domingo, 28 de julio de 2024

CASA EN FLAMES

 

A pesar de que lleva ya unas semanas en la cartelera, buena entrada en el cinema Catalunya de Terrassa para ver Casa en flames, dirigida por Dani de la Orden. Parece que ha sido una película revelación, con buena acogida también fuera de Catalunya siendo imprescindible que, en el resto del Estado, se respete la versión original del filme. Aunque mayoritariamente hablada en catalán, el uso del castellano por dos de los personajes y parcialmente por otros hace que sea un filme bilingüe.

Tras descubrir el cadáver de su madre en un piso de la calle Muntaner, Montse no renunciará a pasar un fin de semana en Cadaqués y partirá hacia la Costa Brava con su hijo y la novia de éste. Allí se reencontrará también con su hija, el marido de ésta y sus dos nietas, de corta edad. El objetivo de la visita es atender a unos compradores de la casa familiar, un espléndido chalé con piscinas y vistas al mar, que Montse quiere vender para atender los cuidados que requiere su madre ingresándola en una residencia y, además de recibir a los posibles compradores, pretende ir desmontando la casa e ir recogiendo pertinencias. Se añade al encuentro familiar su exmarido, que va acompañado de su novia, su antigua psicoterapeuta que perdió a un cliente, pero ganó un novio. Pronto sabremos que el exmarido tiene intereses espurios para no vender la casa que, en realidad, está a su nombre, cosa que Montse no sabe, o al menos eso parece antes desenlace del filme.  

Las relaciones entre Montse, su exmarido y sus hijos están presididas por traiciones, incomprensión, egoísmo y recriminaciones, resultando de ello una incomunicación entre sus miembros, insatisfacciones y, sobre todo por lo que se refiere a la protagonista, soledad. Las novias del exmarido e hijo contribuyen a dar más mal rollo, pues la primera propone un juego tipo de psicología que ayuda a aflorar las tensiones entres los personajes y la segunda comienza a cansarse durante el fin de semana del comportamiento inestable y un punto infantil del hijo de Montse. Por otro lado, el matrimonio de la hija hace aguas y tiene un amante italiano. Conforman, pues, un cuadro desolador en el que nadie parece ser razonablemente feliz.

Un acierto de la película es que, ante una situación que es un drama, ya que empieza por el macabro hecho de abandonar un cadáver que finalmente descubren los vecinos al cabo de dos o tres días, hay una parte de comedia que funciona muy bien dando lugar a momentos divertidos mientras se muestran las diferencias entre los protagonistas de la película. Además, combina bien el hecho que, ante un guion que en la última parte da pie a un escenario teatral, sí aprovecha lo que puede ofrecer el cine en el uso de más recursos narrativos en una escena en la que, ante un momento de tensión entre el hijo y la novia, se tiran en paracaídas; o la accidental desaparición de las dos niñas filmada en una cala, con la reacción angustiosa de su madre que se tira al mar y como luego son felizmente encontradas en un episodio que después sabremos responde a una manipulación de Montse.

Otro activo del filme es la labor interpretativa de los actores, todos muy buenos, destacando Emma Vilarasau aportando profundidad y matices como protagonista; pero la verdad es que todos lo hacen muy bien, tanto los catalanes María Rodríguez Soto, Enric Auquer, Clara Segura y José Pérez Ocaña, como los madrileños Alberto Sanjuan y Macarena García.

La película está dirigida de forma fluida, muy entretenida en todo momento e invitando a la reflexión. Supongo que ha sido un éxito porque es fácil que la mayoría del público empatice con alguno de los personajes. Sería difícil encontrar a alguien que no tenga reproches a efectuar a sus seres más allegados o que no vea reflejadas en sí mismo muchas de las debilidades de los personajes. Sobresale en la película el personaje de Vilarasau, y no habrá pocas madres que se identificaran con ese papel de madre abnegada, que no se siente correspondida y que vive en una incómoda soledad, al margen que el personaje es ambiguo en su exhibición de virtudes y defectos.

El final es un no final. Como si fuera el escenario de un teatro, los personajes van abandonando la casa tras momentos de gran tensión y se queda sola Vilarasau produciéndose de manera accidental un incendio. Sus hijos y exmarido regresan para, aunque abrazados, ver impotentes como se quema la casa familiar en la que pasaron muchos veranos. Parece que hay receptividad al contacto físico que propone Vilarasau a sus hijos mientras contemplan el fuego, y al que se suma incluso el exmarido, pero, como dice Joan Crawford en Johnny Guitar, cuando un fuego se apaga solo quedan las cenizas. No es posible hablar de final feliz, ni medio feliz.

Muy buena película. 

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