. Todo ello dice que lo hará en función de la respuesta que
tenga esta última novela y a pesar de que entiende puede levantar susceptibilidades
en determinados medios de la sociedad española. Esperemos que se cumpla lo que
dice al final “… tal vez nos animemos a escribir algún día esa novela,
aunque España siga siendo – tal vez más que nunca – ese “trozo de planeta por
donde cruza errante la sombra de Caín”. Y la progenie de Caín siempre dispara
con bala.”
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