martes, 29 de abril de 2025

THE LUSTY MAN

 

Con una leyenda como Robert Mitchum, una actriz muy buena como Susan Hayward y otro actor también importante y de solvencia acreditada como Arthur Kennedy, Nicholas Ray dirigió The lusty man (1952), una de sus obras maestras, contando con un espléndido guion firmado por el gran escritor de novela negra Horace McCoy y David Dortot, basándose en una novela corta de Claude Stanush.

La película es un triángulo en el que los personajes masculinos desean cosas que no tienen, mientras que el personaje femenino sí tiene más decisión y carácter para saber que es aquello que más desea y que, por decirlo en dos palabras, serían estabilidad y seguridad.

Jeff McCloud (Robert Mitchum) es una estrella del rodeo que debe retirarse por limitaciones físicas producidas por las caídas propias de quienes se dedican a esta actividad. En un soberbio plano, que sirve para definir el personaje, McCloud abandona una de las instalaciones en que se efectúan los rodeos, totalmente vacía mientras él las cruza soplando un intenso viento, hasta desaparecer del campo. Posteriormente, llega tras hacer autostop a su antiguo hogar,  una casa en un entorno rural ahora ocupada por un nuevo propietario que quiere vender la casa. En una de las mejores escenas filmadas por Ray, McCloud se arrastra por el hueco que queda entre las tablas de la casa y el suelo para alcanzar el escondite en el que, cuando era niño, depositaba tebeos y algún otro objeto. El hombre ahora propietario de lo que fue su hogar le dice que la casa está en venda y que un matrimonio está interesado en adquirirlo.

Aparecen en escena ese matrimonio formado por Louise (Susan Hayward) y Wess (Arthur Kennedy). Cuando Jeff ya se marcha, Wess le reconoce como estrella del rodeo, confraternizan y le consigue trabajo en el rancho donde él trabaja. Aquí es donde empiezan a surgir los deseos de los personajes masculinos y lo que ocasiona su asociación. Jeff, que tuvo un hogar y lo perdió, ve el matrimonio formado por Wess y la atractiva pelirroja y le gustaría que ella fuera su mujer y tener ese hogar. Wess desea ganar mucho dinero, en principio para esos proyectos que comparte con su esposa respecto a comprar una casa, pero también le atrae ser una estrella del rodeo y formar parte de ese mundo.

Wess tiene aptitudes para el rodeo e inicia su asociación con Jeff, este último le enseñará y orientará en los entresijos de la profesión mientras se repartirán el 50% de las ganancias, hecho sobre el que Louise muestra su desconfianza hacia Jeff y el mundo del rodeo. A partir de aquí, viene una parte itinerante de la película cuando el terceto se desplaza siguiendo los diferentes concursos de rodeo que se dan por el Oeste del país, en los que Wess progresa rápidamente y se empieza a convertir en una figura. Wess está cegado por el dinero que se puede ganar con rapidez, pero no ve la parte oscura de ese mundo:  grandes posibilidades de sufrir lesiones a medio y largo plazo, entrar en una vorágine de alcohol y juego; o presencia de chicas de moral distraída en las fiestas que se hacen por la noche los días de competición mientras las mujeres legítimas envejecen, de forma prematura, siempre temiendo por la integridad física de los maridos.

Jeff conoce ese mundo y sabe que Wess puede verse arrastrado a ese lado oscuro del que salen ejemplos, a lo largo de la película, en que quedan destruidas las vidas de los hombres que se dedican a los rodeos y, por extensión, de sus mujeres. No obstante, cree que puede tener una oportunidad con Louise, cada vez más distanciada de su marido.

Enterada de que Wess ha ido a una fiesta en la que hay excesivo alcohol y apuestas con los dados, Louise se presenta y monta una escena, saliendo luego con Jeff. En el pasillo, Jeff obtiene una negativa definitiva de una Louise que, pese a todo, no quiere romper con Wess. En otra escena admirable, Jeff asume la situación y, al haber salido Wess al pasillo y estar viéndolos, le dice que eso va por los muchos besos que no le dará jamás y la besa, provocando la ira de Wess y la definitiva ruptura entre los socios.

Jeff, que no está en condiciones de competir por las lesiones que tiene en la espalda, se apunta al rodeo en lo que es una especia de suicidio. Hay un plano importante y es cuando está encima del toro, a punto de salir del establo para competir, en que se le acerca Wess y un primer plano muestra su admiración hacia Jeff a pesar de lo que pasó la noche anterior. Se abre el cajón y Jeff empieza a competir bien, pero se le traba la espuela con la brida, cae y se produce lesiones importantes que motivan su traslado a la enfermería. Jeff agoniza abrazado a Louise y diciendo que los tipos como él nunca mueren. Cuando Louise sale de la enfermería y Wess se le acerca y le pregunta cómo está Jeff, ella le dice que ha muerto y él, al oír como pronuncian por megafonía su nombre para competir, dice que pasa y se retira del mundo del rodeo.

Ha ganado Louise. Formará junto con Wess un hogar estable y seguro, lo que ella quería ya que se explica en un momento de la película que, estando en una fonda de mala muerte, fue Wess quien la sacó de allí con la promesa de formar un hogar. En cambio, Jeff ha perdido, lo ha intentado desde el momento en que vio el matrimonio que formaban Louise y Wess, con ella administrando las cuentas al ser más diligente en temas económicos. A Jeff, que le gustaría haber tenido una mujer así después de haberse pateado una fortuna ganada en el rodeo, le seduce ese tipo de vida familiar a pesar de que, de manera cínica, en un momento en que Wess y Louise hablan de dinero diga “el dinero pone románticas a las mujeres”. Esta es una de las muchas perlas que lanza Jeff en unos diálogos afilados, al igual que los que dice Louise, siendo una película muy bien escrita y dialogada.

A pesar de que el trío protagonista acapara la mayor parte de la atención de la película, hay otros personajes importantes. Así, aparece Booker Davis (Arturh Hunnicutt), un tipo que muestra su pierna absolutamente maltrecha por haber estado años en los rodeos. Es amigo de Jeff y malvive siguiendo los eventos del mundo del rodeo con su hija Rusty. Para los dos habrá un final esperanzador cuando pidan seguir a Wess y Louise y estos les den la señal que se pueden ir con ellos a ese nuevo hogar.

La película es tan buena que hay otros personajes aún más secundarios que, con pocas tomas y diálogos, están perfectamente dibujados. Así tenemos a una sufrida mujer de un vaquero que luce una aparatosa cicatriz en la cara, un tratante de ganado que se casa con una mujer llamada Rosemary, o este mismo personaje, antes relacionado con Jeff, que le explica cómo era su relación a Louise y el magnetismo que desprendía el campeón de rodeo:

-          Cuando él silbaba, yo acudía sin pensar nada a su lado.

-          ¿Y cuándo acabó todo?

-          Cuando él dejó de silbar.

La película recurre a imágenes reales de rodeos estando excelentemente montada, con un ritmo perfecto, no sobra ni falta nada, la progresión dramática engancha totalmente y es una de las mejores películas de Nicholas Ray.

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