Anteayer, en el programa de Garci
dan Winchester 73. Sigo gran parte del coloquio y luego veo otra vez la
película.
Señalan los tertulianos que un gran
número de elementos del western están ahí. Y, efectivamente, es cierto: Wyatt
Earp y sus hermanos, Bat Masterson, el 4 de julio fecha en que se inicia la película,
el propio rifle Winchester, las diligencias, alusiones a Little Big Horn y la
guerra civil, una ciudad emblemática del western como Dodge City, el traficante
de armas, la presencia amenazante de los indios, el atraco a un banco, el ejército
asediado por los indios, forajidos, una chica de saloon y el héroe, aquí James
Stewart. Aunque, como en otras películas de Mann, Stewart es un personaje
complejo que casi sería más un antihéroe, obsesionado aquí por un deseo
vengativo y sin aportar nada a la comunidad como hacen muchos héroes del western,
el Alan Ladd de Raíces profundas o el Henry Fonda de Pasión de los
fuertes.
Como dicen los tertulianos, hay
algo de tragedia griega o reminiscencias bíblicas en la historia, esa lucha
cainita en la que Stewart persigue a su hermano, que mató al padre de ambos, con
la ayuda de un amigo interpretado por Millard Mitchell.
También hay un elemento que
parece propio de una epopeya homérica. El rifle es un objeto maldito. Una vez
ganado en el torneo de tiro por Stewart en el inicio de la película, todos sus
poseedores acabarán siendo asesinados. John Mc Intire, Rock Hudson, Charles Drake,
Dan Duryea y, por último, Stephen MacNally poseerán en algún momento el rifle,
pero todos encontrarán la muerte de forma violenta.
Sobre la interpretación de
Stewart, creo que ningún héroe del western ha tenido una mirada tan llena de
odio, venganza, ira y cólera. Realmente da miedo. Cuando reduce a Dan Duryea
antes que éste desenfunde y lo tiene contra la barra del bar sujeto y con la
mano presionándole la cara, lo que transmite con esa mirada no lo consigue con
tanta fuerza ni el Ethan Edwards de Centauros del desierto.
Y el duelo final recuerda a las
películas de Boetticher. Esas rocas áridas y escarpadas, y ese largo duelo con
disparos de rifle, con las piedrecitas que saltan de las rocas impactando
contra los cuerpos de los hermanos y que está rodada de un modo que parece que estemos
allí en medio del tiroteo.
El final deja una duda. Shelley
Winters quiere, como muchos personajes del género, un lugar donde asentarse. No
sabemos, ni hay pistas, de qué va a hacer el personaje de Stewart cuando
culmine su venganza. Aunque tiene abrazada a Winters, intercambia unas ambiguas
miradas con Mitchell y el último plano de la película es para ese maldito rifle
que ha matado a todos sus anteriores poseedores.
En fin, festival de cine el pasado viernes con Garci. Y creo que bonito, aunque involuntario homenaje a su amigo el gran Carlos Pumares, que se marchó el día anterior y seguro era uno de sus muchos filmes favoritos.