Un león en las calles
(1953) es una de las colaboraciones entre Raoul Walsh y James Cagney, siempre
rodando para la Warner. Pero no es un filme negro como Los violentos años 20
o Al rojo vivo, sino una película que narra el ascenso y caída de
un político aspirante a gobernador.
Cagney interpreta a Hank
Martin, un buhonero de un estado sureño que, en la primera escena, se enamora
de una maestra llamada Verity (Barbara Hale) y, con la economía narrativa de
las películas de Walsh, a la siguiente ya están casados. Pero todo esto es
creíble cuando se cuenta con un actor con la personalidad arrolladora de
Cagney, capaz de convencerte con pocas tomas de lo que sea sobre su personaje.
En ese estado, en que se
cultiva intensivamente el algodón, se cometen injusticias sociales por parte un
terrateniente y Jones, con liderazgo y carisma, comienza a organizar a los
granjeros iniciando una carrera política. Viniendo de una clase social más
baja, y con un programa de defensa de las clases populares, ello no será
obstáculo para que se convierta en un político manipulador y poco escrupuloso,
que llegará a utilizar a sus amigos con fines poco nobles y a pactar con
poderosos políticos con el fin de llegar a gobernador. Todo ello mientras se
empieza a distanciar de su mujer, siéndole incluso infiel con lo que tiene un
lado canallesco tanto en su vida política como personal.
La película tiene la virtud de
ir de menos a más, su interés va aumentando conforme el personaje de Cagney va
basculando y acumulando connotaciones negativas en su actitud. Con 84 minutos
de duración, tiene el ritmo vivo con que Walsh rodaba y que se mezclaba tan
bien con el genio y nervio que ponía Cagney a sus papeles.
Destaca la escena en que se
celebra un juicio y Cagney alarga la agonía del inculpado, un amigo suyo que
está a punto de morir, para beneficio propio en el plano político y tras haber
manipulado la acusación aparentando defender una causa justa. Y también destaca
el final, con la mujer de aquel inculpado que, el día de las elecciones y
rodeado de gente, descubre como se comportó Cagney con su marido, quedando
desenmascarado ante sus partidarios y precipitándose un trágico final justo
cuando su mujer ha dado a luz.
Desgraciadamente, la película
no ha perdido actualidad. Es el retrato de un político fullero, mendaz y
demagogo, de los que hay muchos en todo el planeta pero, especialmente, viene a
la memoria Trump. Aunque, como es un tipo simpático, también estaría cerca del
desvergonzado Pedro Sánchez. Tan solo, por la época de la película, Cagney
tiene la radio como medio de comunicación de masas, pero da el tipo de
personaje sin escrúpulos que se hubiera desenvuelto perfectamente en el medio
televisivo paseando su impostura.
El The end está sobreimprimido
sobre la imagen de Abraham Lincoln en el memorial erigido en su honor en
Washington pero, además, se pone una frase famosa del miembro de la Cámara de Representantes
por Illinois y luego presidente, utilizada también para promocionar En
bandeja de plata de Wilder, que es: Podrás engañar a alguien todo el
tiempo, podrás engañar a todos durante algún tiempo, pero no podrás engañara a
todos durante todo el tiempo.
Sin llegar a la excelencia de
las dos colaboraciones anteriores entre Cagney y Walsh, es una película muy
interesante y apreciable con un Cagney descomunal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.