viernes, 19 de julio de 2024

EL LARGO ADIÓS

 

Leo El largo adiós de Raymond Chandler y constató la gran diferencia que tiene respecto a la adaptación cinematográfica de Altman que vi hace unas semanas: Marlowe no es un justiciero.

Como es lógico, la trama de la novela es más compleja y la adaptación cinematográfica rescata, sobre todo, la idea inicial que Marlowe lleva a un amigo, Terry Lennox,  a la frontera mexicana y al día siguiente su mujer ha aparecido asesinada, mientras poco después el propio Lennox se ha suicidado en un pueblucho de mala muerte mexicano, cosa que provoca la detención por unos días de Marlowe acusando de complicidad en el asesinato; así como la figura del escritor de best sellers dependiente de los médicos especializados en desintoxicación alcohólica, interpretado en la película por Sterling Hayden, que en la novela muere asesinado por su propia mujer y no suicidándose como en la película. Todo lo demás es bastante diferente y Marlowe nunca se desplaza a México aunque, al final, efectivamente Lennox está vivo y es él quien vuelve a Los Ángeles.

Justamente, una de las características del Marlowe literario es el sentido leal de la amistad que, aunque también lo tiene en principio Gould en la película, lo pierde al final con el ajusticiamiento que efectúa.

Hacía años que no leía una novela de Chandler. Pero siempre da gusto volver a este gran escritor. Ritmo trepidante y una creciente intriga que provoca una aceleración en busca del final del libro y la resolución de la trama.

Y siempre es estimulante leer las agudas reflexiones de Marlowe, como cuando especula que se hubiera podido quedar en su lugar natal, algún estado interior, para llevar una vida convencional lejos de una gran urbe pero dice: Me quedo con la ciudad, grande, sórdida, sucia y deshonesta.

Y cuando dialoga con Bernie Ohls, más o menos un amigo policía que se implica en la resolución del caso hacia el final de la novela, realiza esta reflexión sobre la sociedad en la que vive:

Claro, mándame callar. No soy más que un ciudadano particular. Desengáñate, Bernie. Tenemos mafias y sindicatos del crimen y asesinos a sueldos porque tenemos políticos corruptos y a sus secuaces en el ayuntamiento y en la asamblea legislativa. El delito no es una enfermedad, es un síntoma. Los policías son como un médico que te da una aspirina para un tumor en el cerebro, excepto que el policía preferiría curarlo con una cachiporra. Somos un pueblo grande, primitivo, rico y desenfrenado y la delincuencia organizada es el precio que pagamos por la organización. Vamos a tenerla mucho tiempo. La delincuencia organizada no es más que el lado sucio del poder adquisitivo del dólar

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