Después de haber leído Mil
ojos tiene la noche, releo Las máscaras del héroe, y disfruto la
novela igual que cuando la leí en los años 90.
De hecho, me parece una novela
más atractiva Las máscaras del héroe porque el hecho que Fernando
Navales tenga su némesis en el poeta exseminarista y anarquista Pedro Luis de
Gálvez da mucha fuerza a la novela que, además de muchos personajes
secundarios, cuenta así con dos verdaderos protagonistas. Aunque Navales sea el
protagonista narrador de la historia, la presencia de Gálvez está latente
incluso cuando no está físicamente en Madrid y se halla, real o supuestamente,
luchando en Albania, trabajando en Barcelona o dedicándose al bandolerismo en
Chile. Nihilista, miserable y engreído, de las putadas que Navales hace a
Gálvez destaca la de expoliar su obra literaria, apoderarse de sus poesías y
obras de teatro dedicándose a plagiarlas. En cambio, Gálvez es un personaje de
aspecto y modos brutales pero que tiene un fondo de nobleza, especialmente
hacia los demás escritores porque ama la literatura y no se aprovecha ni de dicha
manifestación artística, ni de sus autores.
Otro aspecto que me gusta es
que, así como Mil ojos tiene la noche abarca un período de dos años, en Las
máscaras del héroe son casi tres décadas las que se cubren, desde la carta
de Gálvez al director del penal de Ocaña que abre la novela, fechada en 1908,
hasta noviembre de 1936, momento en que Gálvez perdona la vida a Navales cuando
lo tiene encañonado, le regala una bala con la que suicidarse y lo deja a medio
kilómetro del ejército franquista que asedia Madrid. Durante esos casi treinta
años, De Prada da un repaso de la vida bohemia de Madrid y los acontecimientos
históricos y políticos que tuvieron lugar en la capital. Sin menoscabo del
interés que tiene la vida en el París ocupado por los alemanes en 1940 y 1941,
todavía resulta más interesante el retrato de la bohemia madrileña y la
aparición de diversos escritores: Pio Baroja, Valle Inclán, Armando Buscarini,
César González Ruano, Ramón Gómez De la Serna o Emilio Carrere; hombres de
otras artes: Buñuel, Edgar Neville, Lorca o Dalí; o políticos como Primo de
Rivera, Sánchez Mazas o Azaña.
Además, hay un personaje
femenino potente, con presencia continua en la novela y es Sara, la novia de
Navales con la que llega a convivir maritalmente, tiene un aborto y muere, por
culpa de unas balas falangistas, en una refriega que se produce en una comuna.
La relación de Navales con su novia permite exacerbar la vileza de Navales y
sus actitudes canallescas.
Se confirma el gran recuerdo
que tenía.
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