Leo Sombras chinescas del escritor
belga Simon Leys, que llegó a China en 1972 como agregado cultural, recorriendo
durante 6 meses parte del país y haciendo acopio de material con el objetivo de
escribir el libro y dar su versión sobre la situación en el gigante asiático. No
obstante, Leys era un reputado sinólogo que ya había estado antes en el país
además de, por ejemplo, haber sido profesor de literatura china en
universidades australianas.
Leys llega en un momento
relativamente relajado dentro del proceso que fue la Revolución Cultural. Si,
oficialmente, la Revolución empieza en 1965 y dura hasta la muerte de Mao,
cuando Leys llega a China ya empiezan a producirse algunos cambios después de
las aterradoras experiencias del período álgido revolucionario. Así, explica
que ya se han reabierto las universidades después de comprobar lo nocivo que
era para el país no poder contar con licenciados, especialmente ingenieros. También
empieza a ser posible encontrar en alguna librería obras clásicas de la
literatura china, cuando durante siete años en las estanterías solo había obras
de Marx, Engels, Stalin y Mao. E incluso se empiezan a reabrir los museos, pero
en el plano de conservación de patrimonio artístico se han cometido destrozos
que ya no será posible revertir y muchas obras como pinturas o elementos arquitectónicos
se perdieron para siempre cuando el fanatismo de la Revolución impulsaba a los
guardias rojos a destruir todo lo antiguo.
Así pues, hay una tímida
apertura y se les muestra el país a extranjeros, siempre a cargo de cicerones
que son gente del partido y totalmente sumisa. Pocas veces puede Leys establecer
una relación de confianza y poder hablar con algún nativo fuera de las consignas
recibidas por el partido.
Es un momento en que los acontecimientos
en China se producen a velocidad de vértigo. Deng es rehabilitado, pero la
banda de los 4 sigue gozando de un poder despótico. Y en 1972 se han retirado
todos los primeros ejemplares del libro rojo de Mao porque llevaban un prólogo
de Lin Biao, oscuramente desaparecido el año anterior tras fomentar un supuesto
golpe de estado. El régimen político es un totalitarismo que evoluciona, se
transforma abandonando la radicalidad que Mao y Lin Biao desatan salvajemente
en 1966 preparando el terreno para lo que luego será la China moderna tal como
la conocemos hoy, un totalitarismo que ha mutado en el plano económico abrazando
el capitalismo.
Leys tiene un motivo de peso
para escribir el libro. Durante esa década de los 70, el maoísmo tenia
prestigio en determinados círculos políticos europeos. Muchos no veían, o no
querían ver, los efectos de un régimen totalitario que había preconizado Orwell
veinte años atrás, siendo un escritor que cita Leys e incluso transcribe algún
trozo de 1984. Leys, profundamente enamorado de la cultura china,
escribe un libro con rabia, para no ser cómplice de un silencio que atenazaba a
muchos como ilustra una frase que pone del escrito Lu Xun: “John Stuart Mill
dijo que la dictadura vuelve a los hombres cínicos. No sospechaba que estarían
las repúblicas para volverlos mudos”.
En definitiva, un libro muy
ameno sobre el horror del totalitarismo del régimen maoísta que, a veces,
provoca incredulidad ante las tonterías que explica el autor en sus observaciones sobre la realidad china. Pero es que sería
apropiado convenir con él cuando cita a Schiller para decir: Contra la
estupidez, los propios dioses luchan en vano.